Idioma: Castellano
Número de páginas: 672
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 26/09/2022
Editorial: Insólita
Sinopsis:
En la isla de Kekon, la familia Kaul está atrapada en una violenta disputa por el control de la capital y el suministro de jade mágico que desde hace cientos de años otorga poderes sobrenaturales a los guerreros huesos verdes.
Más allá de las fronteras de Kekon, la guerra está a punto de estallar. Las potencias extranjeras y los capos criminales han fijado su atención en la nación insular. El jade, el recurso más preciado de Kekon, podría hacerlos ricos o convertirse en el arma necesaria para derrotar a sus rivales.
Rodeada de amenazas por todos lados, la familia Kaul se ve obligada a formar nuevas y peligrosas alianzas, enfrentarse a sus enemigos en las oscuras calles y las altas torres de oficinas de la capital y dejar el honor a un lado para hacer lo que sea necesario para asegurar su propia supervivencia… y la de todos los huesos verdes de Kekon.
Una segunda parte a la altura de la primera, con sus propios defectos y virtudes. Mientras que la anterior novela abogaba por un equilibrio perfecto entre acción y política, aquí la balanza se inclina más hacia lo segundo. En consecuencia, tenemos una obra con un ritmo mucho más pausado que se ve acusado por el incremento de páginas. En contrapartida, nos encontramos ante un brillante tratado político, la oportunidad de ver los entresijos del poder de un mundo ficticio con muchas similitudes con el nuestro. En otras novelas puedes empatizar con dragones avariciosos, con brutales veteranos de guerra, con torturadores o con aliens invasores; aquí empatizaremos con los políticos, esos seres que controlan nuestras vidas detrás de las sombras.
Puede que me digáis que no, que lo he leído mal, que la novela va de dos clanes mafiosos que compiten por el control de un país. El caso es que hay una monarquía parlamentaria donde los miembros de la familia real son figurantes, mientras que los dos partidos principales hacen malabares para controlar el mayor número de diputados del parlamento posible. Me quiere sonar. Solo en Juego de tronos he visto tratar tan bien una situación política tan tensa, aunque, por fortuna, esta trilogía tiene menos páginas. Eso sí, por mucho que se cuente de forma interesante, si este tema no te interesa, el libro no es para ti.
El mundo se siente más vivo que en la anterior novela, porque no nos centramos solo en Yanlún, capital de Kekon. Aquí veremos cuál es la situación política general de un par de países más: las islas Uwiwa tratan de hacerse con el control del contrabando de jade y estalla la guerra entre Espenia y Ygutan cuando esta última reclama un pequeño territorio de Shotar (como hizo Rusia con Ucrania). Kekon es un pequeño país, con alto interés militar, que está en el fuego cruzado de dos grandes potencias. No nos internamos demasiado en ninguna de esas culturas, pero sí en la tensa relación política que hay entre ellas. Es un mundo muy pequeño en comparación con Canción de fuego y hielo, por ejemplo, y quizás eso sea lo menos realista, pero es lo que permite que la obra se focalice mejor y no te pierdas en los detalles. Me ha encantado todo el tema de las negociaciones, de gestionar la opinión pública, de convencer a las masas mediante el espectáculo, de buscar en la letra pequeña algo que te favorezca, de tender la mano derecha sin soltar el puñal de la izquierda...
El tono es muy distinto al de la anterior novela. Aquí, todos los personajes han pasado de ser matones a políticos con todas las de la ley. El paréntesis de un año ha permitido a los personajes asentarse en sus posiciones, madurar y aprender a dominar su puesto. Quizás la temporalidad es en lo que me he sentido más perdida: a lo largo de la novela transcurren unos seis años. Es cierto que el paso del tiempo se muestra de forma muy natural (los personajes mencionan las estaciones, cuánto hace que sucedieron algunos eventos, las festividades, etc.); pese a ello me hubiera gustado alguna marca temporal clara a la que aferrarme, ya que podían pasar meses de una escena a otra. Los personajes evolucionan de forma lógica con el tiempo transcurrido más allá de las escenas que nos muestra la novela (Hilo cada vez domina mejor las reuniones y las negociaciones, por ejemplo).
Sin perder la esencia de la anterior, siento que la novela se dirige a un público más adulto; si vienes buscando peleas de artes marciales con superpoderes, te vas a llevar una decepción. Ya no tenemos a un adolescente en una academia ilusionado con ayudar a su clan, sino a un joven que se ha dado de bruces con la realidad y que se siente abandonado por los suyos tras rechazar la violencia. Ya no tenemos a una recién graduada dando palos a ciegas para conseguir fondos, sino a una reputada Hombre del Tiempo que se ha hecho un sitio en un mar infestado de pirañas. Ya no tenemos a un matón de tres al cuarto que ocupa temporalmente el puesto de mando, sino a un pedestal duro como una roca capaz de proteger a los suyos con el jade y las palabras. Estamos ante verdaderos señores del hampa, que controlan el país tanto desde las sombras (asesinatos, torturas, chantajes, sobornos, compraventa de información, infiltrados...) como dando la cara ante la sociedad (reuniones, entrevistas, participación política...).Quizás el jade es lo que, pese a su brillo, queda más deslucido. Sigue siendo aquello que mueve la acción y los personajes, el centro de todo, pero la mayor parte del tiempo, podría ser una droga cualquiera. El jade se usa muy poco como magia y en toda la novela solo se me ocurre ahora mismo una batalla. Toda una exhibición de fuerza, destreza y habilidad, sí, pero solo eso: una batalla.
Como ya sucedía en la novela anterior, aquí la importancia de la acción no está tanto en el momento como en las consecuencias. Aquello que nos mantiene en vilo no es quién va a vencer en un combate o quién conseguirá el favor del público, sino cómo el resultado, sea el que sea, afectará a todo el elenco de personajes.
Más allá de los protagonistas, de los que hablaré a continuación, me gustaría destacar que empiezan a tener voz personajes que hasta ahora había pasado muy desapercibidos, como los hermanos Maik o Wen. De esta última, me gusta cómo participa en el clan pese a los intentos de Hilo por alejarla del peligro. Que una mujer sea madre y esposa no significa que no pueda tener importancia en la toma de decisiones o en el rumbo que toma el clan. Forma una buena pareja con Hilo, y aquí los secretos entre ellos son lógicos: él nunca le dejaría tener un papel activo, por muchos argumentos que esgrimiera, así que no le queda otra que trabajar de incógnito.
La trama de Shae también es una maravilla, pues ella es la cara visible del clan y debe gestionar la opinión pública y luchar por conseguir el respeto de los demás. Me ha gustado que se muestre de forma sutil los problemas de ser una mujer en un mundo de hombres, pese a que esa no es toda su caracterización, ni mucho menos. La rivalidad con Ayt Mada está muy bien construida y los juegos políticos que hay entre ambas están muy bien llevados. Eso sí, me hubiera gustado ver mucho más de nuestra antagonista, porque su capacidad para capear cualquier temporal sin un apoyo firme de los suyos es admirable.
La otra trama que me ha gustado mucho es la de Anden. Tras su decisión al final de la anterior novela, su familia le envía a estudiar a Espenia, algo que él ve como un destierro. Veremos el choque cultural entre una cultura violenta como la de Kekon y otra más civilizada, como la de Espenia; eso no significa que en una haya más criminalidad que en la otra, sino que una lo oculta mejor. Anden vivirá en un barrio de inmigrantes, algo que tampoco se suele ver, así que experimentará de primera mano la discriminación que viven las comunidades de inmigrantes, tanto por parte de la sociedad como del gobierno. Al igual que hizo Shae en su momento, Anden intentará escapar de la violencia del clan y del peso que supone portar el jade. Como detalle, me gustaría añadir que me encanta cuando las novelas normalizan tan bien a los personajes LGTBI; sin dejar de ver cómo le afectan los prejuicios sociales, la identidad sexual de Anden no es, ni de lejos, lo único que le define.
Quizás el personaje que me ha quedado más deslucido es Hilo, el pedestal. A diferencia de los demás, que muestran cierta evolución, en su caso solo veremos cómo mejora su capacidad de liderazgo, cómo aprende a delegar y equilibrar mejor las decisiones violentas e impulsivas con las estrategias a largo plazo. A ojos de todo el mundo, está al mando de todo; sin embargo, la mayoría de las decisiones que toma son consensuadas con el resto de la familia. Quizás es el mejor recordatorio para el lector de que el clan Sin cumbre es una mafia.
Al tener solo el punto de vista del clan Sin Cumbre, nos posicionamos a favor de ellos sin dudarlo, pese a que sus acciones y decisiones son tan violentas y egoístas como las del clan Montaña. Algunos de los momentos estelares de la novela son aquellos en los que chocas con la realidad y recuerdas que nuestros protagonistas no son buena gente. Puede que uno lo olvide en algunas ocasiones, pero la novela se esfuerza en no idealizar a la mafia y en recordarnos constantemente que ese tipo tan majo que consiguió que un hombre sin brazos ni piernas rehiciera su vida es el mismo que entierra vivo a otro sin miramientos; que ese chico tan simpático que práctica deportes con sus amigos puede dar una paliza brutal a otro al sentirse insultado; que la amable mujer que habla de la importancia de la educación en una cafetería es capaz de matar a alguien querido que ha traicionado al clan. No os dejéis engañar: la ausencia de acción no implica una ausencia de violencia. La novela tiene momentos muy chungos, más que la anterior, no tanto porque sean escenas gráficas, sino porque nos muestran cómo la violencia es algo cotidiano en la vida de nuestros protagonistas.
El mensaje de la novela es el mismo que en la anterior y eso hace que se sienta como una novela puente. Ahonda en los intríngulis de la política y se recalca el mensaje, con nuevas situaciones y contextos; sin embargo, no he notado una progresión temática. De nuevo, estamos ante un mensaje desesperanzador, pero realista: una vez entres en la espiral de violencia, no podrás salir. Todos los personajes sufren las consecuencias de su ambición de poder y de su promesa de lealtad a la familia. Y eso sucede no solo con nuestros protagonistas, sino con todo aquel que hace tratos con la mafia. Las manos manchadas de sangre no se pueden limpiar. Hilo nunca tuvo oportunidad de salvarse. Shae y Wen lo intentaron, pero al seguir siendo parte del clan, no lo han conseguido. Quien tenía más papeletas para conseguirlo era Anden, que precisamente había huido de la violencia; sin embargo, en su corazón, sigue siendo un Kaul. No comparto este mensaje; creo que, por muy difícil que sea, siempre es posible arrepentirte de tus errores y rehacer tu vida. Me gusta que las novelas reflejen la realidad (muy poca gente cambia), aunque me parece necesario que siempre haya una brizna de esperanza. Uno no debe resignarse a su destino, sino enfrentarse a él, por mucho que todo este perdido.
Tengo fe en la tercera novela, Legado de jade: confío en que la autora tendrá algo más que decir y no nos dejará con un mensaje tan desolador. Estoy convencida de que la siguiente novela pondrá el foco en los más jóvenes, los hijos y sobrinos de nuestros protagonistas. ¿Tendrán ellos alguna oportunidad de escapar de la violencia?
En conclusión, Guerra de jade es una novela que te mete de lleno en el mundo de la política. Veremos los entresijos del funcionamiento de una nación y las complicadas relaciones con el exterior. Esta novela, de ritmo lento, muestra cómo son las negociaciones y acuerdos entre bandos opuestos, así como la forma que tienen los políticos de manejar la opinión pública. Nuestros protagonistas son personas muy carismáticas que pertenecen a una mafia, cosa que la novela no deja de recordarnos. Puede que no haya mucha acción, sin duda menos que en la novela anterior, pero la violencia campa a sus anchas. Estamos de parte del clan Sin Cumbre porque ellos llevan la narración; eso no significa que sus actos no sean condenables o que su ideología sea más válida que la otra. Los personajes brillan por su evolución, en especial Shae, Wen y Anden, personas que intentarán escapar de la espiral de la violencia que supone formar parte del clan, en vano: el mensaje de la novela es que una vez te manchas las manos de sangre, no tienes salvación. Es un mensaje bastante pesimista, así que espero que en la siguiente novela se desarrolle.
Cosas que he aprendido:
- La política es tan complicada que ningún político puede permitirse el lujo de ser buena gente.
- Cuando te manchas las manos de sangre, no hay vuelta atrás.
- Tu entorno te condiciona mucho más de lo que parece.
- Cómo tener en cuenta la política de un país.
Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:
PUNTUACIÓN...4/5!
Primeras Líneas...