viernes, 26 de septiembre de 2025

Trilogía Los huesos verdes, Libro III: Legado de jade, de Fonda Lee

Traductor: Antonio Rivas
Editorial: Insólita Editorial
ISBN: 9788412682038
Número de páginas: 792
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 11/12/2023
Autora: Fonda Lee
Trilogía: 3/3
Título original: Jade Legacy

Sinopsis:
El jade, la sustancia misteriosa y mágica que antaño fue exclusiva de los guerreros huesos verdes de Kekon, ahora es codiciado fuera de la isla de Kekon. Todo el mundo quiere tener acceso a las habilidades sobrenaturales que proporciona. A medida que la lucha por el control del jade se hace cada vez más grande y letal, la familia Kaul y las antiguas costumbres de los huesos verdes nunca volverán a ser las mismas.
Castigados por la guerra y la tragedia, los Kaul deberán saldar antiguas deudas y cerrar viejas heridas mientras sus adversarios les toman la delantera y su país se desgarra a causa de la interferencia extranjera. El clan deberá distinguir a los aliados de los enemigos, dejar de lado las sangrientas rivalidades y hacer terribles sacrificios... Pero incluso los lazos irrompibles de sangre y lealtad pueden no ser suficientes para asegurar la supervivencia de los clanes de huesos verdes y la nación que juraron proteger.

Opinión:

Llevo ya dos reseñas de esta trilogía. ¿Qué os puedo decir de esta tercera entrega que no haya dicho ya de las anteriores? Algunas sagas presentan altibajos; sin embargo, en este caso, los tres libros son bastante similares en ritmo, tono, mensajes, narrativa y profundidad de personajes. Vamos, en todo. Claro que hay diferencias (tanto este como Guerra de jade, por ejemplo, se inclinan más por la política que Ciudad de jade) y es de eso de lo que voy a hablaros, pero, en general, se nota que los tres están cortados por el mismo patrón. Así que, si os gustó el primero, estáis de enhorabuena, porque os encantarán las continuaciones; si, por el contrario, tenéis la esperanza de que los siguientes harán algo distinto, os vais a llevar una decepción.

No pretendo que esta sea una reseña muy larga ni repetir lo que ya he comentado al hablar de las otras novelas. Podría hacer un poco resumen de la trama y hablaros de cómo ha evolucionado cada personaje, pero para eso más os vale leer la novela. Así que me centraré en qué me ha aportado esta tercera parte y en las diferencias más destacables.

Por ejemplo, respecto al tema de la política, basta con decir que la autora sigue desarrollando muy buenas tramas que tienen en cuenta tanto la política exterior (las relaciones internacionales) como la interior (la reacción del populacho y el papel de los bajos fondos). No es fácil tratar algo así con profundidad y que al mismo tiempo resulte entretenido. Para mí, la autora lo hace muy bien: a diferencia de muchas novelas dedicadas a la política, sus personajes son carismáticos y todo lo que dicen y hacen es significativo; sin embargo, si este tema no es santo de vuestra devoción, tampoco esperéis milagros. Hay que tener en cuenta que, pese a la acción esporádica, es una novela densa con muchas reuniones en las que lo que se dice es, en realidad, solo la mitad de lo que se dice, dónde se demuestra que todo son planes sobre planes sobre planes y con unos interlocutores que se pasan páginas y páginas intentando imponerse solo con la dialéctica. Aquí, como en las anteriores novelas, se hace mucho énfasis en cómo las estrategias políticas se construyen pensando a largo plazo y en cómo varias acciones y comentarios sutiles pueden tener más poder que una declaración directa. La única pega es que, al ser la política un tema tan adulto, es contradictorio que a veces la narración trate al lector como a un niño y le explique qué se está diciendo entre líneas. ¿Para qué molestarte en escribir diálogos sutiles si luego los vas a explicar? Esto es algo que la autora ya había empezado a hacer en Guerra de jade, pero aquí es donde me ha empezado a parecer molesto.

Otro de los aspectos centrales de la obra en el que no me voy a explayar es el tema de los personajes. Shae, Hilo, Wen y Ayt molan mucho y, al mismo tiempo, son seres despreciables. Si queréis saber por qué, pasaos por las reseñas en las que hablo extensamente de ellos. Lo que más me ha sorprendido es que en la tercera novela sigamos descubriendo capas de su personalidad que no habíamos visto hasta ahora. Cualquiera diría que la vida de una familia de mafiosos no daba para tanto, que sus arcos de personaje deberían haber quedado cerrados en la primera o en la segunda novela. Y así hubiera sido si la autora no hubiera decidido que la historia abarcara tantos años: Ciudad de jade transcurre a lo largo de un año, en Guerra de jade pasan cinco y en Legado de jade, un poco más de veinte. Normal que los personajes sigan teniendo cosas por decir.

No es nada fácil desarrollar una historia con una temporalidad tan larga. En Guerra de jade, la autora intentó hacerlo de forma orgánica y guiar al lector mencionando las estaciones, las festividades y cuánto hacía de determinados sucesos; aun así, me sentí perdida. Aquí la autora intenta resolver el problema indicando al principio de cada capítulo el tiempo que ha pasado desde que Hilo se convirtió en pedestal ("seis años después", "ocho años y cinco meses después", "doce años y tres meses después"...). Gracias a esto he logrado situarme mucho mejor temporalmente; sin embargo, los saltos temporales son demasiado grandes como para que sientas el fluir del tiempo. Por ejemplo, hay dos personajes relevantes que se casan y no vemos la boda, sino que nos la cuentan después. Esto no es solo un problema puntual: ante situaciones vitales que dejan a personajes emocionalmente estancados durante meses, hacemos un salto temporal y leemos un resumen de cómo la situación les ha afectado. No me digas que el personaje ha estado abatido durante meses: muéstramelo. Además, el paso del tiempo sigue siendo confuso, más incluso que en la anterior novela. A veces, durante un período largo de tiempo solo sucede una cosa importante para la trama, así que, para evitar tantos saltos temporales, la autora se sitúa en un punto posterior donde la trama avanza más y nos introduce la escena importante que faltaba mediante un flashback. 

Fonda Lee podría haber intentado abarcar menos años, pero entiendo que era necesario para reflejar de forma realista no solo los cambios sociales y las intervenciones políticas, sino también los puntos de inflexión en las vidas de los personajes. Por ejemplo, los protagonistas intentan mejorar la percepción internacional del jade, destacando sus usos médicos y popularizándolo mediante el cine y los deportes. Esta gran campaña publicitaria, si pretende ser realista, necesita cinco o diez años de trabajo. La política también se caracteriza por funcionar muy despacio. Por ejemplo, expandir tus negocios a otros países requiere tiempo para hacer estudios de mercado, contactos, aliados... en resumen, ir echando raíces poco a poco. La gente tampoco cambia de la noche a la mañana, sino que determinados procesos, como superar un trauma o el duelo por la muerte de alguien, son cicatrices que pueden llevar años cerrar.

Nuestros protagonistas han pasado por tantos de esos procesos en novelas anteriores que creía que íbamos a dejarlos descansar un poco y centrarnos en la siguiente generación; no ha sido así. Los protagonistas absolutos siguen siendo Shae, Wen, Hilo y Anden, y la antagonista, Ayt Mada, por supuesto; sin embargo, los hijos y herederos van cobrando importancia hasta llegar a ser narradores. Conoceremos a Niko, que carga con el peso de las expectativas de todo el clan; Ru, que se enfrenta al estigma de los ojos de piedra; y Jaya, que lucha por hacerse valer en un mundo de hombres. Esta mezcla de voces ofrece cierta variedad a la narración: iremos viendo los conflictos de nuevos personajes al mismo tiempo que no dejamos completamente de lado a los que ya conocíamos.

El hecho de mostrarnos varias generaciones permite a la novela explorar cómo las enseñanzas y acciones de los adultos repercuten en los jóvenes. El entorno es clave en nuestra formación; uno no puede escapar de aquello con lo que se ha criado. Pero que nos moldee no significa que nos defina. Puede que alguien que se haya criado en la mafia no sea capaz de dejar de lado por completo la violencia, pero sí que puede encontrar un término medio, como Anden en la anterior novela, que decidió seguir apoyando los intereses de su familia, siempre que eso no implicara cobrarse ninguna vida. Aquí vemos cómo algunos personajes son incapaces de avanzar y abandonar la ira, mientras que otros logran adaptarse a los nuevos tiempos sin ir del todo en contra de su naturaleza. Y es que en el fondo, somos como nuestros padres, pero mejores.

También es verdad que no es muy difícil ser mejor que cualquiera de los personajes que nos habían presentado hasta ahora. Los clanes de huesos verdes son un fiel retrato de las mafias que hay en nuestro mundo, por lo que incluso los protagonistas son criminales cuyas acciones son cuestionables o directamente abyectas. Para ellos, la violencia es la norma. Todos son personas ambiciosas, rencorosas, que solo se preocupan por los suyos. Los únicos que se salvan son Anden y las nuevas generaciones.

Precisamente por esto no todo va a ser palabrería política: seguimos teniendo duelos a muerte, así como persecuciones, batallas campales y emboscadas. En todos esos casos, las escenas de acción están muy bien escritas: son realistas y los personajes tienen muy en cuenta el escenario en el que se encuentran. Además, y esto es para mí lo más importante, no es acción trivial, para mantener al lector entretenido, sino que siempre hay consecuencias.

Y es eso lo que nos recuerda que, por muy lejanas que nos parezcan sus vidas, los mafiosos son personas que sufren como cualquier otra. Es poco probable que nosotros nos veamos envueltos en un atentado, que seamos víctimas de un secuestro o que la vida de nuestro mayor enemigo esté en nuestras manos. Sus circunstancias son muy distintas; sin embargo, no dejan de enfrentarse a problemas que no nos son tan lejanos: el duelo por la muerte de un ser querido, la distancia que nos va separando de nuestros hijos, la presión de las expectativas, la traición de una pareja, la inseguridad de no saber quién eres, el hecho de enamorarte de alguien que está casado, la furia ciega de los deseos de venganza o la angustia de quedar incapacitado. Ver cómo los personajes afrontan estas situaciones nos ofrece cierto consuelo y nos ayuda a sobrellevar mejor los golpes de la vida.   

Muchas novelas olvidan que todo esto no son obstáculos a superar, sino situaciones que nos marcan de por vida. Para mí, lo más interesante de esta trilogía es ver cómo las experiencias que viven los personajes tienen consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, la traición de Wen provoca que su matrimonio con Hilo se resienta. Otro ejemplo es el de Tar, quien, incapaz de superar la muerte de su hermano, se pierde cada vez más en una espiral de violencia. 

Pero donde algunos viven con las consecuencias de sus actos y crecen, otros no cambian. Ese es el caso de Ayt Mada, la antagonista, y Bero, el personaje más extraño de la trilogía. Este no pertenece al mundo de los clanes ni forma parte de la trama principal; sin embargo, intenta por todos los medios ser partícipe de lo que está sucediendo. Él quiere ser alguien, no le importa si es conocido por algo bueno o por algo malo, y luchará por conseguirlo a costa de cualquier posible vínculo con otra persona. Realmente, sus acciones son decisivas para el devenir de la trama, pero nadie se percata de ello. Si confiesa a alguien que es el asesino de su padre, no le creen. Si consigue infiltrarse como espía en una organización, resulta que todos conocían su tapadera. Si consigue tender una emboscada que desestabiliza el poder de los clanes, le dejan marchar porque creen que es un testigo inocente. Siempre sale airoso de cualquier situación y ese es para mí el peor castigo: seguir viviendo a sabiendas de que has hecho grandes cosas y que nunca se te va a reconocer el mérito. 

Bero no evoluciona, solo da vueltas sobre sí mismo porque se niega a cambiar y a establecer lazos con otra persona que propicie ese cambio. Eso es para la autora lo peor que puede hacer alguien: los personajes que no aprenden del pasado y, por tanto, no evolucionan, así como aquellos que solo se preocupan por sí mismos, son los únicos que realmente terminan teniendo una vida miserable. Los Kaul no son "los buenos", pero como se esfuerzan por mejorar y se quieren los unos a los otros, no son "tan malos".

Lo cierto es que no tengo mucho más que decir. Como veis, es una trilogía que he disfrutado muchísimo: me gustan las tramas políticas realistas que se construyen de forma interesante y me ha cautivado el carisma de los personajes. Aunque ninguno de ellos sea buena gente (todos son criminales condicionados por su entorno), siempre actúan por el bien de los suyos y se esfuerzan por ser mejores. Es cierto que la parte política, más densa, pesa más que la parte de acción; sin embargo, cuando relucen las espadas luna una sabe que se encontrará con una batalla realista y bien narrada. Eso sí, no vengáis a esta historia por la fantasía: si el "jade" del título os llamaba la atención, sabed que su importancia radica más en su valor como herramienta política que en su uso como arma.

Cosas que he aprendido:

  • Nuestro entorno nos condiciona, pero no nos define.

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:

PUNTUACIÓN...4/5!

Primeras Líneas...

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"Sabes que has leído un buen libro cuando al cerrar la tapa después de haber leído la última página te sientes como si hubieras perdido a un amigo." Paul Sweeney