miércoles, 5 de febrero de 2025

No reseña: Tengo tu número, de Sophie Kinsella

Introducción 

No hay muchas "no-reseñas" en el blog: pocas veces me apetece hablar largo y tendido de un libro que he abandonado (tengo una de La sombra del viento y otra de El bebedor de lágrimas). Sí que me apetecía mencionar brevemente las razones que me hacían dejar los libros y de ahí surgió la sección "Libros abandonados". Cuando hago una reseña negativa, quiero poder hablar con propiedad del libro, por lo que me esfuerzo en leerlo de principio a fin. Es lo que intenté hacer con Tengo tu número, de Sophie Kinsella: me forcé a seguir leyendo para poder comentarlo, aunque a la página 100 tuve que tirar la toalla.

Podría haberme limitado a mencionar de pasada mi disgusto en la sección "Libros abandonados", pero me sentía tan irritada que necesitaba desfogarme, compartir mis impresiones y hacer una reflexión sobre lo dañinas que me parecen las novelas chick lit. Por supuesto que es un género entretenido que puedes disfrutar si no te importa apartar la mirada crítica; el problema es que los mensajes negativos que transmiten estas novelas se interiorizan inconscientemente, en especial si solo lees este tipo de obras.

Aviso desde ya que no he terminado el libro y que mi opinión está limitada por ello. En esta entrada voy a destripar la obra (he leído las primeras cien páginas y he hojeado el resto hasta el final) y citaré algunos fragmentos para justificar mis argumentos. Esta no es el primer libro que he leído del género y no es peor ni mejor que muchos otros. Sin embargo, considero que, por sus características, los representa, y que me puede resultar útil para ejemplificar los puntos que quiero tratar. Por supuesto, el debate es bienvenido: podéis rebatir mis argumentos, criticar todo lo que no compartáis y comentar cualquier cosa relacionada con la entrada en los comentarios. No solo eso: os invito a recomendarme obras del género (la esperanza es lo último que se pierde) que no tengan ninguno de los problemas que describiré a continuación.

La novela chick lit

La novela chick lit tiene cierto mérito: en una época en la que los personajes femeninos solo cumplían el papel de mujer florero, reivindicó que las mujeres, pese a seguir supeditadas emocionalmente a los hombres, tenían habilidades útiles fuera del hogar, podían ser independientes económicamente y apoyarse las unas a las otras. No está nada mal para empezar. Mi problema es que las obras del género que se publican actualmente siguen defendiendo los mismos valores que las de hace cuarenta años. Es como si nos hubiéramos quedado estancadas en la primera ola feminista, en la que se defendía el derecho al divorcio, y no haber avanzado hasta la segunda, en la que se defendía el derecho al aborto.

Este tipo de obras están protagonizadas por mujeres (¿conocéis alguna protagonizada por hombres o dirigida a un público masculino?) en la treintena, con un trabajo que no las apasiona, pero que les permite ir tirando, y un par de amigas que las apoyan (nunca de la mejor manera). Son mujeres con las que muchas podemos identificarnos: sencillas, tímidas, algo patéticas, ingenuas, confiadas y buenas con todo el mundo. Vemos su día a día, muy similar al nuestro, en el que no paran de tropezar con obstáculos cotidianos que se van encadenando uno detrás de otro, en los que meten la pata y de los que salen como pueden, muertas de vergüenza. La lectora empatiza enseguida con la protagonista: todas hemos pasado por momentos de tierra trágame, aunque no con la misma frecuencia que en estas novelas. La exageración está muy presente en estas obras, tanto por la cantidad de problemas a los que tienen que hacer frente al mismo tiempo, como por la actitud de las protagonistas, que reaccionan a todo de forma desproporcionada e histérica.

Pese a tener la vida bastante resuelta y no cargar con traumas a sus espaldas, las protagonistas de estas novelas tienen unos problemas de confianza enormes que solo pueden resolverse con la validación por parte de un hombre. No hay novelas chick lit con mujeres satisfechas con sus parejas (de nuevo, se aceptan recomendaciones), sino que suelen ser mujeres solteras que buscan a su príncipe azul o que tienen una relación tóxica de la que solo se ven capaces de escapar si encuentran un mejor partido.

Tengo tu número, de Sophie Kinsella

Poppy se corresponde a la perfección con la descripción de más arriba: es una joven en la treintena que trabaja de fisioterapeuta y que tiene un par de amigas (aunque para amigas así, más vale no tenerlas). Hace un mes conoció en su consulta a un profesor universitario y la boda es en diez días. En sus propias palabras:

¡Voy a casarme! Yo, Poppy Wyatt. Con un profesor universitario alto y guapo que ha escrito un libro y hasta ha salido por la tele. Hace solo seis meses, mi vida amorosa era un completo desastre. Llevaba un año sin ninguna novedad significativa y estaba planteándome de mala gana si debería darle a aquel tipo de match.com, el de la halitosis, una segunda oportunidad… ¡y ahora solo faltan diez días para mi boda!

Sin necesidad de hablar aún de la relación de estos dos, ya empezamos mal. No hay ningún debate moral respecto a liarse con un paciente, más allá de una crítica en broma por parte de la jefa, pero eso es lo de menos. Lo que más me molesta es que se muestra como algo positivo que conozcas a alguien y te cases con esa persona al poco de conocerla. Y no es solo casarte: no creo que debas siquiera salir con alguien a quien no conoces bien, ya que después de un tiempo, resultará que esa persona no es como pensabas y entonces será mucho más doloroso dar marcha atrás. Claro que puedes sentirte atraída por alguien nada más verle, sin embargo, antes de atarte emocionalmente debes conocer bien al otro. No salgas (ni te cases ni mucho menos tengas hijos) con alguien con quien discutes frecuentemente (por mucho que después os reconciliéis) y con quien no tienes nada de lo que hablar, pese a la atracción. 

En fin, la novela empieza con Poppy en un brunch pijo junto a sus mejores amigas, que quieren felicitarla por la boda. Cuando suena la alarma de incendios, Poppy pierde su anillo de compromiso en la avalancha de gente. Le cuenta lo sucedido a sus amigas, que le desean mucha suerte y se marchan del lugar. Viva la amistad. Es verdad que cuando les pregunta, todas intentan recordar dónde lo vieron por última vez, pero solo responden con evasivas. Durante la novela a veces le preguntan a ver si hay noticias del anillo; pese a ello, en ningún momento ofrecen un apoyo sincero y yo no les perdonaría que me dejaran en la estacada en una situación así. Desde el principio, estaba convencida de que el anillo lo tendría una de ellas (pese a las sonrisas y bromas, la mayoría sienten envidia) y efectivamente, así es. Os lo comentaré más adelante, porque al menos hay cierta sororidad en la revelación.

El caso es que Poppy empieza a buscar desesperadamente el anillo, y cuando os digo que un poco más y llama al FBI, no bromeo. Esta es la reacción de Poppy cuando se entera de que una de las mujeres de la limpieza, que días después está de vacaciones, puede que sepa algo del anillo:
La encontraré. Cueste lo que cueste. Detectives, policía, la Interpol… ya me imagino en la sala del juicio, señalando el anillo dentro de una de esas bolsas de plástico donde se guardan las pruebas, mientras una mujer de mediana edad, presumiendo de moreno de la Costa del Sol, donde ha estado escondida todo este tiempo, me lanza una mirada asesina desde el banquillo de los acusados.
Podría ser gracioso si no lo estuviera pensando seriamente. Repito: no es una broma. La novela está narrada en primera persona, así que vemos los pensamientos de Poppy constantemente, y en ningún momento se pone seria y nos da a entender que esos pensamientos son una válvula para, con el humor, evadirse de la realidad. Por supuesto que en el mundo hay gente que es una drama queen, pero Poppy está en otro nivel. Para muestra, un botón: así empieza la novela.
Perspectiva, solo necesito un poco de perspectiva. No es un terremoto ni un loco con un rifle ni una fuga radiactiva, ¿no? En la escala de desastres, no es de primera magnitud. Repito, no es un desastre de primera magnitud… Supongo que algún día recordaré este momento, me reiré y pensaré: «Ja, ja, ja. ¡Qué tonta fui por angustiarme de esa manera…!».
Déjalo, Poppy. No te esfuerces. No me hace ninguna gracia y, de hecho, hasta me estoy mareando. Aquí estoy, recorriéndome a tientas todo el salón de baile del hotel, con el corazón desbocado, registrándolo de arriba abajo y buscando inútilmente en la moqueta con el estampado azul, por detrás de las sillas doradas de banquete, debajo de las servilletas de papel tiradas por el suelo, en los lugares donde sé que es imposible que esté.
Lo he perdido. La única cosa en el mundo que se suponía que no podía perder. Mi anillo de compromiso.
Ese es el tono general de la novela. Y yo, tonta de mí, seguí leyendo. No es que no sea creíble que alguien reaccione de esta manera; sin embargo, las repeticiones y que el personaje alargue tanto sus comentarios es lo que hace que pierda credibilidad. La gente no piensa así, y menos cuando estás buscando algo desesperadamente. Si el texto fuese el siguiente, me parecería mucho más creíble.
Perspectiva, solo necesito un poco de perspectiva. En la escala de desastres, no es de primera magnitud. Supongo que algún día recordaré este momento y me reiré, pero ahora mismo no me hace ninguna gracia. Aquí estoy, recorriendo el salón de baile del hotel, con el corazón desbocado, registrándolo todo de arriba abajo y buscando en los lugares donde sé que es imposible que esté. ¿Cómo puedo ser tan torpe como para perder mi anillo de compromiso? [texto editado]
La escena de la búsqueda desesperada de la protagonista dura páginas y páginas. Fijaos en las reacciones desproporcionadas que he marcado a continuación en negrita en los dos fragmentos siguientes. Para que veáis que es algo constante:
Pues claro que he mirado en el lavabo. He buscado en todos y cada uno de los cubículos, de rodillas incluso. Y luego en los lavamanos. Dos veces. Y luego he intentado convencer al recepcionista para que lo cerrase y mandase examinar todas las tuberías, pero se ha negado. Ha dicho que sería distinto si yo supiera con certeza que lo había perdido ahí dentro, y que estaba seguro de que la policía estaría de acuerdo con él, y que si hacía el favor de apartarme del mostrador, que había gente esperando.
Policía. ¡Bah! Creía que en cuanto los llamase, vendrían a todo correr con sus coches patrulla y sus sirenas, y no que me dirían que me pasase por la comisaría a presentar una denuncia.
—¿Señorita? —Una señora de la limpieza con el pelo gris intenta rodearme con un aspirador y yo doy un respingo, horrorizada. ¿Es que ya van a pasar el aspirador? ¿Y si se lo traga ese cacharro? [Chica, llevas horas buscando y tienen que limpiar, es su trabajo]
Oye, bonita, que estoy intentando limpiar. —La mujer de la limpieza me quita las servilletas de las manos—. Mira qué jaleo estás armando… ¡Lo estás poniendo todo perdido! [El cliente es lo primero. ¿Qué señora de la limpieza regaña y trata con tan poco respeto a un cliente?]
—Lo sé, lo sé. Lo siento. —Me agacho para recoger los moldes de papel de las cupcakes que he tirado al suelo—. Pero es que no lo entiende, si no encuentro ese anillo, estoy muerta.
Me dan ganas de coger la bolsa de la basura y realizar un examen forense del contenido con unas pinzas. Me dan ganas de rodear la totalidad del salón con cinta policial amarilla y declararlo una escena del crimen. [Si tuviera las herramientas a mano, lo haría. No es broma]. Tiene que estar aquí, tiene que estar…
A menos que se lo haya llevado alguien. Esa es la única otra posibilidad que se me ocurre. Una de mis amigas se lo ha probado, aún lo lleva en el dedo y, por lo que sea, no se ha dado cuenta. A lo mejor se ha caído accidentalmente en el interior de un bolso… quizá se ha colado en un bolsillo… se ha quedado prendado en los hilos de algún jersey… las posibilidades que barajo en mi cabeza cada vez son más y más rocambolescas, pero no puedo dejar de pensar en ellas.
El último párrafo no lo he añadido como muestra de la exageración, sino de la ingenuidad de la protagonista. ¿Por qué en ningún momento se plantea que alguien (sus amigas o un desconocido) lo haya robado conscientemente? Hay gente ingenua, pero no tanto. Y que nadie critique a la protagonista por esta actitud o lo haga notar como algo extraño, da a entender que todas las mujeres son así. 

Sigamos con la trama. Como las desgracias nunca vienen solas, entonces, mientras está buscando cobertura con el móvil, justo cuando una amiga le iba a contar dónde creía que estaba el anillo (curiosamente, nunca se vuelve a esto ni le vuelve a preguntar a su amiga), se lo roban. Que sí, que nos pueden pasar dos desgracias juntas, la vida es así; el problema es cuando las casualidades empiezan a amontonarse una detrás de otra, que es lo que pasa aquí.

Poppy ha perdido el móvil y eso es el fin del mundo. En parte, puedo entenderlo: a mí me dolería mucho perder todas las fotos y conversaciones que guardo ahí, así como los números de teléfono; el caso es que, para Poppy, el drama es que si alguien llama para informar sobre su anillo, no podrá responder. No es que fuese un móvil caro y, aunque dice que guarda toda su vida ahí, en la época de la novela no había WhatsApp (se comunica con la gente por correo electrónico, así que no ha perdido nada) y no lamenta haber perdido fotos ni números de teléfono. Para que veáis su reacción exagerada en estos dos fragmentos:
Yo no estoy escuchándole, sino que estoy echándome a temblar. Nunca había sentido tanta angustia ni tanto pánico. [¿Ni siquiera hace un rato cuando has perdido el anillo?] ¿Y ahora qué hago yo sin mi teléfono? ¿Cómo funciono? Mis manos no dejan de irse derechas al bolsillo donde suelo guardar mi móvil, en un reflejo automático. Mi instinto quiere que le mande un mensaje de texto a alguien: «¡Diossss: he perdido el móvil!», pero ¿cómo puedo hacer eso sin un puto móvil?
Mi móvil es mi gente. Son mis amigos. Es mi familia. Es mi trabajo. Es mi mundo. Lo es absolutamente todo. Me siento como si alguien me hubiese desconectado de todas las máquinas de soporte vital.

Ahora que ya me he calmado un poco, empiezan a asaltarme pensamientos homicidas. ¿Se da cuenta ese tipo de la sudadera de que me ha destrozado la vida? ¿Se da cuenta de lo vital que es un móvil? Es lo peor que puede robarse. Lo peor [Se me ocurren muchas cosas peores, la verdad]. 

Entonces, casualmente (¿veis lo que os decía de las casualidades?), encuentra un móvil de otra persona y decide quedárselo y dar su nuevo número a todo el mundo, en lugar de comprar otro nuevo. La novela es de 2012: de verdad que en aquella época un móvil desechable no era tan caro. 

A estas alturas ya tengo elaborada una teoría francamente buena, hasta podría ser Poirot. Este es el móvil de Violet Russell y lo ha tirado a la basura, porque… bueno, por la razón que sea. [Aquí podéis como la inteligencia de Poppy sigue brillando por su ausencia. El móvil venía junto a una tarjeta identificativa. No ha deducido nada.]

A continuación voy a saltarme toda una escena en la que Poppy hace de telegrama cantante (no había oído esto en la vida) y dedica una versión de All the single ladies a un grupo de empresarios japoneses, con la letra modificada para cantarla solo con el nombre del ejecutivo principal. Os prometo que con contexto no mejora mucho. Esto la lleva a conocer a Sam (quien le ha pedido que entretenga a los japoneses un rato como sea), el jefe de la anterior propietaria del móvil que acaba de encontrar. A partir de aquí, empieza la amistad entre ambos, donde Poppy, además de seguir con su trabajo como fisioterapeuta, realiza parte de las funciones de secretaria, y reenvía los mensajes a Sam. Unos mensajes privados y personales que POR SUPUESTO que no lee sin su consentimiento. En ningún momento se critica que la protagonista invada la privacidad de Sam; al contrario, se la felicita por ello, ya que le da buenos consejos sobre su relación con los demás y se fija en detalles que el otro no había visto. 
A medida que voy desplazándome por los mensajes voy sintiéndome cada vez más incómoda. Nunca había tenido tanto acceso al teléfono de alguien, ni al de mis amigas, ni siquiera al de Magnus. Hay cosas que no quieres compartir con nadie. Vamos, que Magnus ha visto hasta el último centímetro de mi cuerpo, incluidas las zonas más desastrosas, pero nunca le dejaría acercarse a mi móvil, eso jamás. Los mensajes de Sam se mezclan desordenadamente con los míos, lo cual también es una sensación muy rara. Veo que hay un par de mensajes para mí, luego seis para Sam y luego otro para mí. Todos pegaditos los unos a los otros, tocándose. Nunca había compartido una bandeja de entrada con nadie. No esperaba que fuera algo tan… íntimo. Es como si de pronto compartiéramos el cajón de la ropa interior o algo así. [Compartir bandeja de entrada con alguien es "íntimo" y muestra la confianza entre ambos. En fin, hay fetiches para todo.]
No me resisto a la tentación de escribir «Willow» en la función de búsqueda del aparato y aparecen una serie entera de e-mails. Hay uno de ayer mismo, con el título «¿Tú quieres joder conmigo o lo que quieres es JODERME, Sam? ¿¿¿O ES QUE NO TE DECIDES???» y me entra otro ataque de risa. Ay, ay, ay… Seguro que tienen una de esas relaciones con altibajos todo el tiempo, como en una montaña rusa. A lo mejor se tiran cosas a la cabeza y se insultan y se gritan y luego acaban haciéndolo apasionadamente en la cocina… [Como veis, mira sin permiso mensajes muy personales de Sam. Y no solo eso, el fragmento en negrita me parece una idea muy tóxica sobre las relaciones.]
Acaba de enviarte un mensaje alguien que se llama Willow, por cierto —añado, con toda naturalidad—. Ahora mismo te lo reenvío. Lleva un adjunto que parecía muy importante, pero, como es lógico, yo no lo he mirado, para nada. Ni lo he leído ni nada que se le parezca. [Si alguien mencionara que no sabe mentir, lo podría aceptar, pero esta ineptitud me parece de niño de cinco años.]
La novela podría sostenerse solo con esto, porque además hay toda una trama de corrupción empresarial de la que no he leído nada, pero todo esto convive con la trama del anillo y de la futura boda de Poppy. Y es que mientras empieza a hacer buenas migas con Sam (fijaos: un hombre positivo, que la valora y aprecia, que será el salvavidas cuando la relación tóxica de Poppy se rompa) seguimos con los problemas de Poppy buscando el anillo y relacionándose con sus suegros. Estos son unos sabelotodos repelentes que la menosprecian con cada comentario (su futuro marido nunca la defiende) porque se sienten superiores. No son malos, solo es que están en otro nivel e, involuntariamente, no dejan de recordárselo a Poppy. 

Mi peor momento de todos: cuando estábamos viendo el concurso University Challenge todos juntos en la sala de estar, cuando tocó un tema sobre huesos. ¡Mi especialidad! ¡Eso lo había estudiado! ¡Me sé todos los nombres en latín y esa clase de cosas! Pero cuando estaba tomando aliento para responder a la primera pregunta, Antony ya había dado la respuesta correcta. Fui más rápida la siguiente vez… pero se me adelantó de todos modos. A partir de ahí, todo fue como una carrera, y ganó él. Luego, al final, me miró y preguntó: «¿Es que no enseñan anatomía en la facultad de fisioterapia, Poppy?», y creí que me iba a morir de vergüenza.

Todo esto me ha parecido degradante, no solo por Poppy, que en algunos momentos parece que sufre un retraso mental, sino porque la novela nos muestra que todos los investigadores universitarios son así (los padres no son la excepción, toda la familia se comporta así). Es decir, la obra vende una idea muy equivocada de cómo es este tipo de gente y, encima, las conversaciones no son creíbles, como si todos los académicos tuvieran la empatía de una piedra. Aquí podéis ver dos ejemplos de ello:
—¡La fi-an-cée! [La gente no va por ahí hablando otros idiomas solo para presumir.]—Pronuncia la palabra con una delicadeza que raya en el ridículo—. La prometida…
—La novia afianzada… —Apostilla Antony, levantándose de su asiento en la mesa. Lleva la misma chaqueta de tweed que luce en la contracubierta de su libro [recordemos que ha escrito un libro] y me examina con la misma mirada penetrante y desagradable—. «El oriol se casa con su amada pintoja, el lirio es el novio de la abeja…». [Esto no viene a cuento de nada, estoy tan perdida como Poppy.] ¿Otro para tu colección [porque hacen esto frecuentemente], querida? —le pregunta a Wanda.
—¡Exacto! Necesito un bolígrafo. ¿Dónde hay un bolígrafo? —Wanda se pone a rebuscar entre los papeles que ya se desbordan de la encimera—. Y pensar en todo el daño que se le ha hecho a la causa feminista por culpa de un antropomorfismo ridículo y ocioso. [¿Podríais introducir el tema y explicar de qué estáis hablando?] «Se casa con su amada pintoja». ¿A ti qué te parece, Poppy? [¿Qué le va a parecer? La conocen, saben que no tiene ni idea, ¿para qué dejarla mal?] —Se dirige a mí y sonrío con cara de circunstancias.
No sé de qué narices están hablando, no tengo ni idea [ídem]. ¿Por qué no pueden decir «Hola, ¿cómo estás?» como la gente normal? [Efectivamente, esta conversación es lo primero que pasa al reencontrarse con sus suegros después de varios meses. ¿Por qué actúan tan raro? Porque le interesa a la historia.]
—Sí, ¿tú qué opinas de la respuesta cultural al antropomorfismo? Desde la perspectiva de una mujer joven.
Se me encoge el estómago al advertir que Antony me está mirando otra vez. Madre de Dios… ¿Me habla a mí? ¿Antropo qué? [No es una palabra tan rara.]
Siento que si me pusiera sus preguntas por escrito y luego me diera cinco minutos para repasármelas (y con un diccionario), entonces tendría un mínimo de posibilidades de que se me ocurriera una respuesta inteligente. Porque, en fin, yo he ido a la universidad. He presentado trabajos con palabras largas en ellos, e incluso una tesina. Mi profesora de lengua me llegó a decir una vez que tenía una «mente ávida». [En este párrafo, en lugar de parecer que los otros son superiores, Poppy parece tonta.]

 —Por supuesto, el humor es una forma de expresión que, sin duda, hay que tener en cuenta en la narrativa cultural —dice Wanda un tanto vacilante—. Creo que Jacob C. Goodson hizo un estudio interesante sobre eso en «Por qué bromean los humanos».
—A mí me parece que era «¿Bromean los humanos?» —la corrige Antony—. Sin duda, su tesis era…
Ya están otra vez. Respiro hondo, con las mejillas aún encendidas. No puedo con esto, me supera. Quiero que alguien pregunte por las vacaciones, o por la serie EastEnders, o cualquier otra cosa menos esto.
Porque, a ver, yo quiero a Magnus y todo eso, pero llevo aquí cinco minutos y ya me va a dar un ataque de nervios. ¿Cómo voy a sobrevivir a las Navidades todos los años? ¿Y si nuestros hijos salen todos superdotados y no entiendo lo que dicen y me miran por encima del hombro porque no tengo un doctorado?

Al escribir una novela, tienes que documentarte para que tus personajes sean creíbles y para evitar caer en estereotipos que perpetúen ideas equivocadas. Este retrato de la familia del novio me parece un reflejo del estereotipo que tiene la gente sobre los académicos (personas antisociales, poco empáticas, que menosprecian a los demás, orgullosas, que presumen de conocimientos y que solo saben hablar de temas académicos). Os dejo un par de perlitas más de Poppy sobre la familia de su prometido:
No quiero que se me malinterprete, yo me considero una persona bastante inteligente. Sí, hombre, para ser una persona normal que ha ido a la escuela y luego a la universidad y ha encontrado trabajo y todo eso, pero ellos no son personas normales, están en otro nivel, muy por encima de la gente normal. Tienen unos supercerebros. Son la versión académica de Los Increíbles [13]. Yo solo he estado con sus padres unas pocas veces, cuando volaban a Londres para que Antony diera alguna conferencia importante, pero con eso ya tuve bastante para darme cuenta. Mientras Antony daba una charla sobre teoría política, Wanda presentaba un artículo sobre el judaísmo feminista a un grupo de expertos, y luego los dos aparecían nada menos que en The Culture Show, adoptando posturas opuestas sobre un documental acerca de la influencia del Renacimiento [14].

[13] Me pregunto si tomarán suplementos de omega 3. Tengo que acordarme de preguntárselo.

[14] Sí, ya lo sé. Yo los escuchaba con mucha atención y ni aun así conseguía discernir en qué puntos no estaban de acuerdo. Me parece que el presentador tampoco se enteraba mucho, la verdad.

En cuanto al primer fragmento, en el mundo real, los académicos están especializados en uno o varios temas: no pueden escribir artículos o participar en debates sobre cualquier cosa. En cambio, en la novela se muestra que dominan un montón de campos de conocimiento. En cuanto al segundo fragmento, lo del omega 3, la protagonista lo cree genuinamente. En el último fragmento vemos cómo intenta defenderse y mostrar que los académicos no solo son más inteligentes que ella, sino que el resto del mundo, como el presentador. Absurdo que el moderador de un debate no sepa del tema.

Como os comenté, este género defiende mucho la sororidad entre mujeres. Por eso, al final, pese a que no sea coherente con lo que nos han mostrado, hay una escena (la leí entera) en la que Poppy estalla y recrimina a la madre de su prometido la actitud que tienen con ella. Entonces se nos revela que a la familia le cae muy bien Poppy (cosa que no se ha mostrado en absoluto), que les parece la nuera perfecta, que nunca han pretendido que se sintiera mal y consideran que su hijo no merece a una chica tan buena como ella. Y entonces se reconcilian y ambas comparten su preocupación por cómo el prometido trata a Poppy, apoyándose la una a la otra, pese a sus diferencias. Tan bonito como absurdo.

La relación entre Poppy y su prometido (paso, no recuerdo su nombre) es una relación tóxica sin maltrato: simplemente, no encajan. Para empezar, no hay ningún tipo de confianza: Poppy en ningún momento se plantea contarle lo de que ha perdido el anillo y le cuenta lo de que ha perdido el móvil como algo casual, sin entrar en detalles: 

 —¿Qué mensaje? Ah… —De pronto, caigo en la cuenta—. Pues claro. Es que he perdido el móvil. Ahora tengo un número nuevo. Espera, que te lo doy.
—¿Que has perdido el móvil? —Magnus me mira extrañado—. ¿Qué ha pasado?
—¡Nada! —exclamo alegremente—. Solo que… lo he perdido y he tenido que buscarme uno nuevo. No pasa nada. No es ninguna tragedia.

Sí que ha sido una tragedia, cosa que no le confiesa. Hay tan poca conexión, que él cree que se lleva muy bien con su familia y se traga mensajes como el siguiente:

¡Genial! ¡¡¡Me muero de ganas de ver a tus padres!!! ¡¡¡Qué bien!!!! PD: ¿Antes podría verte fuera un momento a solas? Tengo que comentarte una cosita. Es una cosita de nada, algo insignificante. Bssss.

Poppy no está intentando ser sarcástica, es que miente de pena, y él, pese a su inteligencia, no se da cuenta, y no le pregunta después qué era lo que quería comentarle. A eso hay que sumarle que no tienen nada en común y que Poppy se siente inferior a su lado. Aquí tenéis dos ejemplos:

Y no son libros con nudo, trama y desenlace, por cierto. Son libros con notas al pie. Libros sobre temas concretos, como historia, antropología y relativismo cultural en Turkmenistán. [¡Cuidado! ¡Escriben libros serios para gente inteligente! No libros de narrativa, como lo que lee la gente corriente e inculta. Este comentario es de Poppy sobre la familia de su prometido (y sobre su prometido).]

Se ha especializado en Simbolismo Cultural. Me leí en diagonal su libro [si alguien te gusta, te lo lees entero y si no lo entiendes, lo admites y le preguntas cosas], La filosofía del simbolismo, después de nuestra segunda cita y luego fingí que me lo había leído hacía siglos [para qué vamos a empezar una relación siendo sinceros], casualmente, por placer (cosa que, para ser sincera, no se creyó ni por un minuto). Total, el caso es que me lo leí, y lo que más me impresionó es que estaba totalmente plagado de notas al pie. Ahora me chiflan. ¿A que son superútiles? Solo tienes que meterlas donde te parezca y ya está: automáticamente te conviertes en una persona lista.

No entiendo por qué están juntos estos dos. ¿Qué ha visto el prometido en Poppy? Como se nos desvela al final, quiere casarse con ella solo porque le parece guapa y quiere demostrar a su familia que es capaz de comprometerse con alguien. ¿Qué interés tiene Poppy en él? Que es guapo, listo, de familia rica y tiene un doctorado. Sus amigas tienen una concepción similar del hombre ideal y en ningún momento hay ningún comentario sobre esta idea de las relaciones:

Annalise se hizo fan de la Maratón de Londres hace unos años, cuando estaba viéndola por la tele y se dio cuenta de que estaba hasta arriba de cuarentones atléticos y motivados que seguramente estaban solteros porque lo único que hacían era salir a correr, y sí, bueno, los cuarentones eran un poco mayores, pero ¿y el pedazo de sueldo que debían de ganar cada mes? Así que lleva ofreciéndose voluntaria como fisioterapeuta de urgencia todos los años. Se va directamente a los más atractivos y les da masajes en los gemelos o lo que sea mientras les clava esos ojazos azules y les dice que ella también ha apoyado siempre esa organización benéfica.

Aunque se nos quiera vender la idea de que la protagonista es independiente, no solo toda su trama gira en torno a los hombres (tanto Sam como su prometido), sino que sus aspiraciones e ideales son los que siempre se han asociado a la mujer. Aquí podéis ver lo que opina Poppy del matrimonio:

Ya sé que a algunas novias lo que más ilusión les hace es la música o las flores, pero a mí lo que más me emociona son los votos: «En lo bueno y en lo malo… En la riqueza y en la pobreza… Y además te doy mi palabra…». Toda mi vida he oído estas palabras mágicas, en las bodas familiares, en las escenas de las películas, hasta en los enlaces reales. Las mismas palabras, una y otra vez, como poemas transmitidos de generación en generación a lo largo de los siglos. Y ahora vamos a decírnoslas el uno al otro. Se me estremece todo el cuerpo de la emoción.

¿Por qué le emocionan los votos? Quizás porque se siente insegura y necesita oír a alguien que jure delante de todo el mundo fidelidad absoluta y le demuestre que merece ser querida. Esto lo digo yo, no la novela, donde no hay ninguna reflexión sobre la actitud y la mentalidad de Poppy. Mi problema no es que haya una mujer a la que le emocionen las bodas, mi problema es que, al tener solo el punto de vista y la opinión de Poppy, se nos da a entender que esa es la mayor aspiración de una mujer. Además, aunque la novela intenta desentenderse de ello, sigue perpetuando roles asociados a la mujer:
Magnus y Felix dijeron que iban a limpiarla esta tarde, pero la cocina parece un campo de batalla. La mesa está llena de cajas de comida para llevar y hay una pila de libros encima de la plancha-asadora e incluso uno dentro de una cazuela.
—Vuestros padres regresan mañana. ¿No deberíamos hacer algo?
Magnus se queda impertérrito.
—A ellos les va a dar igual.
Está muy bien que diga eso, pero yo soy la (casi) nuera que ha estado viviendo aquí y que cargará con todas las culpas.
El fragmento empieza bien: los hombres se van a encargar de la limpieza de la casa...  pero no lo hacen y termina haciéndolo ella, porque (ojos en blanco) si la casa está sucia, después le echarán las culpas a ella por no saber mantener la casa, cosa que es tarea de mujeres. Por no mencionar lo absurdo que me parece que tengan un libro dentro de una cazuela (otro estereotipo asociado a los académicos: dejan las cosas en cualquier parte).

Percibo un olor agrio en el aire y me doy cuenta de que la salsa boloñesa se está quemando. Wanda está ahí como un pasmarote, al lado de los fogones, hablando sin parar de Aristóteles, sin darse cuenta siquiera. Le quito la cuchara de madera de la mano con cuidado y empiezo a remover. Gracias a Dios, no hay que ser un premio Nobel para hacer eso.

En este fragmento pasa lo mismo. De nuevo, tenemos otro ejemplo de los estereotipos asociados a los académicos (Wanda está tan enfrascada hablando de temas intelectuales que está completamente disociada de la realidad), al mismo tiempo que se perpetúan roles de género: Wanda, una mujer, es quien está cocinando, pero como está despistada, es la protagonista, otra mujer, quien termina encargándose de preparar la comida.

Decidí decir basta en la escena del reencuentro de Poppy con sus suegros. Fui leyendo, completamente pasmada, incapaz de creerme cómo a cada página el menosprecio y las situaciones vergonzosas por las que pasaba la protagonista eran mayores. Con tal de que no descubran que ha perdido el anillo, llega al extremo de ponerse unos guantes navideños en pleno mes de abril, justificándolo con que se ha quemado la mano, y llega a plantearse seriamente tirarse agua hirviendo de verdad solo para seguir con su mentira:
Desastre total. Una auténtica catástrofe. Resulta que no venden guantes en abril. Los únicos que pude encontrar estaban en la sección de saldos de Accessorize. Viejos artículos de Navidad, y solo estaban disponibles en la talla S. No me puedo creer que esté planeando en serio darles la bienvenida a mis futuros suegros con unos guantes de lana rojos con renos que me quedan demasiado justos. Y con borlas, además. Pero no tengo elección. Es eso o entrar a mano descubierta.

¿Debería echar a correr escaleras arriba a ver si encuentro una cerilla? ¿Y un poco de agua hirviendo? Para ser sincera, creo que preferiría el dolor insoportable a tener que confesar la verdad…

¿De verdad que este es el modelo de mujer independiente que queremos imitar? ¿Una chica insegura, preocupada constantemente por el qué dirán, que se deja pisar por todos y que recibe los guantazos que le da la vida con una sonrisa, porque las mujeres a sufridoras no nos gana nadie? 

El colmo de esta escena es cuando su prometido le dice que le ha dejado un regalo para la noche de bodas en el vestíbulo. Ella lo abre y descubre un conjunto sexy que se pone de inmediato (pese a que es para la noche de bodas y en el comedor están esperando los suegros, a los que ni ha saludado). Al final de la cena sucede la catástrofe: era el cumpleaños de su suegra (algo que a su prometido ni se le había ocurrido mencionar) y el conjunto sexy era un regalo de su suegro a su mujer. El prometido de Poppy en realidad le había regalado ¡¿para la noche de bodas?! una taza que ponía "recién cazados". Entonces, Poppy, avergonzada, se levanta la ropa, enseña el conjunto a toda la familia de su prometido y pregunta a ver si el verdadero regalo era ese. Ahí lo dejé por el bien de mi salud mental.

No hay nada que esté bien en esta escena. Para empezar, la casualidad que da lugar a la confusión. En segundo lugar, la coherencia de que Poppy, en lugar de guardar la ropa, se la ponga. En tercer lugar, que Poppy (siendo una chica tímida) decida enseñar cómo lleva la ropa interior de su suegra, en lugar de, por ejemplo, admitir que se ha equivocado, que ha cogido el regalo sin querer y que lo ha llevado a la habitación. Pero claro, no tendría ninguna gracia: el único propósito de la novela es dejar a Poppy en el peor lugar posible. 

Paso ya a hablaros del final, que me sulfura tanto como esta escena. Por un lado, tenemos lo de la sororidad entre mujeres mal llevada. Como os comentaba antes, tiene unas grandes amigas que la apoyan (o eso dice la protagonista), pero que en realidad sienten envidia, cosa que perpetúa la idea de la rivalidad entre mujeres:
Lo que de verdad quiere [Annalise] es un tipo que parezca recién salido de un anuncio de Gillette, con un sueldazo y/o un título. Preferiblemente ambas cosas. Creo que por eso está tan enfadada por haber perdido a Magnus, puesto que tiene el título de «Doctor». Una vez me preguntó si sería catedrático algún día y yo le dije que seguramente sí, y se puso verde de envidia.
Al final, se entera de que el anillo lo tenía la organizadora de bodas, que en realidad era una exnovia del prometido de Poppy, con el que seguía manteniendo relaciones a sus espaldas (pese a saber cómo es el prometido y tener trabajo, la organizadora de bodas también depende de él, un hombre). Lo positivo, dentro de lo que cabe, es que Poppy no se enfada con ella, que la ha advertido de toda la situación (vamos a obviar que le ha robado el anillo), sino con su prometido, y ambas lo ponen a caldo (sororidad entre mujeres). Cualquiera diría que aquí rompe el compromiso y a otra cosa mariposa, pero no. El novio se disculpa, le dice que en realidad la quiere a ella y que le ha comprado otro anillo mucho más sencillo que le recuerda a ella. Eso ablanda a Poppy y decide seguir con la boda. Ya en el altar, se entera de que lo del anillo era mentira y que se lo había dado la suegra solo para que no le dejara (¿no nos habían dicho que esta señora estaba a favor de Poppy?). Cualquiera diría que eso es motivo más que suficiente para recogerse las faldas e irse, pero Poppy decide mantenerse al pie del cañón y solo en el momento en que su prometido decide saltarse los votos, estalla y le deja. Y como somos incapaces de tratar nada con seriedad, como ya está pagado el banquete, lo celebran de todas formas (con el ahora exprometido incluido) y con Sam que, faltaría más, llega en el último minuto para parar la boda (sin saber que la protagonista, que es MUY independiente, ya la había parado).

Reflexión final

Lo que más me duele (y mira que hay cosas que me han parecido insoportables de esta lectura) es que si la obra se hubiera tratado con seriedad, podría haber sido, como mínimo, buena. Que conste que no tengo nada en contra de la comedia, siempre y cuando su único propósito no sea ridiculizar a la protagonista. Por un momento, imaginad una obra en la que la protagonista se da cuenta poco a poco de lo falsas y tóxicas que son sus amistades y de que en realidad se aferra a ellas porque teme estar sola. En esta novela ficticia, se critica la ingenuidad de la protagonista y el resto de personajes la animan a formarse de verdad (la universidad a la que dice que ha ido debía ser la Universidad de Regalamos Títulos a Precio de Saldo) para evitar parecer ignorante en el futuro. Podría seguir siendo una chica histérica, a la que le hicieran notar que reaccionar de esta manera es perjudicial para ella, ya que le provoca ansiedad. Como colofón, no estaría mal que le abrieran los ojos respecto a su relación tóxica, que lo es no solo porque su prometido no quiere pronunciar los votos, sino porque no defender a tu pareja de las agresiones verbales de otros también es un tipo de maltrato. Al final, la protagonista podría descubrir que, en una relación, lo que importa no es que el otro sea guapo, rico, quiera casarse contigo o que solo te valore (esto último es lo que hace Sam), sino que las relaciones se basan en comprender al otro, en tener su apoyo incondicional y tener tantas cosas en común que puedes quedarte hasta la madrugada hablando con la otra persona. Eso es amor.

Tengo tu número, de Sophie Kinsella me parece que representa todo lo negativo de las novelas chick lit. Considero que en su momento, estas novelas supusieron un avance en la revolución feminista al poner como protagonistas a las mujeres de a pie, mostrando que estas no tienen por qué limitarse a ser amas de casa que esperan pacientes a sus maridos mientras cuidan de los niños, sino que también pueden ser mujeres más independientes que se pueden apoyar las unas a las otras. Además estas novelas contienen un mensaje positivo: levántate, por muchos golpes que te dé la vida. Al mismo tiempo, considero que este género ha quedado anticuado, tanto por los valores como por los mensajes subliminales que transmite: solo puedes sentirte completa con un hombre a tu lado (la única aspiración de la protagonista es tener pareja); solo puedes liberarte de una situación opresiva o de la inseguridad con la ayuda de un hombre (si Sam no estuviera allí, la protagonista se hubiera casado con su prometido tóxico); las otras mujeres pueden ser un apoyo, pero nunca dejarán de ser rivales (las considera sus amigas y a veces se preocupan, pero sienten envidia de su compromiso) y el matrimonio es la máxima aspiración para una mujer. Son novelas que también perpetúan de forma sutil roles de género (en este caso, la mujer es la única que sabe cuidar bien de la casa) y estereotipos (el comportamiento de los académicos), que exageran solo para crear humor, no una crítica. Al mismo tiempo, se usan estos estereotipos para empatizar con las lectoras (el único género literario dirigido exclusivamente a mujeres), ya que las protagonistas son mujeres mundanas como ellas, que cometen fallos como ellas, y para validar comportamientos negativos (por ejemplo, mirar correos electrónicos ajenos o mentir) que solo son malos si se llevan al extremo.

En la novela chick lit, no hay mujeres florero, sino floristas, cuya independencia sigue ligada a sus clientes, en este caso los hombres.

miércoles, 29 de enero de 2025

Libros abandonados 2024 (septiembre-diciembre)

¡Hola a todos!
Tras un par de meses y algo de retraso, vuelvo con una entrada de libros que he abandonado. Como ya sabéis, este año pasado estuve desempolvando libros que llevaban años en mis estanterías y se nota, porque muchos ya no son para mí. Desde hace un tiempo os comparto entradas cuatrimestrales en las que dedico un par de líneas a justificar por qué decido abandonar cada lectura. Me gusta y me parece necesario hablar de ello, porque así puedo poner de sobre aviso a otros, aunque no haga una verdadera reseña, claro, porque solo he leído una parte. 

En este caso, os traigo la lista de los libros abandonados entre septiembre y diciembre de 2024. 

El fin de Mr. Y, de Scarlett Thomas 

Sinopsis:
¿Leerías un libro maldito? Cuando Ariel Manto descubre un ejemplar de El fin de Mr. Y en una librería de viejo no da crédito a lo que ven sus ojos. Casualmente, su tesis trata acerca de la ciencia abordada desde una perspectiva literaria y el autor del libro, Thomas Lumas es un perfecto ejemplo. Ariel sabe que los ejemplares de la obra de Lumas, un escritor científico victoriano, son extremadamente raros, y según dicen algunos, están malditos. Saul Burlem, el director de su tesis, ha desaparecido y nadie sabe dónde está. La misteriosa novela de Lumas da la receta para entrar en la tropoesfera, un lugar donde las conciencias están conectadas y es posible entrar en otras mentes y viajar en el tiempo. Ariel se adentrará en un peligroso y salvaje mundo. Será perseguida por unos agentes norteamericanos en la vida real y también en la troposfera. Para salvarse deberá encontrar al director de su tesis, Burlem. Con El fin de Mr. Y bajo el brazo, Ariel se verá inmersa en una emocionante aventura de amor, sexo, muerte y viajes en el tiempo.

Impresiones:
Las portadas son importantes. En este caso, yo estaba algo recelosa porque parece propia de una novela infantil de aventuras, pero nada más lejos de la realidad: se dirige a un público adulto. Por otra parte, por la sinopsis, pensaba que sería una obra metaliteraria con una protagonista a la que le gustan los libros, y así es, sin embargo, también tiene una vena científica y eso se nota a cada página. Hay muchas peroratas científicas, filosóficas y esotéricas difíciles de comprender. Pese a mi interés por el tema del libro maldito, abandoné la novela porque me aburría y sentía que no entendía la mitad.

Tengo tu número, de Sophie Kinsella 

Sinopsis:

Poppy Wyatt casi no se lo cree. ¡Nunca en la vida ha tenido tanta suerte! Pero, justo cuando está a punto de casarse con el maravilloso Magnus Tavish, su final feliz empieza a desmoronarse. No solamente ha perdido el valioso anillo de compromiso durante un simulacro de incendio en un hotel, sino que también le han robado el móvil. Aturdida, desesperada, mira a su alrededor y ve un teléfono tirado en una papelera. «¡Perfecto, para mí!», piensa. «Ahora podré dejarles un número de móvil a los del hotel para que me llamen cuando encuentren mi anillo.»
Bueno, casi perfecto, porque el propietario del teléfono no está muy de acuerdo. Quiere que se lo devuelva y tampoco le hace ninguna gracia que Poppy se lance a leer sus mensajes y a meterse en su vida personal.
Lo que sigue es una historia de enredos tan ingeniosos como inesperados mientras Poppy y Sam se entrometen el uno en la vida del otro a través de sus mensajes y correos. Poppy no confiesa que ha perdido el anillo, los preparativos de la boda siguen adelante, pero todavía le espera la sorpresa más grande de su vida.

Impresiones:
Creo que a todo hay que darle oportunidades, incluso al chick lit. No es un género que me guste, pero esta novela en concreto tenía muy buenas reseñas. Debería haberme fiado de mi instinto. Intenté, al menos, terminar de leerla para poder hacer una reseña justa, pero me fue imposible. Es un desastre que sigue a rajatabla los estereotipos del género. No voy a decir mucho más, porque es tal mi enfado, que he escrito una "no-reseña" para hablaros de ello en profundidad.

Las siete pruebas, de Stel Pavlou 

Sinopsis:
Cuando el detective James North es requerido con urgencia en una situación con rehenes en el museo de Arte Metropolitano de Nueva York, se ve sorprendido por dos hechos inusuales. En primer lugar, el secuestrador, un hombre joven llamado Gene, esgrime una espada de la edad de bronce como un experto guerrero, manteniendo en jaque a la policía. En segundo lugar, aunque nunca se han visto, Gene pregunta por él. Lo único que saben ambos hombres es que cada uno siente una necesidad instintiva de matar al otro. Así empieza la búsqueda de North, desde la Nueva York del siglo XX a la guerra de Troya, para descubrir un secreto que puede destruir a ambos hombres.

Impresiones:
No soy dada a la novela histórica, pero sí a los viajes en el tiempo y de la guerra de Troya no he leído prácticamente nada. El argumento era prometedor y la obra no está mal escrita... pero se le va la pinza. Los momentos drogas, esotéricos y místicos, así como la tesis de la transmigración de almas, hicieron que se me esfumaran las ganas de leerlo. No entiendo cómo algo tan relevante no es mencionado ni por asomo en la sinopsis.

El informe Müller, de Antonio Manzanera

Sinopsis:

En plena guerra fría, el MI6 convoca de urgencia al historiador Hugh Trevor-Roper para que, junto a Oughton, un enigmático agente de la CIA, investigue la muerte de Heinrich Müller, un agente doble y ex general de la SS. La tensión entre ambas agencias es máxima, y, más que revelar la identidad del asesino, tanto a la CIA como al MI6 les interesa más saber cuál de las dos organizaciones está más contaminada por agentes dobles y topos.

Pero las investigaciones revelan algo más: Müller era la única persona capaz de revelar la verdad sobre la muerte del jerarca nazi. Y, al parecer, no se llevó su secreto a la tumba. En algún lugar ha dejado un informe que arroja luz sobre uno de los misterios más acuciantes del siglo, además de dejar al descubierto las enmarañadas tramas de contraespionaje entre los servicios secretos.

Impresiones:
Me gustan los espías, la Segunda Guerra Mundial y las novelas basadas en hechos reales. La obra lo tenía todo para gustarme, si no fuera porque es una novela de historia. Me aburre soberanamente que me cuenten unos acontecimientos históricos con todo lujo de detalles sin un hilo narrativo de por medio. Tampoco me gusta conocer de sopetón la vida entera de los personajes o el funcionamiento de una organización. A eso hay que sumarle que la tesis era que Hitler no murió en el búnker, sino fuera, unos metros más allá. Lo siento, pero no me parece una revelación (que es una especulación de la novela) por la que merezca la pena leer este tocho aburrido.

Y bueno, hasta aquí el resumen de las novelas que he abandonado y las razones que me han llevado a ello. En este caso, no solo no son para mí por el tono, sino que todas me ha parecido que tenían problemas narrativos, pero no voy a hacer un análisis en más profundidad porque no me merece la pena (excepto con Tengo tu número). ¿Habéis leído alguno de ellos? ¿Qué tenéis que decir a mis quejas? ¿Cuál fue el último libro que abandonasteis? 

jueves, 23 de enero de 2025

Saga El archivo de las tormentas, Libro IV: El ritmo de la guerra, de Brandon Sanderson

Traductor: Manuel Viciano Delibano
Editorial: Nova
ISBN: 9788417347932
Idioma: Castellano
Número de páginas: 1408
Encuadernación: Tapa dura
Fecha de lanzamiento: 19/11/2020
Serie/Saga: El Archivo de las Tormentas
Dimensiones: 16,2 x 23,8 cm 
Número: 4
Autor: Brandon Sanderson

Sinopsis:
Hay secretos que hemos guardado mucho tiempo. Vigilantes. Insomnes. Eternos. Y pronto dejarán de ser nuestros.
La Una que es Tres busca, sin saberlo, el alma capturada. El spren aprisionado, olvidado hace mucho tiempo. ¿Puede liberar su propia alma a tiempo de hallar el conocimiento que condena a todos los pueblos de Roshar?
El Soldado Caído acaricia y ama la lanza, incluso mientras el arma hiende su propia carne. Camina siempre hacia delante, siempre hacia la oscuridad, sin luz. No puede llevar consigo a nadie, salvo aquello que él mismo puede avivar.
La Hermana Derrumbada comprende sus errores y piensa que ella misma es un error. Parece muy alejada de sus antepasados, pero no comprende que son quienes la llevan a hombros. Hacia la victoria, y hacia ese silencio, el más importante de todos.
Y la Madre de Máquinas, la más crucial de todos ellos, danza con mentirosos en un gran baile. Debe desenmascararlos, alcanzar sus verdades ocultas y entregarlas al mundo. Tiene que reconocer que las peores mentiras son las que se cuenta a sí misma.

Por qué este título...
"Rabeniel separó sus manos de las de Navani y le tendió el cuaderno que compartían, en el que llevaban un registro de sus experimentos. Lo habían llamado El Ritmo de la Guerra. Odium y Honor trabajando juntos, aunque fuese solo durante un breve tiempo".

Opinión:
Impresión: Demasiada ambición

Este libro tiene 1400 páginas y le sobran, aproximadamente, un tercio; intentaré que no pase lo mismo con mi reseña.

Ahora (diciembre) Sanderson está en boca de todos (y más aún porque acaba de salir Viento y verdad), sin embargo, hubo una época en la que nadie le conocía. Fue entonces cuando me enamoré de sus mundos creativos y del ingenio de sus tramas. He seguido durante muchos años sus publicaciones (nunca al día; no puedo dejar de ser yo), hasta ser capaz de detectar sus personajes tipo y los patrones narrativos que sigue, así como su marca personal. Es por eso que ya sabía que este libro iba a tener los mismos fallos y aciertos que los tres anteriores. Eso no impidió que me animara a leerlo; llevo demasiado camino recorrido como para dejarlo ahora. Además, no iba a embarcarme sola en este viaje: G se apuntó para darle una última oportunidad al autor (a la página 100 le dio la patada para siempre y rezo para que no quite todos los libros de Sanderson de la estantería de compartidos); Edu no podía faltar, ya que es el mayor fan de Sanderson del grupo, y eso que cuando le conocí hace un par de años apenas leía; y Joan tampoco dudó, pese a que ya lo había leído hacía un tiempo (por qué alguien decidiría voluntariamente releer un tocho de este calibre es algo que todavía no comprendo).

Qué largo se me ha hecho este libro. Me ha secuestrado durante dos meses y medio, en los que apenas he podido leer otra cosa. Y eso yo, que soy una lectora empedernida; los lectores esporádicos, teniendo en cuenta la frecuencia de publicación del autor, no deben leer nada más en todo el año. No creo que acaparar la atención de los lectores de esta manera esté bien.

No me quejaría tanto si no fuesen páginas y páginas de potencial desperdiciado: el mundo es muy rico, pero solo vemos una décima parte; los personajes son muy interesantes, pero hay tantos que no se pueden desarrollar con profundidad; la obra trata temas serios y poco frecuentes en fantasía, pero con superficialidad. La saga es demasiado ambiciosa: quiere hacer tantas cosas, que en todo se queda a medias. Además, como el autor tiene tal reconocimiento, dudo que permita al editor hacer gran cosa, y eso que a esta novela, al igual que a las anteriores, le vendría muy bien un tijeretazo: sobra un tercio, como mínimo.

No hace un mes que la he terminado y ya la voy olvidando debido al relleno. Algunos defenderán que es caracterización de personajes y construcción de mundo. NO. Un buen autor es capaz de caracterizar un personaje en un solo párrafo y construirte el mundo a medida que te cuenta la historia. En muchas partes me he aburrido de sobremanera, ya que sentía que la novela era un cuello de botella que no llevaba a ninguna parte; efectivamente, al final restauramos la situación inicial con algún añadido. 

Aunque me queje, la obra también tiene sus virtudes (de no ser así, os aseguro que no hubiera seguido leyendo). Por ejemplo, el mundo y los poderes son muy imaginativos y complejos, y trata las enfermedades mentales, algo que no suele hacerse en novelas de fantasía. Además, el autor crea una obra que gusta a todo el mundo a ratos. Por eso, me han encantado los conflictos internos de Taravangian y el politiqueo de Adolin, el desarrollo de Kaladin y Shallan ha estado bien, pero me ha aburrido profundamente la ciencia de Navani. Ese es mi caso; otros lectores habrán disfrutado y sufrido aspectos muy distintos de la novela.

En cuanto a la trama, el hecho de que la obra empiece un año después de la anterior creo que no le ha hecho ningún bien: se salta eventos importantes en la vida de los personajes, como la novia fugaz de Kaladin o cómo la gente acepta la personalidad múltiple de Shallan. Tampoco ayuda al ritmo que los protagonistas se encuentren dispersos y en tramas marcadamente distintas (Navani, Venli y Kaladin se quedan en Urithiru, Jasnah y Dalinar se van a la guerra y Adolin y Shallan exploran Shadesmare) que tienen un peso muy distinto en la historia (Jasnah y Dalinar tienen muy pocos capítulos) y una distribución muy homogénea, por lo que parecen varias novelas en una.

No hay reflexión sobre esto
No hay reflexión sobre esto

Es cierto que el libro tiene muchas páginas y que eso debería permitir desarrollar correctamente todos estos personajes y sus respectivas tramas, y quizás sería así si no hubiera muchos más puntos de vista superficiales y esporádicos, con afán de ofrecer una perspectiva más general (sin tener en cuenta que para eso existe la tercera persona). A eso hay que sumarle las páginas y páginas de relleno donde ofrecen información sobre el mundo de forma artificial, te recuerdan sucesos de novelas anteriores y los personajes protagonistas, en lugar de avanzar, siguen estancados, repitiendo los mismos pensamientos y acciones que en novelas anteriores. 

En defensa del autor, hay que tener en cuenta que trata un tema complicado, las enfermedades mentales, y que, en parte, quiere reflejar cómo es el día a día de la gente que las padece: la depresión, por poner un ejemplo, no desaparece al cabo de un tiempo, sino que es algo con lo que hay que aprender a convivir; te asaltarán pensamientos negativos a lo largo de toda tu vida. Es lógico que los personajes no avancen, sin embargo, para representar eso, no necesitas cuatro novelas de mil páginas.

En lo relativo a la salud mental, por norma general, cuando aparece representada en literatura, suele ser en novelas realistas temáticas, cuyo verdadero objetivo es dar a conocer ese trastorno en concreto. Pocas veces he visto que el género fantástico aborde este tema (más allá del síndrome de estrés postraumático en Abercrombie y Perea) y menos que sean los héroes quienes las padezcan. Me gusta la idea de que puedes ser un héroe y estar roto por dentro; el éxito no te hace inmune ni tampoco cura una enfermedad mental.

Me parece muy loable que el autor visibilice las enfermedades mentales haciendo que sus protagonistas las padezcan y que eso sea relevante para su evolución: Kaladin tiene depresión; Shallan, trastorno de identidad disociativo; Dalinar, síndrome de estrés postraumático; Navani, síndrome del impostor; Venli, narcisismo. Y eso por mencionar a los personajes más importantes; los personajes terciarios también sufren lo suyo, desde adicciones y autismo hasta discapacidad intelectual.

El problema principal es que el autor intenta abarcar demasiado y, aunque da a conocer estas patologías, son tantas y están tan opacadas por el mundo, la trama y los misterios que, inevitablemente, se tratan superficialmente y de forma obvia y directa. Las más desarrolladas son las de los protagonistas, pero es que llevamos cuatro novelas de mil páginas con ello. El resultado es que los conflictos de estos personajes avanzan en bucle: pasan por los mismos problemas y dudas en cada novela y solo al final avanzan un poco. Por ejemplo, en todas las novelas tenemos que Shallan no confía en sí misma ni en su entorno, guarda un secreto y tiene que descubrir al traidor, y que Kaladin siente que es un farsante incapaz de proteger a todo el mundo y se plantea el suicidio. Dalinar es el único que muestra un cambio respecto a la novela anterior, pero como tiene poco que ofrecer, tiene pocos capítulos que se centran en investigar sus poderes, sin hablar de él mismo.

Para que no se note tanto que los arcos de personaje se repiten, esta novela ofrece más relevancia a secundarios: Adolin, Navani y Venli. Adolin es de mis personajes favoritos, quizás porque no tiene poderes y me identifico más con sus conflictos internos (más mundanos, como cumplir las expectativas de su padre). Además, en esta novela, su trama tiende más al politiqueo. A eso hay que sumarle que es un personaje bastante atípico: un buenazo al que le encanta la moda y que apoya a su pareja sin imponerse. Por desgracia, ha faltado mucho desarrollo a su conflicto interno y la trama política ha sido muy superficial. 

El de Venli es un punto de vista que me ha sobrado. Sí, nos permite conocer mejor a los parshendis y ver cómo han llegado a la situación actual (los flashbacks están centrados en cómo les encontraron los alezi y empezó la guerra), cosas que ya conocíamos, así que lo único que hace su historia es rellenar huecos. A eso hay que sumarle que es la cuarta novela; ya es un poco tarde para presentarnos una raza tan importante para el desarrollo de la trama. Además, más allá de la propia Venli y Rlain, no hay más parshendis; no hay ningún parshmenio relevante; y de los fusionados solo se profundiza en Rabeniel (a quien conocemos más por Navani que por Venli), el Perseguidor y mínimamente en Leshwi. Para una obra que quiere hablar de colonización, creo que se olvida mucho de los colonizados.

Navani me hubiera gustado si hubiera sido un personaje en algún momento: su trama gira en torno a sus descubrimientos científicos y experimentos relacionados con los distintos tipos de luz y los fabriales. No es solo que nos explican muy tarde (ahora, en el cuarto libro) cómo funcionan elementos tan básicos y cotidianos como los fabriales, sino que se profundiza muy poco en Navani como persona. Su único deseo es ser una erudita y constantemente se infravalora. No sabemos nada de su relación con Dalinar ni con el resto de personajes, ni tampoco sobre cómo era su relación con Gavilar, más allá del prólogo inicial. Incluso obvia el duelo por la muerte de su hijo, que se menciona de tantas a cuantas.

Eso sí, la ciencia está muy bien hecha y es coherente con el mundo que nos han presentado. Seguramente, si tienes vena científica, esta será la parte que más disfrutes: ir desentrañando los misterios del mundo e ir convirtiéndolo en algo racional y manejable, dentro de las posibilidades humanas. A mí, en cambio, me ha aburrido de sobremanera. Páginas y páginas de ciencia y experimentos que no me decían nada sobre la trama principal ni sobre el personaje.

Lo único que salvo de la trama de Navani es su relación con Rabeniel, una fusionada de alto rango. Ha sido bonito ver cómo han pasado del enemies to lovers (no hay romance entre ellas, ojalá): ambas son enemigas unidas por su amor por la ciencia; saben que aquello que descubran puede perjudicar a los de su bando, pero al mismo tiempo, son incapaces de parar. Las últimas escenas de la novela en las que se ve su relación de amistad me han parecido preciosas.

Ya que estoy, termino de hablar de las tramas del resto de personajes, de los que no tengo mucho más que decir. En el caso de Kaladin, me ha gustado ver cómo la depresión se materializa y le impide hacer cosas, aunque al mismo tiempo el autor se resarce demasiado en el sufrimiento del personaje y no deja de ponerle obstáculos uno detrás de otro. Lo terrible de esta enfermedad no es que te sientas hundido porque la vida te machaque (eso es lógico), sino que te hundes pese a estar en tu mejor momento, sin necesidad de que te pasen grandes tragedias. No es el caso de Kaladin, a quien el autor arrastra por el fango una y otra y otra vez. Entiendo que el mensaje es que, pese a ello, sigue adelante, pero no es lógico ni una buena representación de la enfermedad. Lo peor ha sido, con diferencia, la resolución final: la magia no debería intervenir de ninguna manera en la sanación mental de alguien (no es que ser Radiante le cure, aún gracias). Lo mejor es el papel de la familia de Kaladin y el choque ideológico de este con su padre, así como la manera en que Kaladin adopta un nuevo enfoque en cuanto al tema de proteger a los demás, relacionado con la medicina. Por desgracia, ambas cosas se quedan en nada y no se profundiza suficiente en ello.

La última trama que queda es la de Adolin y Shallan, que nos permite conocer un poco más de Shadesmare, aunque no tanto como para quedar satisfechos. Por ejemplo, me ha maravillado Integridad duradera, una de las pocas ciudades que exploramos de verdad. La parte de Adolin ha sido la más interesante, mientras que Shallan sigue con las mismas, guardando secretos y trabajando para los Sangre Espectral, pese a que no le gustan. Como con Kaladin, el autor se resarce mucho en la desgracia de Shallan y es excesiva la cantidad de secretos que guarda. Sentía algo de interés por descubrir este nuevo secreto, sin embargo, me lo visto venir de lejos. La trama de buscar al traidor me ha parecido reiterativa y los Sangre Espectral no me gustan: ya es todo suficientemente caótico como para añadir otro grupo más. Además, conocemos al jefe de otras sagas y no me parece que sea congruente con lo que nos habían mostrado de él. La mejor parte es el enfrentamiento contra Sinforma, algo que podría haber sucedido mucho antes y que era predecible.

Estos son los personajes principales, pero hay decenas más con mucho potencial que están completamente subdesarrollados. Ni Jasnah ni Moash, ni Szeth ni Lift ni Renarin ni la mayor parte del Puente Cuatro tienen un papel relevante y sus acciones parecen arbitrarias debido a que no les conocemos suficiente (como Jasnah y el romance que tiene, que no pinta nada). El único que se salva es Taravangian, uno de mis personajes favoritos, que en cada novela tiene más capítulos.

Crítica a los estereotipos de la guerra
Teniendo en cuenta que hay centenares de personajes y que estamos en una guerra a escala planetaria, lo mínimo que uno esperaría es que muriese gente. Sin embargo, las bajas son contadas en ambos bandos del conflicto: los fusionados se reencarnan y solo muere gente cercana a los protagonistas esporádicamente, para hacer daño al lector. Eso hace que la batalla no resulte creíble y que en ningún momento temas por la seguridad de los personajes: todos sabemos que nadie importante morirá a mitad de novela, como mucho al final.
Me encanta la mentalidad de Taravangian

No voy a alargarme a hablar de la magia y del mundo ya que es un poco lo mismo que en los otros libros. Tanto lo uno como lo otro son muy complejos, están muy trabajados y muestran un gran potencial; el problema es que no se desarrolla en absoluto: para eso sería necesario un libro de datos. Esa falta de desarrollo del mundo no sería un problema (mirad Canción de hielo y fuego o El señor de los anillos) si la trama no girase exclusivamente en descubrir esos misterios. Sí, el objetivo es derrocar a Odium, cosa que no conseguirán hasta descubrir primero cómo funcionan todos los poderes y qué sucedió con los Heraldos, entre muchas otras cosas.

Como os decía antes, al autor le ha podido la ambición. Hay demasiados sistemas de magia, grupos y facciones en conflicto: diez órdenes de Caballeros Radiantes, de las que conocemos a medias tres; nueve marcas de Fusionados, de las que conocemos a medias cuatro; los parshendi; los parshmenios; los Sangre Espectral; cuatro tipos distintos de luz; decenas de fabriales, los spren emocionales; los spren elementales; cuatro Deshechos; ocho tipos de spren Radiantes; las Esquirlas... Y eso por no mencionar todas las naciones humanas, cada una con su propia cultura y otros grupúsculos menores. Este intento de ofrecer un mundo complejo solo consigue que obtengamos un mundo superficial, donde nada se desarrolla lo suficiente.

Os diría cuánto ocupa el glosario de personajes, pero es que para más inri no hay. Tampoco hay un ars arcanum que te resuma lo que ya sabes sobre la magia y los grupúsculos y te guíe un poco (hay un par de páginas que no sirven para nada), con la intención de crear comunidad y que la gente comparta la información entre ellos. Mira, paso. No me gusta socializar y me niego a investigar y comerme algún spoiler sin querer.

Todo este misterio con la magia hace que los personajes puedan descubrir poderes o nuevos enemigos según le convenga a la trama. A eso hay que sumarle que algunos personajes son demasiado poderosos, por lo que la única forma de hacer que se vean en problemas es caparles sus habilidades, es decir, quitarles poder artificialmente para ver cómo se las apañan con menos recursos... sin darse cuenta de que eso ya lo hemos visto en las primeras novelas, cuando no habían desarrollado tanto sus poderes. Me parece que esto es hacer trampa, como las secuelas de videojuegos que buscan una excusa para que, en la segunda parte, los personajes empiecen de cero. Si quieres que tus personajes tengan problemas, ponles un reto mayor, en lugar de castigarles quitándoles lo que han conseguido.

En cuanto a la estructura, es similar a las novelas anteriores, con epígrafes a principio de capítulo que te introducen información de tal relevancia que deberías conocer desde hace un par de novelas y misterios aleatorios relacionados con las Esquirlas. De nuevo, al igual que el mundo y la magia, todo esto podría ser realmente intrigante si no tuviéramos dividida nuestra atención en mil sitios a la vez porque hay muchísimos misterios por todas partes. También sigue habiendo capítulos flashbacks, donde te cuentan el pasado de un personaje, en este caso Venli. Suele ser la mejor parte de la novela; por desgracia, aquí se sienten vacíos. Por una parte, no ayudan a comprender al personaje: quieren dar a conocer a los parshendi, no a Venli. Por otra parte, hay algunos desde el punto de vista de Eshonai (cosa que no comprendo, porque murió). Además, aunque la mayor parte de los flashbacks se remontan a antes del inicio de la saga, algunos se refieren a cómo se sentía Venli en sucesos que tuvieron lugar durante los libros anteriores, así que no cuentan nada nuevo a nivel narrativo y se siente más como un añadido. También hay interludios, como en anteriores novelas, al final de cada parte, y, por suerte, esta vez están protagonizados por personajes que ya conocemos. Aun así, algunos son extraños y no encajan temporalmente: no tienen lugar en un momento indeterminado de lo que se ha contado en la última parte, sino que algunos suceden mucho antes y otros se ambientan después.

A nivel narrativo no hay nada que me parezca destacable (como G abandonó la LC, no me fijé en las comparaciones absurdas y redundantes, el exceso de dijo u otros problemas lingüísticos), más allá de que, por desgracia, todos los personajes hablan igual. Una novela con tantos personajes necesita que estos estén bien caracterizados lingüísticamente; sin embargo, aquí no se diferencian: todos tienen la misma actitud y usan el mismo registro para hablar.

En conclusión: ha sido exactamente lo que esperaba. Tenemos una novela de muchas páginas que no es más que un cuello de botella, donde la obra termina prácticamente en el mismo sitio en el que empezó. Hay una ligera evolución en los personajes en las últimas doscientas páginas; el resto es relleno y reiterativo. El mundo y la magia son muy interesantes y tienen un gran potencial, pero el autor ha intentado abarcar demasiado y todo queda superficial. Lo mismo sucede con el tema de la representación de las enfermedades mentales: está muy bien que los personajes las tengan, sin embargo, no evolucionan y, al final, sus pensamientos y acciones son reiterativas, mientras que el tratamiento es superficial. En resumen, es un libro que está bien, pero que no merece la pena el esfuerzo. Pese a ello, ya he empezado a leer el siguiente (este lo terminé en octubre), también en LC, por inercia y para terminar esta primera pentalogía (tengo entendido que los siguientes se van a desarrollar muchos años después, con personajes completamente distintos).

Cosas que he aprendido:

  • No puedes hacer una novela que le guste a todo el mundo.
  • No puedes quitarle los poderes que ha conseguido de forma justa un personaje, sino debes hacer que se enfrente a algo mayor.
  • Los héroes pueden sufrir depresión.
  • Se pueden representar enfermedades mentales en fantasía.

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:

PUNTUACIÓN... 3/5!

Primeras Líneas...