jueves, 23 de enero de 2025

Saga El archivo de las tormentas, Libro IV: El ritmo de la guerra, de Brandon Sanderson

Traductor: Manuel Viciano Delibano
Editorial: Nova
ISBN: 9788417347932
Idioma: Castellano
Número de páginas: 1408
Encuadernación: Tapa dura
Fecha de lanzamiento: 19/11/2020
Serie/Saga: El Archivo de las Tormentas
Dimensiones: 16,2 x 23,8 cm 
Número: 4
Autor: Brandon Sanderson

Sinopsis:
Hay secretos que hemos guardado mucho tiempo. Vigilantes. Insomnes. Eternos. Y pronto dejarán de ser nuestros.
La Una que es Tres busca, sin saberlo, el alma capturada. El spren aprisionado, olvidado hace mucho tiempo. ¿Puede liberar su propia alma a tiempo de hallar el conocimiento que condena a todos los pueblos de Roshar?
El Soldado Caído acaricia y ama la lanza, incluso mientras el arma hiende su propia carne. Camina siempre hacia delante, siempre hacia la oscuridad, sin luz. No puede llevar consigo a nadie, salvo aquello que él mismo puede avivar.
La Hermana Derrumbada comprende sus errores y piensa que ella misma es un error. Parece muy alejada de sus antepasados, pero no comprende que son quienes la llevan a hombros. Hacia la victoria, y hacia ese silencio, el más importante de todos.
Y la Madre de Máquinas, la más crucial de todos ellos, danza con mentirosos en un gran baile. Debe desenmascararlos, alcanzar sus verdades ocultas y entregarlas al mundo. Tiene que reconocer que las peores mentiras son las que se cuenta a sí misma.

Por qué este título...
"Rabeniel separó sus manos de las de Navani y le tendió el cuaderno que compartían, en el que llevaban un registro de sus experimentos. Lo habían llamado El Ritmo de la Guerra. Odium y Honor trabajando juntos, aunque fuese solo durante un breve tiempo".

Opinión:
Impresión: Demasiada ambición

Este libro tiene 1400 páginas y le sobran, aproximadamente, un tercio; intentaré que no pase lo mismo con mi reseña.

Ahora (diciembre) Sanderson está en boca de todos (y más aún porque acaba de salir Viento y verdad), sin embargo, hubo una época en la que nadie le conocía. Fue entonces cuando me enamoré de sus mundos creativos y del ingenio de sus tramas. He seguido durante muchos años sus publicaciones (nunca al día; no puedo dejar de ser yo), hasta ser capaz de detectar sus personajes tipo y los patrones narrativos que sigue, así como su marca personal. Es por eso que ya sabía que este libro iba a tener los mismos fallos y aciertos que los tres anteriores. Eso no impidió que me animara a leerlo; llevo demasiado camino recorrido como para dejarlo ahora. Además, no iba a embarcarme sola en este viaje: G se apuntó para darle una última oportunidad al autor (a la página 100 le dio la patada para siempre y rezo para que no quite todos los libros de Sanderson de la estantería de compartidos); Edu no podía faltar, ya que es el mayor fan de Sanderson del grupo, y eso que cuando le conocí hace un par de años apenas leía; y Joan tampoco dudó, pese a que ya lo había leído hacía un tiempo (por qué alguien decidiría voluntariamente releer un tocho de este calibre es algo que todavía no comprendo).

Qué largo se me ha hecho este libro. Me ha secuestrado durante dos meses y medio, en los que apenas he podido leer otra cosa. Y eso yo, que soy una lectora empedernida; los lectores esporádicos, teniendo en cuenta la frecuencia de publicación del autor, no deben leer nada más en todo el año. No creo que acaparar la atención de los lectores de esta manera esté bien.

No me quejaría tanto si no fuesen páginas y páginas de potencial desperdiciado: el mundo es muy rico, pero solo vemos una décima parte; los personajes son muy interesantes, pero hay tantos que no se pueden desarrollar con profundidad; la obra trata temas serios y poco frecuentes en fantasía, pero con superficialidad. La saga es demasiado ambiciosa: quiere hacer tantas cosas, que en todo se queda a medias. Además, como el autor tiene tal reconocimiento, dudo que permita al editor hacer gran cosa, y eso que a esta novela, al igual que a las anteriores, le vendría muy bien un tijeretazo: sobra un tercio, como mínimo.

No hace un mes que la he terminado y ya la voy olvidando debido al relleno. Algunos defenderán que es caracterización de personajes y construcción de mundo. NO. Un buen autor es capaz de caracterizar un personaje en un solo párrafo y construirte el mundo a medida que te cuenta la historia. En muchas partes me he aburrido de sobremanera, ya que sentía que la novela era un cuello de botella que no llevaba a ninguna parte; efectivamente, al final restauramos la situación inicial con algún añadido. 

Aunque me queje, la obra también tiene sus virtudes (de no ser así, os aseguro que no hubiera seguido leyendo). Por ejemplo, el mundo y los poderes son muy imaginativos y complejos, y trata las enfermedades mentales, algo que no suele hacerse en novelas de fantasía. Además, el autor crea una obra que gusta a todo el mundo a ratos. Por eso, me han encantado los conflictos internos de Taravangian y el politiqueo de Adolin, el desarrollo de Kaladin y Shallan ha estado bien, pero me ha aburrido profundamente la ciencia de Navani. Ese es mi caso; otros lectores habrán disfrutado y sufrido aspectos muy distintos de la novela.

En cuanto a la trama, el hecho de que la obra empiece un año después de la anterior creo que no le ha hecho ningún bien: se salta eventos importantes en la vida de los personajes, como la novia fugaz de Kaladin o cómo la gente acepta la personalidad múltiple de Shallan. Tampoco ayuda al ritmo que los protagonistas se encuentren dispersos y en tramas marcadamente distintas (Navani, Venli y Kaladin se quedan en Urithiru, Jasnah y Dalinar se van a la guerra y Adolin y Shallan exploran Shadesmare) que tienen un peso muy distinto en la historia (Jasnah y Dalinar tienen muy pocos capítulos) y una distribución muy homogénea, por lo que parecen varias novelas en una.

No hay reflexión sobre esto
No hay reflexión sobre esto

Es cierto que el libro tiene muchas páginas y que eso debería permitir desarrollar correctamente todos estos personajes y sus respectivas tramas, y quizás sería así si no hubiera muchos más puntos de vista superficiales y esporádicos, con afán de ofrecer una perspectiva más general (sin tener en cuenta que para eso existe la tercera persona). A eso hay que sumarle las páginas y páginas de relleno donde ofrecen información sobre el mundo de forma artificial, te recuerdan sucesos de novelas anteriores y los personajes protagonistas, en lugar de avanzar, siguen estancados, repitiendo los mismos pensamientos y acciones que en novelas anteriores. 

En defensa del autor, hay que tener en cuenta que trata un tema complicado, las enfermedades mentales, y que, en parte, quiere reflejar cómo es el día a día de la gente que las padece: la depresión, por poner un ejemplo, no desaparece al cabo de un tiempo, sino que es algo con lo que hay que aprender a convivir; te asaltarán pensamientos negativos a lo largo de toda tu vida. Es lógico que los personajes no avancen, sin embargo, para representar eso, no necesitas cuatro novelas de mil páginas.

En lo relativo a la salud mental, por norma general, cuando aparece representada en literatura, suele ser en novelas realistas temáticas, cuyo verdadero objetivo es dar a conocer ese trastorno en concreto. Pocas veces he visto que el género fantástico aborde este tema (más allá del síndrome de estrés postraumático en Abercrombie y Perea) y menos que sean los héroes quienes las padezcan. Me gusta la idea de que puedes ser un héroe y estar roto por dentro; el éxito no te hace inmune ni tampoco cura una enfermedad mental.

Me parece muy loable que el autor visibilice las enfermedades mentales haciendo que sus protagonistas las padezcan y que eso sea relevante para su evolución: Kaladin tiene depresión; Shallan, trastorno de identidad disociativo; Dalinar, síndrome de estrés postraumático; Navani, síndrome del impostor; Venli, narcisismo. Y eso por mencionar a los personajes más importantes; los personajes terciarios también sufren lo suyo, desde adicciones y autismo hasta discapacidad intelectual.

El problema principal es que el autor intenta abarcar demasiado y, aunque da a conocer estas patologías, son tantas y están tan opacadas por el mundo, la trama y los misterios que, inevitablemente, se tratan superficialmente y de forma obvia y directa. Las más desarrolladas son las de los protagonistas, pero es que llevamos cuatro novelas de mil páginas con ello. El resultado es que los conflictos de estos personajes avanzan en bucle: pasan por los mismos problemas y dudas en cada novela y solo al final avanzan un poco. Por ejemplo, en todas las novelas tenemos que Shallan no confía en sí misma ni en su entorno, guarda un secreto y tiene que descubrir al traidor, y que Kaladin siente que es un farsante incapaz de proteger a todo el mundo y se plantea el suicidio. Dalinar es el único que muestra un cambio respecto a la novela anterior, pero como tiene poco que ofrecer, tiene pocos capítulos que se centran en investigar sus poderes, sin hablar de él mismo.

Para que no se note tanto que los arcos de personaje se repiten, esta novela ofrece más relevancia a secundarios: Adolin, Navani y Venli. Adolin es de mis personajes favoritos, quizás porque no tiene poderes y me identifico más con sus conflictos internos (más mundanos, como cumplir las expectativas de su padre). Además, en esta novela, su trama tiende más al politiqueo. A eso hay que sumarle que es un personaje bastante atípico: un buenazo al que le encanta la moda y que apoya a su pareja sin imponerse. Por desgracia, ha faltado mucho desarrollo a su conflicto interno y la trama política ha sido muy superficial. 

El de Venli es un punto de vista que me ha sobrado. Sí, nos permite conocer mejor a los parshendis y ver cómo han llegado a la situación actual (los flashbacks están centrados en cómo les encontraron los alezi y empezó la guerra), cosas que ya conocíamos, así que lo único que hace su historia es rellenar huecos. A eso hay que sumarle que es la cuarta novela; ya es un poco tarde para presentarnos una raza tan importante para el desarrollo de la trama. Además, más allá de la propia Venli y Rlain, no hay más parshendis; no hay ningún parshmenio relevante; y de los fusionados solo se profundiza en Rabeniel (a quien conocemos más por Navani que por Venli), el Perseguidor y mínimamente en Leshwi. Para una obra que quiere hablar de colonización, creo que se olvida mucho de los colonizados.

Navani me hubiera gustado si hubiera sido un personaje en algún momento: su trama gira en torno a sus descubrimientos científicos y experimentos relacionados con los distintos tipos de luz y los fabriales. No es solo que nos explican muy tarde (ahora, en el cuarto libro) cómo funcionan elementos tan básicos y cotidianos como los fabriales, sino que se profundiza muy poco en Navani como persona. Su único deseo es ser una erudita y constantemente se infravalora. No sabemos nada de su relación con Dalinar ni con el resto de personajes, ni tampoco sobre cómo era su relación con Gavilar, más allá del prólogo inicial. Incluso obvia el duelo por la muerte de su hijo, que se menciona de tantas a cuantas.

Eso sí, la ciencia está muy bien hecha y es coherente con el mundo que nos han presentado. Seguramente, si tienes vena científica, esta será la parte que más disfrutes: ir desentrañando los misterios del mundo e ir convirtiéndolo en algo racional y manejable, dentro de las posibilidades humanas. A mí, en cambio, me ha aburrido de sobremanera. Páginas y páginas de ciencia y experimentos que no me decían nada sobre la trama principal ni sobre el personaje.

Lo único que salvo de la trama de Navani es su relación con Rabeniel, una fusionada de alto rango. Ha sido bonito ver cómo han pasado del enemies to lovers (no hay romance entre ellas, ojalá): ambas son enemigas unidas por su amor por la ciencia; saben que aquello que descubran puede perjudicar a los de su bando, pero al mismo tiempo, son incapaces de parar. Las últimas escenas de la novela en las que se ve su relación de amistad me han parecido preciosas.

Ya que estoy, termino de hablar de las tramas del resto de personajes, de los que no tengo mucho más que decir. En el caso de Kaladin, me ha gustado ver cómo la depresión se materializa y le impide hacer cosas, aunque al mismo tiempo el autor se resarce demasiado en el sufrimiento del personaje y no deja de ponerle obstáculos uno detrás de otro. Lo terrible de esta enfermedad no es que te sientas hundido porque la vida te machaque (eso es lógico), sino que te hundes pese a estar en tu mejor momento, sin necesidad de que te pasen grandes tragedias. No es el caso de Kaladin, a quien el autor arrastra por el fango una y otra y otra vez. Entiendo que el mensaje es que, pese a ello, sigue adelante, pero no es lógico ni una buena representación de la enfermedad. Lo peor ha sido, con diferencia, la resolución final: la magia no debería intervenir de ninguna manera en la sanación mental de alguien (no es que ser Radiante le cure, aún gracias). Lo mejor es el papel de la familia de Kaladin y el choque ideológico de este con su padre, así como la manera en que Kaladin adopta un nuevo enfoque en cuanto al tema de proteger a los demás, relacionado con la medicina. Por desgracia, ambas cosas se quedan en nada y no se profundiza suficiente en ello.

La última trama que queda es la de Adolin y Shallan, que nos permite conocer un poco más de Shadesmare, aunque no tanto como para quedar satisfechos. Por ejemplo, me ha maravillado Integridad duradera, una de las pocas ciudades que exploramos de verdad. La parte de Adolin ha sido la más interesante, mientras que Shallan sigue con las mismas, guardando secretos y trabajando para los Sangre Espectral, pese a que no le gustan. Como con Kaladin, el autor se resarce mucho en la desgracia de Shallan y es excesiva la cantidad de secretos que guarda. Sentía algo de interés por descubrir este nuevo secreto, sin embargo, me lo visto venir de lejos. La trama de buscar al traidor me ha parecido reiterativa y los Sangre Espectral no me gustan: ya es todo suficientemente caótico como para añadir otro grupo más. Además, conocemos al jefe de otras sagas y no me parece que sea congruente con lo que nos habían mostrado de él. La mejor parte es el enfrentamiento contra Sinforma, algo que podría haber sucedido mucho antes y que era predecible.

Estos son los personajes principales, pero hay decenas más con mucho potencial que están completamente subdesarrollados. Ni Jasnah ni Moash, ni Szeth ni Lift ni Renarin ni la mayor parte del Puente Cuatro tienen un papel relevante y sus acciones parecen arbitrarias debido a que no les conocemos suficiente (como Jasnah y el romance que tiene, que no pinta nada). El único que se salva es Taravangian, uno de mis personajes favoritos, que en cada novela tiene más capítulos.

Crítica a los estereotipos de la guerra
Teniendo en cuenta que hay centenares de personajes y que estamos en una guerra a escala planetaria, lo mínimo que uno esperaría es que muriese gente. Sin embargo, las bajas son contadas en ambos bandos del conflicto: los fusionados se reencarnan y solo muere gente cercana a los protagonistas esporádicamente, para hacer daño al lector. Eso hace que la batalla no resulte creíble y que en ningún momento temas por la seguridad de los personajes: todos sabemos que nadie importante morirá a mitad de novela, como mucho al final.
Me encanta la mentalidad de Taravangian

No voy a alargarme a hablar de la magia y del mundo ya que es un poco lo mismo que en los otros libros. Tanto lo uno como lo otro son muy complejos, están muy trabajados y muestran un gran potencial; el problema es que no se desarrolla en absoluto: para eso sería necesario un libro de datos. Esa falta de desarrollo del mundo no sería un problema (mirad Canción de hielo y fuego o El señor de los anillos) si la trama no girase exclusivamente en descubrir esos misterios. Sí, el objetivo es derrocar a Odium, cosa que no conseguirán hasta descubrir primero cómo funcionan todos los poderes y qué sucedió con los Heraldos, entre muchas otras cosas.

Como os decía antes, al autor le ha podido la ambición. Hay demasiados sistemas de magia, grupos y facciones en conflicto: diez órdenes de Caballeros Radiantes, de las que conocemos a medias tres; nueve marcas de Fusionados, de las que conocemos a medias cuatro; los parshendi; los parshmenios; los Sangre Espectral; cuatro tipos distintos de luz; decenas de fabriales, los spren emocionales; los spren elementales; cuatro Deshechos; ocho tipos de spren Radiantes; las Esquirlas... Y eso por no mencionar todas las naciones humanas, cada una con su propia cultura y otros grupúsculos menores. Este intento de ofrecer un mundo complejo solo consigue que obtengamos un mundo superficial, donde nada se desarrolla lo suficiente.

Os diría cuánto ocupa el glosario de personajes, pero es que para más inri no hay. Tampoco hay un ars arcanum que te resuma lo que ya sabes sobre la magia y los grupúsculos y te guíe un poco (hay un par de páginas que no sirven para nada), con la intención de crear comunidad y que la gente comparta la información entre ellos. Mira, paso. No me gusta socializar y me niego a investigar y comerme algún spoiler sin querer.

Todo este misterio con la magia hace que los personajes puedan descubrir poderes o nuevos enemigos según le convenga a la trama. A eso hay que sumarle que algunos personajes son demasiado poderosos, por lo que la única forma de hacer que se vean en problemas es caparles sus habilidades, es decir, quitarles poder artificialmente para ver cómo se las apañan con menos recursos... sin darse cuenta de que eso ya lo hemos visto en las primeras novelas, cuando no habían desarrollado tanto sus poderes. Me parece que esto es hacer trampa, como las secuelas de videojuegos que buscan una excusa para que, en la segunda parte, los personajes empiecen de cero. Si quieres que tus personajes tengan problemas, ponles un reto mayor, en lugar de castigarles quitándoles lo que han conseguido.

En cuanto a la estructura, es similar a las novelas anteriores, con epígrafes a principio de capítulo que te introducen información de tal relevancia que deberías conocer desde hace un par de novelas y misterios aleatorios relacionados con las Esquirlas. De nuevo, al igual que el mundo y la magia, todo esto podría ser realmente intrigante si no tuviéramos dividida nuestra atención en mil sitios a la vez porque hay muchísimos misterios por todas partes. También sigue habiendo capítulos flashbacks, donde te cuentan el pasado de un personaje, en este caso Venli. Suele ser la mejor parte de la novela; por desgracia, aquí se sienten vacíos. Por una parte, no ayudan a comprender al personaje: quieren dar a conocer a los parshendi, no a Venli. Por otra parte, hay algunos desde el punto de vista de Eshonai (cosa que no comprendo, porque murió). Además, aunque la mayor parte de los flashbacks se remontan a antes del inicio de la saga, algunos se refieren a cómo se sentía Venli en sucesos que tuvieron lugar durante los libros anteriores, así que no cuentan nada nuevo a nivel narrativo y se siente más como un añadido. También hay interludios, como en anteriores novelas, al final de cada parte, y, por suerte, esta vez están protagonizados por personajes que ya conocemos. Aun así, algunos son extraños y no encajan temporalmente: no tienen lugar en un momento indeterminado de lo que se ha contado en la última parte, sino que algunos suceden mucho antes y otros se ambientan después.

A nivel narrativo no hay nada que me parezca destacable (como G abandonó la LC, no me fijé en las comparaciones absurdas y redundantes, el exceso de dijo u otros problemas lingüísticos), más allá de que, por desgracia, todos los personajes hablan igual. Una novela con tantos personajes necesita que estos estén bien caracterizados lingüísticamente; sin embargo, aquí no se diferencian: todos tienen la misma actitud y usan el mismo registro para hablar.

En conclusión: ha sido exactamente lo que esperaba. Tenemos una novela de muchas páginas que no es más que un cuello de botella, donde la obra termina prácticamente en el mismo sitio en el que empezó. Hay una ligera evolución en los personajes en las últimas doscientas páginas; el resto es relleno y reiterativo. El mundo y la magia son muy interesantes y tienen un gran potencial, pero el autor ha intentado abarcar demasiado y todo queda superficial. Lo mismo sucede con el tema de la representación de las enfermedades mentales: está muy bien que los personajes las tengan, sin embargo, no evolucionan y, al final, sus pensamientos y acciones son reiterativas, mientras que el tratamiento es superficial. En resumen, es un libro que está bien, pero que no merece la pena el esfuerzo. Pese a ello, ya he empezado a leer el siguiente (este lo terminé en octubre), también en LC, por inercia y para terminar esta primera pentalogía (tengo entendido que los siguientes se van a desarrollar muchos años después, con personajes completamente distintos).

Cosas que he aprendido:

  • No puedes hacer una novela que le guste a todo el mundo.
  • No puedes quitarle los poderes que ha conseguido de forma justa un personaje, sino debes hacer que se enfrente a algo mayor.
  • Los héroes pueden sufrir depresión.
  • Se pueden representar enfermedades mentales en fantasía.

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:

PUNTUACIÓN... 3/5!

Primeras Líneas...

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"Sabes que has leído un buen libro cuando al cerrar la tapa después de haber leído la última página te sientes como si hubieras perdido a un amigo." Paul Sweeney