martes, 29 de agosto de 2023

Viñeta del lector 113#

No pueden soltar el móvil un instante. Cualquier rato libre de obligaciones y ya están con la maquinita jugando a videojuegos, con el ordenador en las redes sociales o enganchados a Netflix. ¿Estoy hablando de los jóvenes o de los adultos? Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Constantemente nos quejamos de que la juventud ha abandonado el hábito de la lectura y culpamos a la tecnología, pero cuando esa tecnología no existía, muchos adultos tampoco leían. Qué fácil es echarle la culpa a los demás: así no tenemos que esforzarnos en cambiar las cosas ni en mejorar. Es cierto que los jóvenes leen poco, pero muchos estudios demuestran que los adultos leen incluso menos.

Entiendo que es más sencillo moldear una mente joven que hacer cambiar a alguien adulto. Entiendo que cuantos más jóvenes lectores haya ahora, más adultos lectores habrá en el futuro, pero hay que dejar de convertir la lectura en una obligación, porque eso solo logra crear aversión.

Para empezar, hay que olvidarse de la idea de que los clásicos son imprescindibles; si se convierten en amantes de la literatura, tarde o temprano, cuando estén preparados, los leerán. En segundo lugar, es clave ayudarles a identificar sus gustos en lugar de obligar a leer aquello que a nosotros nos gusta. En tercer lugar, por increíble que parezca, hay otros formatos de lectura, como los audiolibros o los libros digitales que pueden captar mejor su atención, por no mencionar las novelas gráficas o los mangas.

Pero podemos ir más allá: la cultura no es solo un fajo de hojas de papel rectangular. Si nuestro objetivo es conseguir una sociedad más culta, hay que abandonar esa idea anticuada de que la literatura es la única forma de cultivarse.  Está muy bien fomentar la lectura, pero cualquier forma artística, bajo un atento guiaje, puede resultar igual de beneficiosa. La película adecuada en el momento adecuado, puede significar un antes y un después en tu visión de la vida. Incluso un videojuego que no se limite al entretenimiento y que tenga como base algún mensaje o reflexión puede dejar un poso en ti.

No conozco la técnica perfecta para conseguir que los jóvenes lean, pero sí que sé lo que no funciona: la imposición. La lectura tiene que ofrecerse como un premio, nunca como un castigo. La variedad es algo clave: si no saben ni quiénes son, ¿cómo van a saber lo que les gusta? Es por eso que hay que estar a su lado, aconsejando, pero sin atosigar. 

Y a vosotros, ¿cuál os parece que es la mejor forma de conseguir que los jóvenes lean? ¿Creéis que hay alguna de lograr que más adultos también lo hagan?

sábado, 26 de agosto de 2023

Saga La primera ley, Libro V: Los héroes, de Joe Abercrombie

Todo en exceso cansa, incluso lo bueno. Este año solo llevo leídos dos libros de Abercrombie, pero los he sentido como si hubieran sido el doble. Es cierto que este está más ligado a los tres primeros que al anterior, pero sigue siendo importante leerlos en orden y con cierta frecuencia para no olvidar nada, porque hay muchos personajes que aparecen mencionados o incluso que siguen desarrollándose. Es posible leer el libro de forma independiente, pero a mi ver se pierden muchos matices.

Mi plan es leer dos libros más del autor este año, pero ahora mismo descansaré un poco, porque como todos siguen una mismo tónica general, llega a sentirse repetitivo. A pesar de ello, he disfrutado de la novela y recomiendo al autor encarecidamente.

ISBN: 978-84-206-0868-6
Título original: The Heroes
Título: Los héroes
Autor: Joe Abercrombie
Editorial: Alianza
Publicación: 04/09/2012
Formato: Tapa blanda
Traducción: Raúl Sastre Letrona
Páginas: 888

Sinopsis:
Cuentan que Dow el Negro ha llegado al trono del Norte sobre una montaña de calaveras. Mientras, el rey de la Unión ha decidido que hay que pararle los pies y sus ejércitos ya han invadido el Norte. Miles de hombres están convergiendo en un antiguo círculo de rocas -los Héroes-, en un valle anónimo que se convertirá en escenario de una de las batallas más sangrientas que el Norte ha presenciado. Al mismo tiempo, los dos bandos están infestados de intrigas, rencillas y envidias, que hacen el final imprevisible...

Opinión:

En los tres primeros libros de la saga conocimos los inicios de la enemistad entre la Unión y el Norte. Bethod fue derrotado, pero su reemplazo, Dow el Negro, no puso fin a una guerra que ahora ya lleva diez años haciendo sangrar a los pueblos. Ambos bandos se limitan a tantear el terreno, lanzarse amenazas y empezar pequeñas escaramuzas que no llevan a ninguna parte. Más por presiones externas (Bayaz sigue haciendo de las suyas) que por estrategia militar, la Unión se dispone al fin a poner toda la carne en el asador en un ejercicio bélico de magnitudes nunca vistas. Así es como se da inicio a tres días de batalla campal entre la disciplina e ineptitud de la Unión y el Norte, que cuenta con feroces guerreros pero un primitivo armamento.

"Por eso, la gente se comporta de forma más estúpida durante una guerra que durante el resto del tiempo. Siempre están pensando en cómo esquivar las culpas, o cómo alcanzar la gloria, o cómo salvar el pellejo, en vez de en algo que realmente sirva para algo. No hay otro trabajo en donde se perdone más la estupidez que el de soldado. Ningún otro trabajo la fomenta más"

No es extraño hablar de la guerra en una novela de fantasía, pero sí conocer la perspectiva de los dos bandos implicados en el conflicto. Las novelas bélicas, sean del género que sean, tienden más al monólogo que al diálogo, de forma que solo conocemos en profundidad una de las dos facciones. Es cierto que últimamente las obras exploran cada vez más el bando enemigo, donde se entreven muchos personajes grises, pero siguen siendo historias partidistas en las que la balanza se inclina en favor de unos y no de otros; como si en la guerra alguno de los dos bandos tuviera la razón absoluta. 

Abercrombie rompe con todo ello e impregna sus páginas de realismo. En la guerra no hay bandos buenos y malos: cada uno tiene sus razones para luchar y solo se puede culpar a aquellos que tienen la voz cantante, no a los soldados que solo blanden sus armas y obedecen órdenes. Por ello, tenemos una novela multiperspectivista que abraza todos los escalafones del ejército de ambos bandos, de manera que no puedes inclinarte por ninguno de los dos, ya que comprendes la lucha de unos y de otros y sabes que todos son solo hombres que buscan sobrevivir un día más.

Que la guerra está mal me parece que es la tesis que marcará toda la obra del autor. Esto es interesante, porque, especialmente en este género, se tiende a glorificar la guerra y a aclamar a los héroes. Aquí, como en la mayor parte de historias del autor, vemos que la guerra es sucia, cruel y sangrienta. En una batalla pesa más el azar que la habilidad, el número de soldados que la estrategia, la ausencia de remordimientos que la buena voluntad. En la guerra, un hombre bueno es un hombre muerto.

No estamos ante una novela apta para personas de estómago frágil: los personajes sufren de verdad, reciben heridas que no pueden curarse y muere mucha gente de forma muy violenta. Esta violencia es muy gráfica, pero necesaria, puesto que incide en el realismo de la batalla sin recrearse en los detalles escabrosos. Tripas, miembros cercenados, montañas de cadáveres pisoteados. Eso es de verdad la guerra, no esa imagen tan aséptica que nos venden en las películas. No hay ninguna gloria en matar a un joven que a penas puede empuñar su espada, disparar a otro por la espalda y esquivar de un tropiezo un espadazo que te hubiera enviado directo al barro. Los héroes guerreros solo son aquellos que pierden del todo su humanidad.

Como os podréis imaginar, el título no es azaroso. Más allá de ser el lugar donde tiene lugar la contienda, toda la novela intenta deconstruir el concepto de "héroe" despojándolo de la gloria que lo envuelve, hasta el punto de usar el término como un insulto. Ya lo indica bien la portada "Tres hombres. Ningún héroe". ¿Es un héroe el cobarde que se esconde durante la batalla, después mata a uno de los suyos y luego no desmiente que haya matado a cuatro enemigos? ¿Y aquel que vence a multitud de enemigos y marca la diferencia en la batalla, pero que solo lo hace para saciar su sed de sangre, hasta el punto de que no le importa quien se ponga delante? ¿Y el caballero valeroso y hábil que asciende poco a poco en la jerarquía...  gracias a los tejemanejes de su mujer, porque no es más que un peón?

Los personajes buenos escasean en la novela. Todos tienen sus defectos (cobardía, ambición, rabia, prepotencia, oportunismo, vanidad, impaciencia...) y sin duda algunos son peores que otros, pero nadie se salva. Aunque hay un par que se arrepienten, todos han matado a alguien y eso les ha marcado de por vida. No importa el bando, porque aquí no hay buenos ni malos, solo personajes grises. Algunos intentan hacer lo correcto, pese a la adversidad, pero cuando te manchas las manos de sangre, es muy difícil limpiarlas.

Los protagonistas por antonomasia de la novela son Craw, Gorst y Calder, pero la narración sobrevuela todo el campo de batalla y es frecuente que nos adentremos en otros puntos de vista. Como todos los demás libros del autor, este está escrito en tercera persona y se beneficia del discurso indirecto libre, el cual nos permite conocer el pensamiento de los personajes integrándolo en la narración. Esto se percibe claramente en los capítulos de Gorst, pues al igual que Glokta, inserta sus pensamientos en cursiva en mitad de cualquier párrafo. En los demás es mucho menos evidente, seguramente porque al haber tantos es muy difícil crear tantas voces distintas, pero aún así se distingue en los matices.

Nada más abrir el libro ves el largo índice de personajes, pero yo no me lo tomé muy en serio porque, ingenua de mí, pensaba que la mayoría estarían de fondo. Nada más lejos de la realidad: salen todos con mucha frecuencia y están tan bien construidos que os sabría decir quién es quién a la perfección. Esto, como todo, tiene sus ventajas e inconvenientes. Por una parte, se cubren todos los flancos de la guerra; por otra, aunque sus personajes tienen profundidad, a todos les hubiera venido bien tener más espacio para desarrollarse. Además, la primera parte, la previa a la guerra, resulta lenta e introductoria, porque tienen que presentarte a todo el mundo, caracterizarlos y establecer la relación que hay entre unos y otros.

Aunque la mayor parte de la novela se focaliza en un puñado de personajes, de tanto en tanto hace una visión global de la situación mediante una técnica que ya le caracteriza: durante un par de páginas, seguimos a un personaje que interactua mínimamente con otro que se convierte en el siguiente punto de vista durante un par de páginas hasta que también se relaciona con otro que se transforma en el nuevo punto de vista, de forma que el capítulo queda muy bien entrelazado. Muchos de estos personajes ni habían salido antes ni volverán a salir (tienden a morir), pero lo importante no son ellos, sino cómo cada persona se enfrentar a su manera a la muerte y a la guerra. 

Pasando a hablar de los puntos de vista recurrentes, en el bando del Norte destacan Craw y su banda, Calder y Beck. Este último nos muestra a un joven que sueña con la gloria de la guerra y que se da de bruces con la realidad. Es un fiel reflejo de lo que experimentan la mayoría de los jóvenes reclutas, pero además de ver los horrores de la guerra desde sus ojos, también se habla de la cobardía y el azar, así como que cualquiera puede llegar a ser considerado héroe sin merecerlo.

Calder nos ofrece la visión de un cobarde pacifista. Menospreciado por todos por ser incapaz de manejar una espada y rehuir constantemente del campo de batalla, no experimenta el típico arco de esforzarse por adquirir habilidad, cosa que le permitiría tener el reconocimiento de la gente. Es un cobarde torpe de principio a fin, pero el hecho de verse forzado a participar en la guerra, le obliga a reflexionar sobre su forma de vida y pone en duda su creencia de que cualquier conflicto puede resolverse con palabras. Es uno de los personajes que más aporta en cuanto a estrategias bélicas debido a su inteligencia y tiene una maravillosa relación con su mujer, pese a que aparezca poco. Realmente merecería ser llamado un héroe, aunque sea por su esfuerzo intelectual, pero de nuevo, vemos cómo logra ese puesto por las intrigas de otros.

Craw, por su parte, es considerado un héroe de leyenda. Temido y respetado, tiene buen corazón e intenta siempre hacer lo correcto, aunque sus deseos de paz entren en contradicción con su afán guerrero. Le duele luchar, pero al mismo tiempo, es lo único que le hace sentir vivo. Es de mis personajes favoritos, tanto por su perspectiva como veterano de guerra como por la dinámica con el resto de su docena. Entre ellos, destacan tanto Wonderful, aunque me hubiera gustado que fuera un punto de vista porque es la única mujer guerrera que se menciona, como Whinrrun y su lunática actitud optimista y despreocupada. Por último, destacar que gracias a Craw conocemos algo mejor a Dow el Negro, pero me hubiera gustado también que fuera un punto de vista para conocer qué esconde tras su fachada.

En cuanto al bando de la Unión, los personajes principales son Gorst, Finree y el cabo Tunny. Este último sirve como alivio cómico, al mismo tiempo que refleja el lado más patético del ejército. Es un truhan cobarde, preocupado solo por él mismo, que rehuye la batalla siempre que le es posible con cualquier triquiñuela, pero que, a diferencia de Calder, es considerado un héroe por llevar en el ejército varias décadas. Tiene a varios reclutas a su cargo, con los que tiene una dinámica muy divertida y a los que enseña su estilo de vida.

Finree es casi la única representación femenina que hay en toda la novela, algo lógico, por una parte, porque estamos en un campo de batalla, pero, por otra, se nos ha mostrado que hay mujeres guerreras en el Norte, como Wonderful, y no tenemos su punto de vista. Finree es un personaje femenino bien construido y con agencia, dentro de sus posibilidades. Además, a diferencia de lo que suele ocurrir en las novelas grimdark, su drama no se liga al abuso y a la violación. Ella es una mujer ambiciosa, y ya que la sociedad no le permite obtener poder por su cuenta, lo hace mediante el control de su marido (al que todos consideran un héroe) y los tejemanejes políticos. Hay que decir que al principio me parecía algo fría y superficial, pero, a partir de cierto punto, el autor maneja muy bien el trauma que sufre.

En el caso de Gorst, aunque el personaje me ha gustado, tiene demasiadas reminiscencias a Glokta: también inserta su pensamiento en la narración, su nombre es similar, tienen la misma actitud pesimista hacia la vida, les tratan con el mismo desprecio... y eso que no es un lisiado, solo tiene la voz aflautada y cometió un error que desconocemos en el pasado, algo que lo convierte en objeto de burlas. A simple vista Gorst es el prototipo de héroe: un guerrero fuerte y habilidoso, capaz de cambiar el rumbo de la batalla y que ayuda a los demás. Pero nada más adentrarte un poco en su psique te percatas de lo rota que está: todo lo que hace es para conseguir el reconocimiento de los demás, sin sentir ningún tipo de empatía, por lo que, en realidad, no hay ninguna gloria en sus acciones y en sus momentos más bajos llega a provocar verdaderas carnicerías. A esto hay que añadirle su obsesión enfermiza por Finree, que en ocasiones roza la locura.

Ninguno de los personajes tiene una gran evolución (hay que tener en cuenta que el grueso de la novela sucede en tres días), pero es verdad que todos cambian ligeramente, se reafirman o descubren cómo son realmente, hasta el punto de que las decisiones que toman al final no son las mismas que hubieran tomado al inicio.  

Las novelas de fantasía suelen recrearse mucho en la construcción de sus mundos, pero de nuevo, no es el caso de Abercrombie, bastante parco en palabras, en ese respecto. No se adentra en la cultura de ninguno de los bandos, más allá de aquello relacionado con los rangos y escalafones. No es algo que haya echado en falta, porque se construye poco a poco a lo largo de las demás novelas, pero sí que me hubiera gustado ver las consecuencias de la guerra sobre el pueblo llano y las ciudades. Eso sí, como novedad, en esta novela tenemos un mapa que nos indica cada día en qué posición se encuentran los dos ejércitos, pero es bastante burdo.

La magia, otro de los pilares fundamentales del género, es prácticamente inexistente. Hay un mago y una bruja, pero sus poderes no tienen ninguna relevancia en los acontecimientos. La magia gurka está muy poco desarrollada, mientras que Bayaz no usa tanto magia como tecnología. Eso sí, me gusta que ambos, los que ostentan el poder, toman las decisiones y controlan a todo el mundo como a peones, sean los que verdaderamente han propiciado la guerra. A eso hay que sumarle que Bayaz es una presencia imponente, no tanto por sus actos, como por sus gestos, sus palabras y su tono. En resumen: aquello que lo construye como un personaje temible es la habilidad descriptiva del autor.

Al ser una novela en la que pesa tanto la descripción, es necesario tener un gran dominio del lenguaje para no aburrir al lector. El estilo narrativo de Abercrombie es casi impecable, dotando de lirismo a algo tan grotesco como la guerra. Para mi gusto, se excede un poco en el uso de comparaciones, especialmente en los capítulos iniciales, pero tampoco es algo muy notorio. Por suerte, en esta ocasión la traducción es aceptable y, aunque al compararlo con el original queda deslucida, como mínimo no es un desastre como en el libro anterior. Eso sí, adolece de algunos errores de puntuación, de manera que sobran comas y faltan puntos. Además, no he quedado muy satisfecha con la traducción de los apodos, porque no entiendo el criterio para traducir unos y no otros.

"Dow borró su sonrisa como un asesino limpiaría su cuchillo"

He dejado para el final la trama, pese a que suele ser lo más relevante, porque en este caso hay poco que decir: Abercrombie se centra más en los personajes y los temas, por lo que, como viene siendo la tónica habitual, la trama es simple. Como ya he mencionado, la novela se centra en una batalla final que dura tres días, así que vemos eso, un par de días antes y un par después. Al principio pensaba que casi 900 páginas de gente pegándose serían aburridas, pero el autor consigue ir cada día variando la fórmula y generando cierto interés. No es mi tipo de libro y no lo he disfrutado tanto por ello, pero en gran medida veo el valor que tiene. Para mí, el mensaje ya es viejo y repetitivo, porque es lo mismo que en todas sus otras novelas con el matiz de centrarse solo en la guerra y mostrarla de forma multiperspectivista, pero he sentido que no me aportaba nada nuevo.

Por suerte, el final es algo mejor que en la novela anterior, donde la visión pesimista del autor lo teñía todo. Es cierto que los personajes sufren y terminan peor que como empezaron, pero aquí cada uno recibe lo que se merece, de manera que los personajes más positivos reciben una minúscula recompensa. Como dice Craw, no siempre lograrás hacer lo correcto, ni siempre recibirás a cambio una recompensa, pero tienes que intentarlo.

En conclusión  esta novela muestra de forma gráfica y certera los horrores de la guerra mediante una visión multiperspectivista que abarca ambos bandos. La trama es simple, pero gana mucho gracias a los temas que trata y a los personajes. Estos últimos son complejos, pero están bien desarrollados y caracterizados, algo difícil teniendo en cuenta lo numerosos que son, y sin duda te quedas con ellos, pese a que todos tengan sus defectos y ninguno sea esencialmente buena gente. Es más, en la novela abundan tanto los grises que el lector es incapaz de inclinarse por un bando o el otro. El tema de la deconstrucción del héroe está muy bien llevado y se critica desde distintas perspectivas. A todo esto hay que sumarle lo bien escrito que está, así como el dominio del discurso indirecto libre. Eso sí, si has leído otros libros del autor, lo más seguro es que sientas que no te aporta nada nuevo, como me ha pasado a mí.

Cosas que he aprendido:

  • El número es más importante que las estrategias
  • Reiterar la idea de que no se puede escapar de la violencia una vez entras en ella
  • La guerra no tiene nada de glorioso
  • Un soldado bueno es un soldado muerto
  • En la guerra no hay héroes
  • Si eres un héroe, algo estará roto dentro de ti
  • Los poderosos siempre ganan

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:

PUNTUACIÓN...3'5/5!

Primeras Líneas...

martes, 22 de agosto de 2023

Frases memorables: Queridos mallorquines. Claves del trato personal en la isla de Mallorca

 

"Uno de los problemas de las grandes ciudades es el agobio que produce la prisa. Estos urbanos ignorantes, queriendo ganar tiempo, lo que consiguen es perder el tempo, es decir, el ritmo adecuado para que las cosas verdaderas puedan ocurrir: la harmonía pitagórica de la que emana el equilibrio del universo. La música sólo adquiere sentido cuando se la interpreta con el tempo adecuado, y, si se la escucha aceleradamente, se llega antes al final, de eso no hay duda, pero no se ha oído música, sino una sucesión atolondrada de notas, y es entonces cuando de verdad se ha perdido el tiempo."

Soy una persona muy tranquila, a la que le gusta hacer las cosas con calma y tomarme mi tiempo, paladeando cada instante. Me pone muy nerviosa la gente que no para quieta, porque me da la impresión de que no le dedican a las cosas la atención necesaria. Rara vez escucho música o veo un vídeo mientras estoy haciendo algo, por muy mecánico y repetitivo que sea; en su lugar, prefiero centrarme en la tarea que estoy haciendo o reflexionar sobre el mundo.

Vivir con prisas no me parece vivir. Como a todos, siento que se me agota el tiempo, porque quiero hacer muchas cosas y la vida no me parece suficiente. Y entonces, pienso en mis antepasados, y cómo ellos disponían de mucho menos tiempo libre que yo y eran felices de todas formas.

Es cierto que antes devoraba los libros de tan rápido que los leía. Sí, antes llegaba a los cien libros al año, ¿pero a costa de qué? De no dedicarles el tiempo suficiente. No te sirve de nada engullir un libro tras otro sin pararte a pensar qué te ha aportado. Sí, te aporta entretenimiento, pero los libros pueden ser entretenidos y al mismo tiempo enseñarte cosas, hacer que te cuestiones tu entorno o transmitirte mensajes. 

Por supuesto, cada persona es como es y puede que algunos puedan asimilar tantas lecturas, pero no es mi caso. Si leo tanto, el recuerdo de esa lectura perdura mucho menos en mi memoria. Prefiero calidad a cantidad. Mi límite, ahora que leo con más calma, es de unas 80 lecturas al año, pero cada uno tendrá un límite distinto. ¿Cuál es el vuestro?

En cuanto al libro del que he extraído la cita, no lo recomiendo. Es una lectura que pasó sin pena ni gloria, curioso y entretenido, que habla sobre algunos tópicos de la isla. El problema es que no te lo puedes tomar al pie de la letra porque no tiene ninguna base científica y tiene más de 25 años, por lo que muchas de las afirmaciones ya no son ciertas. Por ejemplo, la cita solo es aplicable a los pueblos de aquí, pero creo que eso es algo que sucede en todos. De todas formas, si os interesa leer la reseña, la podéis encontrar en este enlace.

sábado, 19 de agosto de 2023

Trilogía A love story, Libro I: La sanguijuela de mi niña, de Christopher Moore

Hace un par de años, vi en la librería de segunda mano un montón de libros de Christopher Moore y decidí llevármelos, pese a que no había leído nada suyo. Con algo de culpabilidad, hace tres años leí Un trabajo muy sucio y me gustó. Por una razón o por otra (porque tienes demasiados pendientes), no le he dado una nueva oportunidad hasta ahora (básicamente, porque este año te estás leyendo los libros con el lomo rojo). Y quizás no ha sido la mejor elección. 

Lo primero es que no me ha parecido tan bueno como el otro, quizás porque este es del 1995, mientras que el otro era de 2006. En segundo lugar, descubrí que era el primero de una trilogía del que solo tengo este y el segundo. Al parecer esto no es muy importante, porque la trama de este se cierra aquí, pero sí que siguen las aventuras de los personajes principales. En tercer lugar, ya cuando estaba terminando la lectura, me percaté de que en realidad era relectura. Al parecer, este libro ya lo había leído antes de tener el blog, hace más de doce años, por lo que no tenía reseña hecha. Lo cierto es que a medida que leía tenía una sensación de déjà vu y todo me sonaba familiar, pero no sabía precisar por qué, hasta que, por intuición, decidí buscarlo entre mis libros digitales y... efectivamente, allí estaba. 

Como os podéis imaginar, es un libro entretenido, pero poco memorable. Os dejo con la reseña.

Nº de páginas: 320
Título: La sanguijuela de mi niña
Título original: Bloodsucking Fiends
Autor: Christopher Moore
Editorial: La factoría de ideas
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788498005141
Año de edición original: 1995
Fecha de lanzamiento: 02/11/2009
Traductor: Victoria Horrillo Maqueda

Sinopsis:
La vida de los vampiros es todo romanticismo y poesía, o no? Cuando la joven Jody se despierta una mañana con parte del cuerpo quemado y una sed de sangre terrible, tiene que enfrentarse a todos los aspectos prácticos de su nueva condición: dónde dormir, cómo conseguir sangre fresca, cómo mantener el tipo ante su madre... No parece una empresa fácil para una chica que no ha visto una película de vampiros en su vida. Cuando Thomas, un escritor frustrado y dependiente a tiempo parcial, se cruza en su vida, Jody coge la oportunidad por el cuello... Literalmente. La sanguijuela de mi niña es el hilarante relato de cómo Thomas trata de vivir con la mujer a la que ama... aunque ella esté muerta.

Opinión:

Si algo hay que reconocerle a Crepúsculo es el mérito de haber revitalizado un género que estaba de capa caída. A partir de su publicación, la literatura padeció un boom de libros de vampiros adolescentes, en los que se despojaba al vampiro de su aura de terror y se incidía en la fascinación que supone el misterio de lo desconocido. La obra de Meyer fue la que tuvo más repercusión, pero no fue la primera que trató dar un lavado de cara al género.

En 1995, Christopher Moore publicó La sanguijuela de mi niña (Bloodsucking Fiends, en el original, algo así como Demonios chupasangre, sin duda un título poco comercial), una sátira a las novelas de vampiros. Jody, una treintañera incapaz de mantener ni una relación ni un trabajo estable, se ve convertida de una noche a otra en una vampira. Sin un manual de instrucciones y con la ayuda de Thomas Flood, un desconocido que se convierte en su chico de los recados durante el día y amante a tiempo parcial durante la noche (siempre y cuando no esté trabajando), irá descubriendo poco a poco qué implicaciones tiene su nueva condición, al mismo tiempo que esquiva el reguero de sangre que apunta en su dirección.

Jody supone un soplo de aire fresco gracias a su actitud ante la vida (o la muerte). Para empezar, su conversión no le supone un drama: dinero a mansalva, habilidades que le confieren una mejor percepción del mundo, eterna juventud, etc. Sí, lo de beber la sangre es sin duda un estorbo, pero alguna solución habrá. Y en cuanto a lo de quedarse roque durante el día, tampoco es tan grave si la puesta de sol la pilla a cubierto. Jody acepta su nueva condición con curiosidad y se lo toma todo con mucho humor. Es alguien simple que no le da muchas vueltas a las cosas, flexible, con capacidad de adaptación e impulsiva. Eso hace de ella un personaje dinámico y poco profundo: el interés no radica en explorar las consecuencias de la inmortalidad o la moralidad del sacrificio ajeno, sino en aplicar un filtro positivista a una situación tan desfavorable como esa.

Flood, por su parte, rompe por completo con el modelo de Macho Alfa que tanto triunfaba en los noventa (y que sigue bastante en boga, por desgracia). En su lugar, es un tipo patético, un hombre mediocre, prudente, que evita la confrontación y el riesgo. Es dependiente, tiene poca confianza en él mismo y carisma, aunque es querido por todos por su afabilidad y es un buen amigo. Vamos, se corresponde con la definición de Macho Beta, como ya clasificó el autor al protagonista de Un trabajo muy sucio. Es por ello que se convierte en el perrito faldero de Jody, aunque a diferencia de ella, que no evoluciona, sí que vemos en él cómo intenta escapar de su anodina vida y experimentar cosas nuevas.

Ambos escapan del esquema de los protagonistas prototípicos, pero una vez los calas, sabes que no puedes esperar nada nuevo de ellos, que no son más que herramientas para la sátira. Quizás la parte que me ha parecido más floja ha sido

la relación entre ambos, porque su dinámica es más de amigos que de pareja. Más allá de la parte sexual, que ambos disfrutan de sobra, pese a los pocos detalles que nos dan, ni tienen demasiado en común, ni tienen gestos el uno por el otro. Son dos desconocidos que se atraen físicamente y que se sienten unidos por un secreto, el vampirismo de Jody, que da intimidad a su relación, pero que a largo plazo no encajan porque la humanidad de uno no es compatible con la inmortalidad del otro. Aquí la falta de seriedad de la novela juega en contra del realismo: su relación se da por hecho y no tiene ninguna profundidad.

En cuanto a secundarios, tenemos a los compañeros de trabajo de Flood, un grupo de personas que trabajan con él en el turno de noche en un supermercado, y que reciben el sobrenombre de los Animales con motivo. Pese a su edad, ninguno ha madurado y son unos gamberros de cuidado, cuyas acciones lindan constantemente con la legalidad. No creo que sean totalmente ficticios y eso es lo que me preocupa: en quién se habrá basado el autor.

Más secundario aún es el Emperador, un vagabundo respetado y conocido en San Francisco, que se considera a sí mismo el protector de la ciudad, pero al parecer es un personaje recurrente, pues ya aparecía en Un trabajo muy sucio. Su actitud de caballero andante chalado no aporta más que una pizca de humor, pero es interesante cómo sirve de unión entre las obras del autor. 

Como habréis notado, no he mencionado aún al vampiro que convirtió a Jody, autor de los crímenes que la rodean, y es que supone una amenaza insignificante, a la que los protagonistas casi no prestan atención. La trama, como habréis notado, es muy sencilla y se centra más que nada en cómo Jody se desenvuelve en la situación en la que se encuentra. Me ha gustado cómo resuelven lo del antagonista al final, pero el tono chick lit más que sobrenatural, la ausencia de un hilo conductor (no tenía muy claro a dónde iba la novela) y la falta de seriedad en algunos temas (aparece un policía necrofílico) hacen que la trama tenga poco interés.

En cuanto al humor, que debería ser la baza principal de la novela, lo he sentido algo flojo. Tiene escenas y comentarios divertidos, pero de esos que te hacen esbozar una sonrisa, no soltar una carcajada. Es divertido, pero se nota que es solo la tercera obra del autor y que aún le falta mucho por pulir.

El final puede que haya sido lo más decepcionante, porque es la parte donde más se aprecia la ausencia de profundidad en las relaciones de personajes. Se toman varias decisiones de forma muy precipitada y la conclusión del romance entre Jody y Flood no he podido creérmela. Además, resulta que este es una primera parte (tengo el resto, aunque no sabía que eran parte de una saga), pero solo porque los protagonistas vivirán más aventuras juntos en el futuro: este libro tiene un final completamente cerrado. El problema es que dudo mucho que los problemas de profundidad se arreglen en el futuro ni tampoco que cambie el status quo; parece que en los siguientes libros solo tendremos un poco más de lo mismo.

En conclusión, para mí este libro es la definición de Bien. Es entretenido, da una vuelta de tuerca al tema de los vampiros, los protagonistas son divertidos y hay bastante humor. No busques reflexiones, ni personajes profundos, ni una trama compleja, porque este libro solo pretende hacerte pasar un buen rato. Y lo consigue.

Cosas que he aprendido:

  • La gente del turno de noche del supermercado no es de fiar.

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:



PUNTUACIÓN...3/5!

Primeras Líneas...

martes, 15 de agosto de 2023

Viñeta del lector 112#


 La viñeta del lector de hoy viene con una dosis de humor, para alegraros un poco el día. Con la cantidad de herramientas que tenemos hoy a nuestra disposición, dudo mucho que nadie llegue al punto de tener que escribir sobre la mesa, pero nunca se sabe. Más de una vez me he escrito algo en la mano para recordarlo, porque no tenía cerca ningún papel en el que pudiera escribir o porque no tenía suficiente tiempo como para abrir la aplicación de notas del móvil (soy muy lenta con la tecnología).

Eso sí, la inspiración puede llegar en cualquier momento, como el instante antes de quedarte dormido, mientras estás tomando una ducha o cuando has salido a pasear, incluso mientras estás charlando con alguien, por lo que a veces el problema no es tanto encontrar un lugar en el que escribir como retener la idea el tiempo suficiente como para encontrar un instante en el que apuntarla.

De todas formas, yo no creo en las ideas relámpago. Es cierto que puedes tener una idea brillante de repente, pero apuntarlo sucintamente en alguna parte me parece inútil, porque cuando revises más tarde esa idea, sin el contexto de lo que te llevó a ello, lo más probable es que te parezca una tontería. Creo que si en algún momento te llega la inspiración, debes escribir todo lo que puedas sobre aquello que has pensado, antes de que pierda los matices que hacen que merezca la pena escribirse. 

En mi caso, me suelo inspirar cuando estoy soberanamente aburrida, pero a mí me gusta madurar las ideas, por lo que esa sensación de "eureka" solo la tengo cuando se me ocurre una palabra concreta que llevaba buscando varias horas. Si hay algo en lo que me esfuerzo es en pulir la prosa, por lo que muchas veces paso minutos enteros dando vueltas a una misma frase, tratando de construirla para que suene exactamente como quiero.

 Y eso es todo por hoy. Espero que os hayáis divertido con la viñeta y que no os hayan aburrido mis palabras. ¿Cuál es el sitio más extraño en el que alguna vez habéis tenido una idea brillante?

jueves, 10 de agosto de 2023

K. L. Reich, de Joaquim Amat-Piniella

Fecha publicación de esta edición: 01/07/2005 
Año de publicación original: 1963
Idioma: Catalán
ISBN: 978-84-297-5672-2
Formato: 19 x 12,5 cm.
Rústica sin solapas
Col·lección: Educació 62
Páginas: 367
Título: K. L. Reich
Autor: Joaquim Amat-Piniella

Sinopsis:
K.L. Reich va ser escrita a Andorra entre 1945 i 1946 tot i que no va poder ser publicada fins al 1963 per culpa de la censura franquista. Aquesta edició presenta el text íntegre fixat el 2001 per David Serrano, professor de Filologia Catalana de la UOC i director del CILEC (Centre d’Investigació de la Literatura Europea Concentracionària), juntament amb un acurat estudi preliminar i un ventall ampli de propostes didàctiques per treballar el llibre dintre i fora de l’aula.
Una eina imprescindible per professors i estudiants que ofereix importants recursos didàctics per la preparació de classes, debats i exàmens.
La novel·la analitza la peripècia vital i moral de l’Emili, un deportat republicà que sobreviu cinc anys en un camp de concentració fent dibuixos pornogràfics per als SS. Entre el Bildungsroman i la novel·la de la condició humana, K.L. Reich és una proposta rellevant al costat d’altres obres canòniques de Primo Levi, Jorge Semprún o Imre Kertész pel que fa a la reflexió, des del laïcisme, sobre les conseqüències de l’Holocaust.

Por qué este título...
A la llum inquietant i adustiva del foc, els ulls li transporten fins el cervell fatigat la sobreimpressió repetida i martellejant al ritme d'aquell moviment de cadena, del segell que porten tots els materials d'un camp de concentració alemany:
K. L. Reich
Escrit amb tinta damunt de la roba, gravat en foc a la fusta, l'Emili ha vist constantment durant quatre anys i mig, i sap que és l'estigma infamant amb què hom l'ha volgut marcar, l'únic epitafi ue han merescut els seus companys morts. Però, ara que està embolcallat en la torpor de la fatiga, mecanitzada la sensibilitat pel moviment automàtic dels seus músculs, oblida la significació de «Konzentrations Lager Reich» i només s'obsessiona pel dibuix de les lletres i del filet que les tanca. La marca passa i repassa per sota els seus ulls i, quan un paquet ve a l’inrevés, o una fusta capgirada, ell mateix ho posa del dret perquè el ritme no es trenqui. De sobte s’adona del que fa i té por del valor simbòlic que pugui tenir aquesta obsessió. És que està realment estigmatitzat? És veritablement una desferra camp de concentració? 

Opinión:
Impresión: Catalán

Soy una ilusa que sigue buscando novelas catalanas que me gusten. Como me interesa el tema de la Segunda Guerra Mundial, decidí investigar esa vertiente, lo que ha dado lugar a mi reciente lectura de El violín de Auschwitz, una novela que me dejó indiferente. Era una obra introductoria que pretendía dar a conocer lo sucedido en los campos de concentración nazis. De tono juvenil, la narración era directa y la trama no entraba demasiado en detalle acerca de los horrores del régimen, para no herir sensibilidades. 

Este libro es muy distinto, hasta el punto que no comparten mucho más que la temática común y la lengua original. Estamos ante una obra madura, enfocada a un público adulto y formado, que trata de hacer justicia narrando las atrocidades que sucedían en los campos de concentración para que no caigan en el olvido. Además, ni siquiera es una novela propiamente dicha, sino unas memorias ficcionalizadas.

"Hom inquiria notícies de la guerra com l'intoxicat demana la droga que ha de tranquil·litzar-lo, i, com ell també, hom se sentia insatisfet en el mateix moment d'obtenir-les. Un cop sabudes, perdien tot llur valor per la pressa a saber-ne de més recents"

El contexto es importante, dicen, pero yo suelo obviarlo. Normalmente, no me interesa quién es el autor ni lo que ha hecho, porque creo que este es independiente de la obra: en la mayoría de casos, el texto no deja traslucir ni la ideología del escritor ni sus vivencias. De vez en cuando hay excepciones, como sucede con este libro que os traigo hoy, donde no se puede desligar la experiencia vital del autor de la historia: el protagonista es una especie de alter ego del escritor, cosa que le permite transmitir sus vivencias y reflexiones. Debido a esto, por una vez, os hablaré un poco de él.

Joaquim Amat-Piniella (1913-1974) fue un escritor catalán que luchó en el bando republicano durante la Guerra Civil Española. Al terminar la guerra, huyó a Francia, donde fue internado en varios campos de concentración, hasta que en 1940 fue deportado por los alemanes a Mathausen, donde pasó cinco años hasta que fue liberado por las tropas estadounidenses y pudo regresar a Cataluña en 1946. El libro de K. L. Reich fue escrito en 1945 y pasó por múltiples reescrituras y revisiones para que pasara la censura. Por eso no se publicó hasta 1963.

Lo primero que cabe decir es que estamos ante un libro muy valiente. Sin duda, hay que tener mucho valor para publicar un libro que critica el régimen nazi en plena dictadura franquista, y más si eres republicano. Para superar la barrera de la censura, la novela obvia por completo la Guerra civil y Emili, el protagonista, nos habla principalmente de su día a día en el campo de concentración. Eso hace que el personaje tenga menos profundidad, ya que hay pocas referencias a su pasado y a la nostalgia que siente, así que parece que no tenía una vida antes de la novela, pero entiendo que no había otra opción.

Se ofrecen pocos datos biográficos, en ningún momento se especifica el nombre del campo de concentración en el que se ambienta la obra y los nombres de todos los personajes son ficticios. Pese a ello, es imposible obviar las similitudes entre el autor y el personaje: ambos se exiliaron de España por sus ideas republicanas, separándose de su mujer, y pasaron por varios campos franceses antes de aterrizar en un campo de concentración alemán, donde resistieron cinco años, hasta la liberación estadounidense. No tengo ninguna prueba, pero tampoco ninguna duda de que todo lo que se relata lo vivió el autor o se lo contó algún compañero. Algo similar sucede con los personajes de la obra, que imagino que existieron de verdad con otro nombre (algo que confirma David Serrano en el estudio preliminar, donde indica nombres). Teniendo eso es cuenta, el relato se vuelve mucho más estremecedor, porque la barrera entre realidad y ficción se tambalea. Es lo que más me gusta de leer obras protagonizadas por los propios autores: saber que todo lo que sucedió fue real. 

Creo que se tiende a idealizar mucho las novelas en las que el autor ha experimentado de primera mano aquello que narra. Sin duda, alguien que haya vivido unos hechos, que los haya sentido en sus propias carnes, podrá hablar de ello con más fidelidad emocional que alguien que solo se haya documentado muy bien, pero para mí, el arte consiste en filtrar la realidad, pasando de lo particular a lo general, con el objetivo de transmitir y crear belleza. A veces los árboles no te dejan ver el bosque, por lo que, puede que no sepas transmitir a los demás la emoción que te ha generado una experiencia, ni lograr que la compartan. Al escribir, los sentimientos tienen que pasar por el filtro de la razón, dejar que el tiempo dé forma al recuerdo, porque si no somos capaces de gestionar lo que sentimos, de desligarnos de nuestra perspectiva, los demás no serán capaces de identificarse con nosotros. Hay que pensar que cada uno tiene una óptica distinta; vivir algo no te convierte en el poseedor de la verdad única.

En esta novela, mediante un lenguaje sencillo y asequible, el autor describe correctamente la vida en un campo de concentración: los distintos espacios, la rutina de trabajo, las condiciones higiénicas, sanitarias y alimentarias, los rangos y las clases sociales, los castigos y torturas... Por supuesto, no estamos ante un ensayo histórico, así que más allá de la descripción puramente objetiva, nos habla del constante miedo a la muerte que siente Emili, del hambre, el cansancio y el pavor al castigo, así como de la naturalización de la violencia y temas como la pérdida de identidad o la deshumanización.

"La trampa que feien els alemanys amb els càstigs col·lectius saltava a la vista: com més injustos, com més dens el clima de terror, com més espectacular la mese en scène, més eficaços resultaven. Els pocs que podien salvar llurs cossos de la fam general i de la fatiga del treball veien devorats llurs esperits en la marea d'aquell neguit constant, del desassossec nerviós del bregar feroç per l'existència"

El problema es que, pese a que la historia empieza con el internamiento de Emili, no vemos cómo se adapta a una rutina de horrores, ni la estupefacción al descubrir que la crueldad humana no tiene límites. La narración es en tercera persona, pero todo se relata desde los ojos cansados de quien ya ha pasado por ello, como el anciano que ahora solo busca narrar su pasado. Todo se cuenta tras una capa de cierta indiferencia, la de aquel que sabe de las injusticias que suceden a su alrededor, pero que está tan acostumbrado a ellas, que las menciona con la certeza de su inmutabilidad.

Emili, con sus matices, es el mismo desde el principio al final de la novela. El personaje transmite de forma sincera cómo se sentía el autor tras los cinco años de internamiento, así como la mentalidad de alguien que se encuentra en una situación así, pero estos pensamientos no avanzan con el personaje. Lo mismo sucede con los demás personajes, que son realistas, pero tampoco evolucionan y se agarran a sus ideales como a un clavo ardiendo.

En esta ocasión, el realismo es una baza en contra del autor, porque si leemos, es porque el mundo nos aburre. La realidad es aburrida. Tiene sentido que no estemos ante una novela con una gran trama, pues en un campo de concentración el único cambio que puede haber en tu vida es perderla. Los prisioneros vivían en una monotonía indefinida, alternando sufrimientos físicos y psicológicos, con el desasosiego de la muerte inevitable. No hacían más que trabajar, soportar los más horribles tormentos y, en sus ratos libres, tratar de sobrellevar el dolor encerrándose en uno mismo.

Como os podréis imaginar, estamos ante una novela de tono intimista y costumbrista, que se centra mucho en la introspección y, curiosamente, en la política.  No os podéis hacer a la idea de la política interna que hay entre los presos, los cuales se organizan incluso en sindicatos y en grupos políticos (anarquistas y republicanos). Siempre había creído que en los campos la gente era muy individualista, pero también es cierto que principalmente he leído sobre judíos. Al parecer, había algunas nacionalidades más privilegiadas que otras y los españoles estaban bastante bien valorados.

Emili se junta con el resto de prisioneros españoles y, pese a sus diferencias, hacen bastante piña y tratan de ayudarse unos a otros. Tampoco es que nos ofrezca una visión idealizada donde los españoles son unos santos, por supuesto que cada cual miraba en su beneficio propio y trataba de sobrevivir cuanto fuera posible, pero también había rangos y los traductores hacían de mediadores y ostentaban cierto poder y privilegios que les permitían conseguir unas mínimas mejoras en la calidad de vida. Toda esta parte de tejemanejes políticos y discusiones sobre ideologías y partidos se me ha hecho bastante aburrida. Entiendo que los personajes tenían que entretenerse con algo, pero personalmente no me ha aportado nada.

Como ya he comentado antes, Emili es el protagonista, pero hay un par más que rivalizan en importancia. La narración es en tercera persona y vacila entre seguir a unos personajes u a otros; depende de la perspectiva que quiera ofrecer y de aquello que le interesa mostrar. Me ha molestado esta narración, tanto porque no permitía centrarse, como porque resultaba artificial, como por el hecho de que no se indica mediante cortes cuando pasamos de un personaje a otro.

Principalmente, tenemos el punto de vista de otros prisioneros españoles que ocupan cargos de distinta importancia en el campo y que ofrecen un contraste ideológico. Los confundía a menudo y no sabía quién era quién, porque lo que los diferencia es principalmente la ideología política, cosa que me interesaba bien poco. El más destacable es August, pero solo por todo el poder que logró reunir, pese a ser un prisionero. 

También tenemos el punto de vista de Hans Gupper, quien estaba al mando de todo el campo. No nos adentramos demasiado en su psicología y su punto de vista es solo una excusa para narrar determinadas escenas en las que Emili no estaba presente. De nuevo, el escritor se ve limitado a aquello que sabía sobre los comandantes nazis, por lo que no se adentra demasiado en el personaje. Por el mismo motivo, el desconocimiento, no hay casi ningún personaje femenino, algo que sin duda se ha echado en falta.

En general la historia es aburrida porque no hay trama y los personajes no resultan interesantes. El libro no se centra en las atrocidades del campo de concentración, sino que nos ofrece detalles de ello aquí y allá, naturalizando el día a día en el lugar. Como si estuviéramos ahí, el tiempo se siente denso, estático, como si alguien hubiera parado el reloj. Los días se repiten entre pequeñas variaciones de horror. He sentido como si alguien, desde dentro, nos narrara lo acontecido en el campo, más con voluntad documental, para que no quede en el olvido, que con la intención de narrar una historia. 

A diferencia de lo que suele ocurrir, se habla muy poco de los judíos y de los hornos crematorios (pese a que a estos últimos les damos un vistazo bien de cerca), seguramente porque el autor tuvo poco contacto con ellos. Hay salpicadas aquí y allá pequeñas anécdotas, sucesos que podrían ser interesantes narrados por sus protagonistas, pero que se nos describen desde la distancia de alguien que lo ha oído contar, como la historia de los amotinados o los grupos de suicidas.

Por último, me gustaría dedicar un pequeño espacio para alabar la edición, de la colección Educació 62. Debido a su enfoque escolar, el libro incluye algún material complementario: un índice terminológico sobre palabras en alemán o concretas de los campos de concentración, bibliografía, lecturas recomendadas, propuestas de trabajo para ampliar cada capítulo y un estudio preliminar, de la mano de David Serrano. Este último me ha parecido un trabajo muy bien realizado, que se fundamenta en un gran análisis y una buena documentación. Permite comprender con más profundidad la complejidad de la obra y de sus personajes, además de ponerlos en contexto.

Se me hace difícil valorar un libro así. Por una parte, entiendo que es una obra de denuncia que pretende mostrar con cierta objetividad las vivencias de alguien que sufrió en un campo de concentración. Los culpables deben pagar y la historia no debe repetirse: para ello tienen que conocerse las atrocidades que tuvieron lugar, pero sin resarcirse en ellas por respeto. Mediante un personaje ficcionalizado, el autor nos relata su experiencia en un campo, pero se olvida del arte, por lo que la narración es sencilla, con un vocabulario asequible, pero sin alma. La trama, narrada en tercera persona y focalizándose en varios personajes, no sigue un hilo narrativo concreto más allá de relatar el día a día de los prisioneros, con alguna anécdota salpicando la historia. Es una obra tan realista que aburre. Además, contiene muchas digresiones políticas y filosóficas que hacen que la obra se vuelva densa y que, para el lector medio, carecen de interés. Tampoco puedes agarrarte a los personajes, porque no son nada del otro mundo y se diferencian sobre todo en sus ideologías políticas. No sabemos quiénes eran, solo quienes son, y eso hace que te sean menos cercanos. Veo el valor del libro, pero no ha sido para mí.

Cosas que he aprendido:

  • He recordado la suerte que he tenido de haber nacido aquí en esta época.
  • He conocido de cerca los repulsivos hornos crematorios.
  • El ser humano es un animal sociable, da igual la circunstancia en la que se encuentre: tiende a agruparse.

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:

PUNTUACIÓN...2'5/5!

Primeras Líneas...