miércoles, 19 de febrero de 2025

Premio a la perseverancia bloguera

Hace muchos años, estaba de moda eso de darse premios entre blogs. Me parecía una dinámica divertida, que ayudaba a crear comunidad y que nos conociéramos más los unos a los otros. Poco a poco, esta moda fue perdiendo fuelle, quizás porque la comunidad bloguera ya no es lo que era. No sé vosotros, pero a mí me da la impresión de que cada vez hay menos blogs literarios nuevos. Que los sigue habiendo, por supuesto, pero el flujo es menor. Esto seguramente se deba a la proliferación de nuevas plataformas de expresión (YouTube, Instagram, TikTok...) y que es un formato cada vez más incompatible con el ritmo acelerado de las generaciones más jóvenes, que buscan la inmediatez y la expresión gráfica. Es lógico que para ellos esto resulte soso y distante, sin embargo, es el espacio en el que mejor me muevo. Espero que con los blogs no pase como con los foros, que cada vez están más de capa caída.

Es por eso que me sorprendió recibir un premio del blog Bitácora literaria: creía que ya nadie hacía estas cosas. Conozco a Nuria de Espinosa desde el año pasado, cuando se apuntó al reto 24 kilos de conocimiento, y desde entonces le sigo la pista a las reseñas que va publicando, que son breves y se refieren a libros poco conocidos.

¿En qué consiste el premio?

Después de agradecer al blog que te ha nominado (en mi caso, Bitácora literaria) hay que responder una serie de preguntas sobre una misma y después premiar a otros blogs y avisarles, para que respondan a las mismas preguntas en su blog, con el objetivo de crear una cadena. Si sois creativos, podéis editar la imagen del premio, pero a mí me ha dado pereza. 

Preguntas:

1. ¿Por qué iniciaste un blog?
Abrí este blog a finales de 2012, cuando cursaba 3º de la ESO. En clase de informática, nos explicaron cómo crear un blog y yo decidí hacer el mío sobre libros. Trasteando, descubrí los blogs literarios y, como no había mucha gente de mi entorno con quien hablar de libros, decidí empezar a hacer reseñas de todo cuanto leyera. Y hasta hoy. Nunca he estado muy preocupada por conseguir seguidores, viabilidad ni popularidad; mi intención desde el principio ha sido dejar constancia de mis impresiones más para mí misma que para el resto (seguramente, porque ni por un momento me planteé la posibilidad de que mis palabras le interesarían a alguien). A lo largo de los años, he ido puliendo mi estilo y me he esforzado cada vez más en hacer análisis más profundos, de manera que mis reseñas han pasado de ser opiniones sencillas a reflexiones bien medidas.

2. ¿Qué es lo que no harías nunca? 
Mentir en una reseña. Soy completamente incapaz de hablar mal de un libro que me ha encantado o viceversa. En mis reseñas soy sincera y digo las cosas directamente, siempre usando argumentos y sin intención de herir a nadie. Puede que ante un libro muy querido por los lectores no sea tan tajante (si le ha gustado a tanta gente, quizás es que yo me he perdido algo) y si sé que el autor va a leer mi reseña, también mido muy bien mis palabras, pero siempre sin dejar de ser fiel a mí misma. Solo una vez escribí una reseña de la que no me siento muy orgullosa, una crítica profesional para una revista. No dejé de ser sincera, pero me escudé en las ambigüedades para no resultar tan dura. Ese mismo libro lo reseñé también en el blog y la diferencia entre un texto y el otro era abismal, sin que la tesis fuera distinta. Todo esto también lo aplico a mi vida: soy incapaz de mentir, al menos abiertamente. Si las circunstancias me obligan, me esfuerzo en ocultar la verdad, ofrecer información a medias o hablar con ambigüedades; eso no lo considero mentir. 

3. ¿Algo de lo que te sientas orgulloso?
La constancia. He visto a tantos blogs queridos desaparecer, que el hecho de seguir aquí a flote hace que me sienta orgullosa de mí misma. Al publicar una reseña de cada cosa que leo me ha permitido practicar y mejorar mucho; estoy a años luz de las primeras reseñas que hice. Me siento orgullosa de haber mejorado tanto mi capacidad de análisis y expresión. Espero seguir avanzando a este ritmo.

4. Si pudieses dar tus tres deseos a alguien, ¿a quién se los darías? 
Es una pregunta un poco rara (no más que las que vienen después) ¿Se refiere a dar la oportunidad a alguien de formular tres deseos o de pedir yo tres deseos, pero que los reciba otra persona? Supongo que en ambos casos, a G. Me ha dado mucho apoyo a lo largo de los últimos seis años (es el tiempo que hace que nos conocemos), tanto moral como psicológicamente, además de ayudarme mucho a mejorar y evolucionar como persona. Sin él, sería mucho más conformista y mi vida hubiera tomado un rumbo completamente diferente. Además, sé que me tendría en cuenta antes de pedir los tres deseos (y que uno de ellos sería tener tiempo para leer). 

5. ¿Paloma o gaviota?
Eh... prefiero a Alejandro Palomas a Juan Salvador Gaviota, pero no sé si la pregunta va por aquí. 

6. ¿Ciudad o campo?
¿El pueblo es una opción válida? Suele haber una conexión de Internet aceptable y los establecimientos básicos. Con eso me basta. Entre campo y ciudad, prefiero esta última. No me gusta su bullicio, sin embargo, las ciudades disponen de un montón de bibliotecas y librerías. La tranquilidad del campo me gusta y no necesito tener a gente cerca, pero qué pereza desplazarse tanto para hacer la compra básica, así como cuidar del campo. 

Cualquiera puede responder a las preguntas en los comentarios, pero formalmente nomino a:

jueves, 13 de febrero de 2025

Visto en las redes 70#

¡Hola a todos! El último Visto en las redes lo publiqué en octubre y se refería al mes de septiembre. Después de eso, tuve el parón para estudiar las oposiciones de biblioteca, no solo en el blog, sino también en redes. Volví a principios de enero, así que esta entrada va a hacer referencia a lo que compartí ese mes. 

Antes de pasar a la sección, quería hacer un pequeño inciso para contaros una novedad importante en mi vida: es un 98% seguro que dentro de un mes sea bibliotecaria. Aprobé los tres exámenes y llegué a la fase de méritos siendo la única candidata. Me falta todo el papeleo, que será cosa de un mes, pero siempre y cuando no haya algún problema administrativo, la plaza es mía. Aunque no tengo estudios como bibliotecaria ni nunca he trabajado en el sector, estoy muy ilusionada y con muchas ganas de aprender. No solo es un trabajo relacionado con el mundo literario, sino que además está a cinco minutos a pie de mi casa. Todo un lujo. No podría estar más feliz. Han sido muchos meses de estudio muy duros que han merecido muchísimo la pena.

Tras este momento de cotilleo, paso, ahora sí, a presentar la entrada. Para los que no lo sepan, esta sección me gusta mucho porque da pie a muchos debates (aunque no os veo muy por la labor de debatir), así que, aunque lleva mucho tiempo, me encanta escribirla. Espero que la disfrutéis y que podamos comentar un montón de temas interesantes. ¡No os olvidéis de comentar todo aquello con lo que estéis o no de acuerdo!

Eso sí, antes que nada, empezaré explicando en qué consiste la sección para aquellos que aún no lo sepan. Ya sé que estos párrafos que vienen a continuación son muy repetitivos; el caso es que siempre hay gente nueva que no sabe en qué consiste la sección y me gusta informar de ello. Visto en las redes es una recopilación de todos aquellos tweets que me han parecido interesantes (y a los que he dado retweet) publicados el último mes (enero) por diversas personas, y una selección de las reflexiones relacionadas con el mundo literario que he compartido por las diferentes redes sociales. Es decir que... ¡atención, porque podríais salir mencionados en esta entrada! 

Me decidí a crear esta sección como excusa para hacer debates porque sé que algunos de vosotros no me seguís en las redes sociales tranquilos, estáis en la lista negra (tanto porque no os interesa como porque no tenéis una cuenta) y pensé que os podría parecer interesante tener una recopilación de esta información. Así, todos los que no tenéis redes podrías estar al tanto y los que me seguís, pero estáis saturados, podríais tener un resumen. 

Como sabéis, el blog está en varias redes: en Twitter, en Facebook, en Instagram, en The Storygraph, en Goodreads y en Bloguers (podéis acceder a mi perfil de cada red social haciendo click en los enlaces), aunque estoy especialmente activa en Twitter e Instagram, por lo que en esta sección me centraré en esas redes sociales.   

Repito, como en cada ocasión, que la idea de esta sección no es completamente mía (siempre hay que dar créditos). Me inspiré en una sección muy parecida en el blog de Deja volar tu imaginación llamada Citando a Twitter. En ella, Patt recopilaba algunos de sus retweets favoritos, aunque siempre están relacionados con reflexiones sobre el mundo en general, no centradas en el ámbito literario. 

Y sin más dilación, os dejo con la entrada:

Visto en Twitter
Yo cuido la ortografía en redes y en el blog, aunque de tanto en tanto se me escapa alguna errata; hacer fallos es inevitable, así que si alguna vez encontráis que he hecho alguno, avisadme. Tampoco es cuestión de ir corrigiendo a todo el mundo como si fuéramos la Inquisición de la Lengua: cuando alguien de confianza que sé que se preocupa por la ortografía tiene un despiste, se lo digo, porque sé que lo va a agradecer. En el caso que expone Marta Madrid Ribas, el de las publicaciones de los autores en redes, me parece absurdo juzgar a alguien por un simple mensaje. Sin embargo, si esos errores son constantes, tomo nota de ello: si no sabes comunicarte en redes, dudo que sepas comunicar una historia.

En esta foto, Mazarbul nos enseña el catálogo de Edimat y aprovecha para desrecomendarnos cualquier obra de esa editorial. Yo, por desgracia, en una época en la que creía que todas las ediciones de clásicos eran iguales, compré Ana Karenina (con la portada de la película) de esa editorial y confirmo todas las quejas de Mazarbul. Puedo entender que recorten en calidad de papel y que reduzcan el tamaño de letra; sin embargo, no sé en qué les beneficia ofrecer obras cuyo contenido está recortado. ¿Es porque es una adaptación? Pues indícalo en alguna parte. También es muy feo que no figure el nombre del traductor (lo busqué porque la traducción era terrible). ¿Tienen algo que ocultar? Mi edición era del 2012, cuando aún no se habían popularizado las IAs, pero algo me huele a chamusquina. ¿Hay alguna editorial que desrecomendéis?

Sé que la sinceridad debería ser lo primero, pero si por culpa de esa sinceridad desanimas tanto al autor que decide dejar el manuscrito tal cual o no volver a escribir, tampoco ganas nada. Como Carlos di Urarte, he hecho de correctora un par de veces y, en algunos casos, la única forma de arreglar el texto era empezarlo de cero. Por muchos argumentos objetivos que tengas, ¿qué autor va a querer hacer borrón y cuenta nueva? Es por eso, que en esos casos, me centro en los errores más graves y apremiantes, en los cimientos, con la esperanza de que a fuerza de seguir escribiendo, la próxima obra del autor sea mejor. ¿Qué opináis vosotros de mi postura?

Me pasa: cuando el precio de algo es bajo sin que sea una oferta, no me fío. Y es que pienso: "Si el resto de productores no pueden permitirse poner un precio menor, es que los componentes tienen que ser de peor calidad, ¿no?". Quizás por eso muchos no se fían de los autores autopublicados, con sus libros digitales a dos euros, cuando los bestsellers se venden por diez. Confieso que leo muy poco autopublicado, pero porque hay demasiados libros en el mercado, así que no compro ninguno, sea del precio que sea, si antes no me lo ha recomendado encarecidamente alguien de confianza. Eso sí, hay una excepción a lo que comenta Annoying Mom: las ofertas. Cuando sentimos que salimos ganando, que estamos estafando al vendedor o consiguiendo algo a un precio único, es cuando valoramos algo que compramos barato. En vuestro caso, ¿soléis valorar las cosas baratas o gratis?

Hoy en día, es bastante habitual que, varios años tras la muerte de un autor de cierto renombre, aparezcan de aquí o allá textos inéditos. Para evitar esto, Pratchett, por ejemplo, hizo destruir sus discos duros con una apisonadora (siempre tan teatral). Si el autor decidió en vida que la calidad del texto no era tan buena como para publicarse bajo su firma, ¿los herederos no deberían respetarlo? En principio, estoy de acuerdo con esta política de Mientrasleo. Sin embargo, si esta regla se siguiera a rajatabla, no nos quedaría nada de Kafka, que pidió a un amigo que, tras su muerte, destruyera todos sus manuscritos. ¿Cómo os posicionáis en este caso?

Estoy de acuerdo con Carlos di Urarte. Una de las cosas que más me molesta en literatura es el adoctrinamiento, cuando el autor quiere imponerte su ideología. Por eso no me gustó Persona normal, de Benito Taibo, y cada vez me irrita más Sanderson, tan evidente en sus mensajes. Si lo que quieres es publicar un panfleto, adelante, dilo directamente, no lo camufles como si fuera literatura (como pasa con la mayor parte de las obras de autoayuda). Un buen autor debe ser capaz de escribir con sutilezas y dar la opción al lector de pensar por sí mismo. Entonces, algunos se perderán el mensaje y otros lo malinterpretarán, pero los buenos libros son aquellos que ofrecen múltiples lecturas.

Sí, la vida real es triste, fría y oscura, pero no dejará de serlo porque tú leas novelas en las que todo es de color de rosa; al contrario, eso hará que te desmoralices al darte cuenta de que tu vida no es como la vendían los libros. La ficción tiene que representar la realidad. Como dice Sergio Chesán, a veces es la única forma que tenemos de acercarnos a situaciones, ideologías y perspectivas que no forman parte de nuestro día a día, pero sí de nuestro entorno. Las obras tienen que hablar de personas mentirosas, orgullosas, buenistas, ambiciosas, hipócritas, etc., porque esa gente está ahí, a nuestro alrededor y comprenderlas nos puede ayudar a tratar con ellas. Representar estas realidades y lograr que el lector empatice con ellas no significa, ni mucho menos, defenderlas. Una obra puede hablar de relaciones tóxicas sin hacer apología de ello (muy recomendado You o Te doy mis ojos). 

Entiendo que el objetivo es promocionar y visibilizar un producto (el libro); sin embargo, me molesta como consumidora que a los influencers las editoriales les envíen paquetes con contenido y material adicional que yo, como lectora, la que les paga las facturas, no puedo conseguir de ninguna manera. Más allá de eso, creo que, como en el caso que nos cuenta Mientrasleo, a algunas editoriales se les ha ido de las manos y buscan generar ruido en redes en lugar de vender libros. ¿Sabéis de algún otro caso tan estrambótico como este?

Cualquiera diría, a estas alturas, que todos los libros se publican en papel y digital; nada más allá de la realidad. Aún hay muchas editoriales que no publican los libros en digital para evitar el pirateo (como si eso fuera a servir de algo) y por miedo a que disminuyan las ventas en papel. Por esto último, algunas se dignan a publicar la versión digital a un precio tan desorbitado, que cualquiera prefiere tenerlo en físico. En el caso de las novelas, todo esto tiene un pase, no así con los libros académicos, como nos cuenta Enara. No estamos pidiendo audiolibros de cada libro que se publica, simplemente la versión digital de aquellos que son realmente necesarios para el día a día. No creo que sea tanto pedir.

Se sigue pirateando tanto como antes, pero ahora a plena luz del día, sin ningún tipo de vergüenza, como critica Mientrasleo. Los autores ganan muy poco con cada venta, si quieres que ese autor siga publicando, ¿no conviene que fomentes la compra de sus libros? Puede que algunos lectores no tengan el poder adquisitivo para comprarlo, cosa que no te disculpa de colgar el libro pirata el primer día que sale a la venta. Hay muchas otras formas de leer a un menor precio, desde ir a la biblioteca (que suelen comprar novedades al cabo de un par de semanas) a comprarlo a medias con alguien. 

No sé exactamente a qué libro se refiere Leyna, pero si es una recomendación de género (romantasy), no veo tan mal la comparación. Entiendo que algunos necesiten categorías para saber a qué atenerse, así como para orientarse en el maremágnum de la literatura. Puede que ninguna de las dos autoras haya escrito sobre brujas, aunque el tono y los temas serán similares. No es algo nuevo: ya con el boom de las distopías, cualquier obra del género se decía que era perfecta para los fans de Los juegos del hambre. Ahora bien, si la editorial usa el mismo reclamo una y otra vez, se terminará desgastando.

En respuesta a MonikaFeren, supongo que no, porque es algo muy ligado a la personalidad y capacidad de cada uno. Mi madre es una mujer que tiene muchas virtudes, pero entre ellas no está la reflexión ni el interés por la cultura o la formación. Desde hace unos años se ha aficionado a los libros sobre gatos, hasta el punto de que se ha decidido a escribir la historia del suyo. En caso de que le saliera bien, no sería una historia compleja, con varias capas de significado, reflexiones profundas y llena de sutilezas, porque ella no es así. En principio, una persona compleja debería ser capaz de escribir una historia sencilla; sin embargo, ¿qué interés tendría uno en escribir algo que no va a dejarte satisfecho? Incluso si es una obra por encargo, es inevitable dejar tu huella en el texto. ¿Qué opináis vosotros?

Visto en Instagram




Varias de las imágenes que os comparto hoy me han encandilado por cómo encajan las portadas con el fondo de la imagen. Es el caso de esta de Libertyeagle20, que no sé cómo lo ha hecho para encontrar un mantel que encaje tan bien con la novela.


Las dos primeras imágenes de Andrésysusana_atrapada me encantan por los fondos. La primera tiene exactamente los colores de la portada y la segunda cuenta con un colorido y un movimiento que encajan muy bien con las rayas de la portada y la idea de las alucinaciones. En el caso de la tercera imagen, en una novela histórica sobre la independencia de EEUU me parece perfecto que el fondo esté lleno de papeles antiguos y que acompañen la novela una pluma y un sello.




Otra imagen muy simple que me ha encandilado por el fondo. Es perfecto que haya dos telas separadas justo en la mitad de la novela, con los colores invertidos a los de la portada. En este caso, queda muy bien, pese a que los tonos sean un poco demasiado pálidos. Es cosa de La vida de mi silencio.




Puede que el fondo sea demasiado blanco (hubiera preferido algo más hogareño), pero esa taza de té, junto a esa planta con flores rosas encajan mucho con una novela con un título así. Solo a la autora, 
Mónica Serendipia, se le ocurriría. Solo faltan unas pastas. 




No es una fotografía espectacular, ni mucho menos, pero la corona en la esquina superior del libro me ha parecido divertidísima. Me hace mucha gracia cómo algunos son capaces de encontrar por casa objetos que cuadren tan bien con una obra y que son tan aleatorios. No tengo ni idea de dónde ha sacado Babel Reader una minicorona.




Me enamoré de esta imagen nada más verla y eso que es difícil que la fotografía de un libro digital capte mi atención. Más allá de los tonos rosa pastel y el equilibrio de los elementos de la imagen de Mirada lectora, la fotografía no tiene nada especial, pero me transmite mucha paz.


Todo hay que decirlo: la edición de esta novela ya es bonita de base. Eso no le resta mérito a Omaira: nunca hubiera dicho que un fondo negro quedaría tan bien. Me recuerda al cielo estrellado con todos esos elementos relacionados con los astros. Además, tiene el toque de color justo. Por cierto, o
s invito a visitar el perfil de Omairagtz, porque en diciembre (así que no entra en este recuento) publicó una foto preciosísima con pétalos de rosas.


Y eso será todo por hoy. Espero que os hayan gustado las imágenes y que haya captado vuestro interés con los debates. Me callo ya, que he hablado mucho. Os cedo el turno y nos leemos en los comentarios. ¡Espero que os haya gustado la entrada!

miércoles, 5 de febrero de 2025

No reseña: Tengo tu número, de Sophie Kinsella

Introducción 

No hay muchas "no-reseñas" en el blog: pocas veces me apetece hablar largo y tendido de un libro que he abandonado (tengo una de La sombra del viento y otra de El bebedor de lágrimas). Sí que me apetecía mencionar brevemente las razones que me hacían dejar los libros y de ahí surgió la sección "Libros abandonados". Cuando hago una reseña negativa, quiero poder hablar con propiedad del libro, por lo que me esfuerzo en leerlo de principio a fin. Es lo que intenté hacer con Tengo tu número, de Sophie Kinsella: me forcé a seguir leyendo para poder comentarlo, aunque a la página 100 tuve que tirar la toalla.

Podría haberme limitado a mencionar de pasada mi disgusto en la sección "Libros abandonados", pero me sentía tan irritada que necesitaba desfogarme, compartir mis impresiones y hacer una reflexión sobre lo dañinas que me parecen las novelas chick lit. Por supuesto que es un género entretenido que puedes disfrutar si no te importa apartar la mirada crítica; el problema es que los mensajes negativos que transmiten estas novelas se interiorizan inconscientemente, en especial si solo lees este tipo de obras.

Aviso desde ya que no he terminado el libro y que mi opinión está limitada por ello. En esta entrada voy a destripar la obra (he leído las primeras cien páginas y he hojeado el resto hasta el final) y citaré algunos fragmentos para justificar mis argumentos. Esta no es el primer libro que he leído del género y no es peor ni mejor que muchos otros. Sin embargo, considero que, por sus características, los representa, y que me puede resultar útil para ejemplificar los puntos que quiero tratar. Por supuesto, el debate es bienvenido: podéis rebatir mis argumentos, criticar todo lo que no compartáis y comentar cualquier cosa relacionada con la entrada en los comentarios. No solo eso: os invito a recomendarme obras del género (la esperanza es lo último que se pierde) que no tengan ninguno de los problemas que describiré a continuación.

La novela chick lit

La novela chick lit tiene cierto mérito: en una época en la que los personajes femeninos solo cumplían el papel de mujer florero, reivindicó que las mujeres, pese a seguir supeditadas emocionalmente a los hombres, tenían habilidades útiles fuera del hogar, podían ser independientes económicamente y apoyarse las unas a las otras. No está nada mal para empezar. Mi problema es que las obras del género que se publican actualmente siguen defendiendo los mismos valores que las de hace cuarenta años. Es como si nos hubiéramos quedado estancadas en la primera ola feminista, en la que se defendía el derecho al divorcio, y no haber avanzado hasta la segunda, en la que se defendía el derecho al aborto.

Este tipo de obras están protagonizadas por mujeres (¿conocéis alguna protagonizada por hombres o dirigida a un público masculino?) en la treintena, con un trabajo que no las apasiona, pero que les permite ir tirando, y un par de amigas que las apoyan (nunca de la mejor manera). Son mujeres con las que muchas podemos identificarnos: sencillas, tímidas, algo patéticas, ingenuas, confiadas y buenas con todo el mundo. Vemos su día a día, muy similar al nuestro, en el que no paran de tropezar con obstáculos cotidianos que se van encadenando uno detrás de otro, en los que meten la pata y de los que salen como pueden, muertas de vergüenza. La lectora empatiza enseguida con la protagonista: todas hemos pasado por momentos de tierra trágame, aunque no con la misma frecuencia que en estas novelas. La exageración está muy presente en estas obras, tanto por la cantidad de problemas a los que tienen que hacer frente al mismo tiempo, como por la actitud de las protagonistas, que reaccionan a todo de forma desproporcionada e histérica.

Pese a tener la vida bastante resuelta y no cargar con traumas a sus espaldas, las protagonistas de estas novelas tienen unos problemas de confianza enormes que solo pueden resolverse con la validación por parte de un hombre. No hay novelas chick lit con mujeres satisfechas con sus parejas (de nuevo, se aceptan recomendaciones), sino que suelen ser mujeres solteras que buscan a su príncipe azul o que tienen una relación tóxica de la que solo se ven capaces de escapar si encuentran un mejor partido.

Tengo tu número, de Sophie Kinsella

Poppy se corresponde a la perfección con la descripción de más arriba: es una joven en la treintena que trabaja de fisioterapeuta y que tiene un par de amigas (aunque para amigas así, más vale no tenerlas). Hace un mes conoció en su consulta a un profesor universitario y la boda es en diez días. En sus propias palabras:

¡Voy a casarme! Yo, Poppy Wyatt. Con un profesor universitario alto y guapo que ha escrito un libro y hasta ha salido por la tele. Hace solo seis meses, mi vida amorosa era un completo desastre. Llevaba un año sin ninguna novedad significativa y estaba planteándome de mala gana si debería darle a aquel tipo de match.com, el de la halitosis, una segunda oportunidad… ¡y ahora solo faltan diez días para mi boda!

Sin necesidad de hablar aún de la relación de estos dos, ya empezamos mal. No hay ningún debate moral respecto a liarse con un paciente, más allá de una crítica en broma por parte de la jefa, pero eso es lo de menos. Lo que más me molesta es que se muestra como algo positivo que conozcas a alguien y te cases con esa persona al poco de conocerla. Y no es solo casarte: no creo que debas siquiera salir con alguien a quien no conoces bien, ya que después de un tiempo, resultará que esa persona no es como pensabas y entonces será mucho más doloroso dar marcha atrás. Claro que puedes sentirte atraída por alguien nada más verle, sin embargo, antes de atarte emocionalmente debes conocer bien al otro. No salgas (ni te cases ni mucho menos tengas hijos) con alguien con quien discutes frecuentemente (por mucho que después os reconciliéis) y con quien no tienes nada de lo que hablar, pese a la atracción. 

En fin, la novela empieza con Poppy en un brunch pijo junto a sus mejores amigas, que quieren felicitarla por la boda. Cuando suena la alarma de incendios, Poppy pierde su anillo de compromiso en la avalancha de gente. Le cuenta lo sucedido a sus amigas, que le desean mucha suerte y se marchan del lugar. Viva la amistad. Es verdad que cuando les pregunta, todas intentan recordar dónde lo vieron por última vez, pero solo responden con evasivas. Durante la novela a veces le preguntan a ver si hay noticias del anillo; pese a ello, en ningún momento ofrecen un apoyo sincero y yo no les perdonaría que me dejaran en la estacada en una situación así. Desde el principio, estaba convencida de que el anillo lo tendría una de ellas (pese a las sonrisas y bromas, la mayoría sienten envidia) y efectivamente, así es. Os lo comentaré más adelante, porque al menos hay cierta sororidad en la revelación.

El caso es que Poppy empieza a buscar desesperadamente el anillo, y cuando os digo que un poco más y llama al FBI, no bromeo. Esta es la reacción de Poppy cuando se entera de que una de las mujeres de la limpieza, que días después está de vacaciones, puede que sepa algo del anillo:
La encontraré. Cueste lo que cueste. Detectives, policía, la Interpol… ya me imagino en la sala del juicio, señalando el anillo dentro de una de esas bolsas de plástico donde se guardan las pruebas, mientras una mujer de mediana edad, presumiendo de moreno de la Costa del Sol, donde ha estado escondida todo este tiempo, me lanza una mirada asesina desde el banquillo de los acusados.
Podría ser gracioso si no lo estuviera pensando seriamente. Repito: no es una broma. La novela está narrada en primera persona, así que vemos los pensamientos de Poppy constantemente, y en ningún momento se pone seria y nos da a entender que esos pensamientos son una válvula para, con el humor, evadirse de la realidad. Por supuesto que en el mundo hay gente que es una drama queen, pero Poppy está en otro nivel. Para muestra, un botón: así empieza la novela.
Perspectiva, solo necesito un poco de perspectiva. No es un terremoto ni un loco con un rifle ni una fuga radiactiva, ¿no? En la escala de desastres, no es de primera magnitud. Repito, no es un desastre de primera magnitud… Supongo que algún día recordaré este momento, me reiré y pensaré: «Ja, ja, ja. ¡Qué tonta fui por angustiarme de esa manera…!».
Déjalo, Poppy. No te esfuerces. No me hace ninguna gracia y, de hecho, hasta me estoy mareando. Aquí estoy, recorriéndome a tientas todo el salón de baile del hotel, con el corazón desbocado, registrándolo de arriba abajo y buscando inútilmente en la moqueta con el estampado azul, por detrás de las sillas doradas de banquete, debajo de las servilletas de papel tiradas por el suelo, en los lugares donde sé que es imposible que esté.
Lo he perdido. La única cosa en el mundo que se suponía que no podía perder. Mi anillo de compromiso.
Ese es el tono general de la novela. Y yo, tonta de mí, seguí leyendo. No es que no sea creíble que alguien reaccione de esta manera; sin embargo, las repeticiones y que el personaje alargue tanto sus comentarios es lo que hace que pierda credibilidad. La gente no piensa así, y menos cuando estás buscando algo desesperadamente. Si el texto fuese el siguiente, me parecería mucho más creíble.
Perspectiva, solo necesito un poco de perspectiva. En la escala de desastres, no es de primera magnitud. Supongo que algún día recordaré este momento y me reiré, pero ahora mismo no me hace ninguna gracia. Aquí estoy, recorriendo el salón de baile del hotel, con el corazón desbocado, registrándolo todo de arriba abajo y buscando en los lugares donde sé que es imposible que esté. ¿Cómo puedo ser tan torpe como para perder mi anillo de compromiso? [texto editado]
La escena de la búsqueda desesperada de la protagonista dura páginas y páginas. Fijaos en las reacciones desproporcionadas que he marcado a continuación en negrita en los dos fragmentos siguientes. Para que veáis que es algo constante:
Pues claro que he mirado en el lavabo. He buscado en todos y cada uno de los cubículos, de rodillas incluso. Y luego en los lavamanos. Dos veces. Y luego he intentado convencer al recepcionista para que lo cerrase y mandase examinar todas las tuberías, pero se ha negado. Ha dicho que sería distinto si yo supiera con certeza que lo había perdido ahí dentro, y que estaba seguro de que la policía estaría de acuerdo con él, y que si hacía el favor de apartarme del mostrador, que había gente esperando.
Policía. ¡Bah! Creía que en cuanto los llamase, vendrían a todo correr con sus coches patrulla y sus sirenas, y no que me dirían que me pasase por la comisaría a presentar una denuncia.
—¿Señorita? —Una señora de la limpieza con el pelo gris intenta rodearme con un aspirador y yo doy un respingo, horrorizada. ¿Es que ya van a pasar el aspirador? ¿Y si se lo traga ese cacharro? [Chica, llevas horas buscando y tienen que limpiar, es su trabajo]
Oye, bonita, que estoy intentando limpiar. —La mujer de la limpieza me quita las servilletas de las manos—. Mira qué jaleo estás armando… ¡Lo estás poniendo todo perdido! [El cliente es lo primero. ¿Qué señora de la limpieza regaña y trata con tan poco respeto a un cliente?]
—Lo sé, lo sé. Lo siento. —Me agacho para recoger los moldes de papel de las cupcakes que he tirado al suelo—. Pero es que no lo entiende, si no encuentro ese anillo, estoy muerta.
Me dan ganas de coger la bolsa de la basura y realizar un examen forense del contenido con unas pinzas. Me dan ganas de rodear la totalidad del salón con cinta policial amarilla y declararlo una escena del crimen. [Si tuviera las herramientas a mano, lo haría. No es broma]. Tiene que estar aquí, tiene que estar…
A menos que se lo haya llevado alguien. Esa es la única otra posibilidad que se me ocurre. Una de mis amigas se lo ha probado, aún lo lleva en el dedo y, por lo que sea, no se ha dado cuenta. A lo mejor se ha caído accidentalmente en el interior de un bolso… quizá se ha colado en un bolsillo… se ha quedado prendado en los hilos de algún jersey… las posibilidades que barajo en mi cabeza cada vez son más y más rocambolescas, pero no puedo dejar de pensar en ellas.
El último párrafo no lo he añadido como muestra de la exageración, sino de la ingenuidad de la protagonista. ¿Por qué en ningún momento se plantea que alguien (sus amigas o un desconocido) lo haya robado conscientemente? Hay gente ingenua, pero no tanto. Y que nadie critique a la protagonista por esta actitud o lo haga notar como algo extraño, da a entender que todas las mujeres son así. 

Sigamos con la trama. Como las desgracias nunca vienen solas, entonces, mientras está buscando cobertura con el móvil, justo cuando una amiga le iba a contar dónde creía que estaba el anillo (curiosamente, nunca se vuelve a esto ni le vuelve a preguntar a su amiga), se lo roban. Que sí, que nos pueden pasar dos desgracias juntas, la vida es así; el problema es cuando las casualidades empiezan a amontonarse una detrás de otra, que es lo que pasa aquí.

Poppy ha perdido el móvil y eso es el fin del mundo. En parte, puedo entenderlo: a mí me dolería mucho perder todas las fotos y conversaciones que guardo ahí, así como los números de teléfono; el caso es que, para Poppy, el drama es que si alguien llama para informar sobre su anillo, no podrá responder. No es que fuese un móvil caro y, aunque dice que guarda toda su vida ahí, en la época de la novela no había WhatsApp (se comunica con la gente por correo electrónico, así que no ha perdido nada) y no lamenta haber perdido fotos ni números de teléfono. Para que veáis su reacción exagerada en estos dos fragmentos:
Yo no estoy escuchándole, sino que estoy echándome a temblar. Nunca había sentido tanta angustia ni tanto pánico. [¿Ni siquiera hace un rato cuando has perdido el anillo?] ¿Y ahora qué hago yo sin mi teléfono? ¿Cómo funciono? Mis manos no dejan de irse derechas al bolsillo donde suelo guardar mi móvil, en un reflejo automático. Mi instinto quiere que le mande un mensaje de texto a alguien: «¡Diossss: he perdido el móvil!», pero ¿cómo puedo hacer eso sin un puto móvil?
Mi móvil es mi gente. Son mis amigos. Es mi familia. Es mi trabajo. Es mi mundo. Lo es absolutamente todo. Me siento como si alguien me hubiese desconectado de todas las máquinas de soporte vital.

Ahora que ya me he calmado un poco, empiezan a asaltarme pensamientos homicidas. ¿Se da cuenta ese tipo de la sudadera de que me ha destrozado la vida? ¿Se da cuenta de lo vital que es un móvil? Es lo peor que puede robarse. Lo peor [Se me ocurren muchas cosas peores, la verdad]. 

Entonces, casualmente (¿veis lo que os decía de las casualidades?), encuentra un móvil de otra persona y decide quedárselo y dar su nuevo número a todo el mundo, en lugar de comprar otro nuevo. La novela es de 2012: de verdad que en aquella época un móvil desechable no era tan caro. 

A estas alturas ya tengo elaborada una teoría francamente buena, hasta podría ser Poirot. Este es el móvil de Violet Russell y lo ha tirado a la basura, porque… bueno, por la razón que sea. [Aquí podéis como la inteligencia de Poppy sigue brillando por su ausencia. El móvil venía junto a una tarjeta identificativa. No ha deducido nada.]

A continuación voy a saltarme toda una escena en la que Poppy hace de telegrama cantante (no había oído esto en la vida) y dedica una versión de All the single ladies a un grupo de empresarios japoneses, con la letra modificada para cantarla solo con el nombre del ejecutivo principal. Os prometo que con contexto no mejora mucho. Esto la lleva a conocer a Sam (quien le ha pedido que entretenga a los japoneses un rato como sea), el jefe de la anterior propietaria del móvil que acaba de encontrar. A partir de aquí, empieza la amistad entre ambos, donde Poppy, además de seguir con su trabajo como fisioterapeuta, realiza parte de las funciones de secretaria, y reenvía los mensajes a Sam. Unos mensajes privados y personales que POR SUPUESTO que no lee sin su consentimiento. En ningún momento se critica que la protagonista invada la privacidad de Sam; al contrario, se la felicita por ello, ya que le da buenos consejos sobre su relación con los demás y se fija en detalles que el otro no había visto. 
A medida que voy desplazándome por los mensajes voy sintiéndome cada vez más incómoda. Nunca había tenido tanto acceso al teléfono de alguien, ni al de mis amigas, ni siquiera al de Magnus. Hay cosas que no quieres compartir con nadie. Vamos, que Magnus ha visto hasta el último centímetro de mi cuerpo, incluidas las zonas más desastrosas, pero nunca le dejaría acercarse a mi móvil, eso jamás. Los mensajes de Sam se mezclan desordenadamente con los míos, lo cual también es una sensación muy rara. Veo que hay un par de mensajes para mí, luego seis para Sam y luego otro para mí. Todos pegaditos los unos a los otros, tocándose. Nunca había compartido una bandeja de entrada con nadie. No esperaba que fuera algo tan… íntimo. Es como si de pronto compartiéramos el cajón de la ropa interior o algo así. [Compartir bandeja de entrada con alguien es "íntimo" y muestra la confianza entre ambos. En fin, hay fetiches para todo.]
No me resisto a la tentación de escribir «Willow» en la función de búsqueda del aparato y aparecen una serie entera de e-mails. Hay uno de ayer mismo, con el título «¿Tú quieres joder conmigo o lo que quieres es JODERME, Sam? ¿¿¿O ES QUE NO TE DECIDES???» y me entra otro ataque de risa. Ay, ay, ay… Seguro que tienen una de esas relaciones con altibajos todo el tiempo, como en una montaña rusa. A lo mejor se tiran cosas a la cabeza y se insultan y se gritan y luego acaban haciéndolo apasionadamente en la cocina… [Como veis, mira sin permiso mensajes muy personales de Sam. Y no solo eso, el fragmento en negrita me parece una idea muy tóxica sobre las relaciones.]
Acaba de enviarte un mensaje alguien que se llama Willow, por cierto —añado, con toda naturalidad—. Ahora mismo te lo reenvío. Lleva un adjunto que parecía muy importante, pero, como es lógico, yo no lo he mirado, para nada. Ni lo he leído ni nada que se le parezca. [Si alguien mencionara que no sabe mentir, lo podría aceptar, pero esta ineptitud me parece de niño de cinco años.]
La novela podría sostenerse solo con esto, porque además hay toda una trama de corrupción empresarial de la que no he leído nada, pero todo esto convive con la trama del anillo y de la futura boda de Poppy. Y es que mientras empieza a hacer buenas migas con Sam (fijaos: un hombre positivo, que la valora y aprecia, que será el salvavidas cuando la relación tóxica de Poppy se rompa) seguimos con los problemas de Poppy buscando el anillo y relacionándose con sus suegros. Estos son unos sabelotodos repelentes que la menosprecian con cada comentario (su futuro marido nunca la defiende) porque se sienten superiores. No son malos, solo es que están en otro nivel e, involuntariamente, no dejan de recordárselo a Poppy. 

Mi peor momento de todos: cuando estábamos viendo el concurso University Challenge todos juntos en la sala de estar, cuando tocó un tema sobre huesos. ¡Mi especialidad! ¡Eso lo había estudiado! ¡Me sé todos los nombres en latín y esa clase de cosas! Pero cuando estaba tomando aliento para responder a la primera pregunta, Antony ya había dado la respuesta correcta. Fui más rápida la siguiente vez… pero se me adelantó de todos modos. A partir de ahí, todo fue como una carrera, y ganó él. Luego, al final, me miró y preguntó: «¿Es que no enseñan anatomía en la facultad de fisioterapia, Poppy?», y creí que me iba a morir de vergüenza.

Todo esto me ha parecido degradante, no solo por Poppy, que en algunos momentos parece que sufre un retraso mental, sino porque la novela nos muestra que todos los investigadores universitarios son así (los padres no son la excepción, toda la familia se comporta así). Es decir, la obra vende una idea muy equivocada de cómo es este tipo de gente y, encima, las conversaciones no son creíbles, como si todos los académicos tuvieran la empatía de una piedra. Aquí podéis ver dos ejemplos de ello:
—¡La fi-an-cée! [La gente no va por ahí hablando otros idiomas solo para presumir.]—Pronuncia la palabra con una delicadeza que raya en el ridículo—. La prometida…
—La novia afianzada… —Apostilla Antony, levantándose de su asiento en la mesa. Lleva la misma chaqueta de tweed que luce en la contracubierta de su libro [recordemos que ha escrito un libro] y me examina con la misma mirada penetrante y desagradable—. «El oriol se casa con su amada pintoja, el lirio es el novio de la abeja…». [Esto no viene a cuento de nada, estoy tan perdida como Poppy.] ¿Otro para tu colección [porque hacen esto frecuentemente], querida? —le pregunta a Wanda.
—¡Exacto! Necesito un bolígrafo. ¿Dónde hay un bolígrafo? —Wanda se pone a rebuscar entre los papeles que ya se desbordan de la encimera—. Y pensar en todo el daño que se le ha hecho a la causa feminista por culpa de un antropomorfismo ridículo y ocioso. [¿Podríais introducir el tema y explicar de qué estáis hablando?] «Se casa con su amada pintoja». ¿A ti qué te parece, Poppy? [¿Qué le va a parecer? La conocen, saben que no tiene ni idea, ¿para qué dejarla mal?] —Se dirige a mí y sonrío con cara de circunstancias.
No sé de qué narices están hablando, no tengo ni idea [ídem]. ¿Por qué no pueden decir «Hola, ¿cómo estás?» como la gente normal? [Efectivamente, esta conversación es lo primero que pasa al reencontrarse con sus suegros después de varios meses. ¿Por qué actúan tan raro? Porque le interesa a la historia.]
—Sí, ¿tú qué opinas de la respuesta cultural al antropomorfismo? Desde la perspectiva de una mujer joven.
Se me encoge el estómago al advertir que Antony me está mirando otra vez. Madre de Dios… ¿Me habla a mí? ¿Antropo qué? [No es una palabra tan rara.]
Siento que si me pusiera sus preguntas por escrito y luego me diera cinco minutos para repasármelas (y con un diccionario), entonces tendría un mínimo de posibilidades de que se me ocurriera una respuesta inteligente. Porque, en fin, yo he ido a la universidad. He presentado trabajos con palabras largas en ellos, e incluso una tesina. Mi profesora de lengua me llegó a decir una vez que tenía una «mente ávida». [En este párrafo, en lugar de parecer que los otros son superiores, Poppy parece tonta.]

 —Por supuesto, el humor es una forma de expresión que, sin duda, hay que tener en cuenta en la narrativa cultural —dice Wanda un tanto vacilante—. Creo que Jacob C. Goodson hizo un estudio interesante sobre eso en «Por qué bromean los humanos».
—A mí me parece que era «¿Bromean los humanos?» —la corrige Antony—. Sin duda, su tesis era…
Ya están otra vez. Respiro hondo, con las mejillas aún encendidas. No puedo con esto, me supera. Quiero que alguien pregunte por las vacaciones, o por la serie EastEnders, o cualquier otra cosa menos esto.
Porque, a ver, yo quiero a Magnus y todo eso, pero llevo aquí cinco minutos y ya me va a dar un ataque de nervios. ¿Cómo voy a sobrevivir a las Navidades todos los años? ¿Y si nuestros hijos salen todos superdotados y no entiendo lo que dicen y me miran por encima del hombro porque no tengo un doctorado?

Al escribir una novela, tienes que documentarte para que tus personajes sean creíbles y para evitar caer en estereotipos que perpetúen ideas equivocadas. Este retrato de la familia del novio me parece un reflejo del estereotipo que tiene la gente sobre los académicos (personas antisociales, poco empáticas, que menosprecian a los demás, orgullosas, que presumen de conocimientos y que solo saben hablar de temas académicos). Os dejo un par de perlitas más de Poppy sobre la familia de su prometido:
No quiero que se me malinterprete, yo me considero una persona bastante inteligente. Sí, hombre, para ser una persona normal que ha ido a la escuela y luego a la universidad y ha encontrado trabajo y todo eso, pero ellos no son personas normales, están en otro nivel, muy por encima de la gente normal. Tienen unos supercerebros. Son la versión académica de Los Increíbles [13]. Yo solo he estado con sus padres unas pocas veces, cuando volaban a Londres para que Antony diera alguna conferencia importante, pero con eso ya tuve bastante para darme cuenta. Mientras Antony daba una charla sobre teoría política, Wanda presentaba un artículo sobre el judaísmo feminista a un grupo de expertos, y luego los dos aparecían nada menos que en The Culture Show, adoptando posturas opuestas sobre un documental acerca de la influencia del Renacimiento [14].

[13] Me pregunto si tomarán suplementos de omega 3. Tengo que acordarme de preguntárselo.

[14] Sí, ya lo sé. Yo los escuchaba con mucha atención y ni aun así conseguía discernir en qué puntos no estaban de acuerdo. Me parece que el presentador tampoco se enteraba mucho, la verdad.

En cuanto al primer fragmento, en el mundo real, los académicos están especializados en uno o varios temas: no pueden escribir artículos o participar en debates sobre cualquier cosa. En cambio, en la novela se muestra que dominan un montón de campos de conocimiento. En cuanto al segundo fragmento, lo del omega 3, la protagonista lo cree genuinamente. En el último fragmento vemos cómo intenta defenderse y mostrar que los académicos no solo son más inteligentes que ella, sino que el resto del mundo, como el presentador. Absurdo que el moderador de un debate no sepa del tema.

Como os comenté, este género defiende mucho la sororidad entre mujeres. Por eso, al final, pese a que no sea coherente con lo que nos han mostrado, hay una escena (la leí entera) en la que Poppy estalla y recrimina a la madre de su prometido la actitud que tienen con ella. Entonces se nos revela que a la familia le cae muy bien Poppy (cosa que no se ha mostrado en absoluto), que les parece la nuera perfecta, que nunca han pretendido que se sintiera mal y consideran que su hijo no merece a una chica tan buena como ella. Y entonces se reconcilian y ambas comparten su preocupación por cómo el prometido trata a Poppy, apoyándose la una a la otra, pese a sus diferencias. Tan bonito como absurdo.

La relación entre Poppy y su prometido (paso, no recuerdo su nombre) es una relación tóxica sin maltrato: simplemente, no encajan. Para empezar, no hay ningún tipo de confianza: Poppy en ningún momento se plantea contarle lo de que ha perdido el anillo y le cuenta lo de que ha perdido el móvil como algo casual, sin entrar en detalles: 

 —¿Qué mensaje? Ah… —De pronto, caigo en la cuenta—. Pues claro. Es que he perdido el móvil. Ahora tengo un número nuevo. Espera, que te lo doy.
—¿Que has perdido el móvil? —Magnus me mira extrañado—. ¿Qué ha pasado?
—¡Nada! —exclamo alegremente—. Solo que… lo he perdido y he tenido que buscarme uno nuevo. No pasa nada. No es ninguna tragedia.

Sí que ha sido una tragedia, cosa que no le confiesa. Hay tan poca conexión, que él cree que se lleva muy bien con su familia y se traga mensajes como el siguiente:

¡Genial! ¡¡¡Me muero de ganas de ver a tus padres!!! ¡¡¡Qué bien!!!! PD: ¿Antes podría verte fuera un momento a solas? Tengo que comentarte una cosita. Es una cosita de nada, algo insignificante. Bssss.

Poppy no está intentando ser sarcástica, es que miente de pena, y él, pese a su inteligencia, no se da cuenta, y no le pregunta después qué era lo que quería comentarle. A eso hay que sumarle que no tienen nada en común y que Poppy se siente inferior a su lado. Aquí tenéis dos ejemplos:

Y no son libros con nudo, trama y desenlace, por cierto. Son libros con notas al pie. Libros sobre temas concretos, como historia, antropología y relativismo cultural en Turkmenistán. [¡Cuidado! ¡Escriben libros serios para gente inteligente! No libros de narrativa, como lo que lee la gente corriente e inculta. Este comentario es de Poppy sobre la familia de su prometido (y sobre su prometido).]

Se ha especializado en Simbolismo Cultural. Me leí en diagonal su libro [si alguien te gusta, te lo lees entero y si no lo entiendes, lo admites y le preguntas cosas], La filosofía del simbolismo, después de nuestra segunda cita y luego fingí que me lo había leído hacía siglos [para qué vamos a empezar una relación siendo sinceros], casualmente, por placer (cosa que, para ser sincera, no se creyó ni por un minuto). Total, el caso es que me lo leí, y lo que más me impresionó es que estaba totalmente plagado de notas al pie. Ahora me chiflan. ¿A que son superútiles? Solo tienes que meterlas donde te parezca y ya está: automáticamente te conviertes en una persona lista.

No entiendo por qué están juntos estos dos. ¿Qué ha visto el prometido en Poppy? Como se nos desvela al final, quiere casarse con ella solo porque le parece guapa y quiere demostrar a su familia que es capaz de comprometerse con alguien. ¿Qué interés tiene Poppy en él? Que es guapo, listo, de familia rica y tiene un doctorado. Sus amigas tienen una concepción similar del hombre ideal y en ningún momento hay ningún comentario sobre esta idea de las relaciones:

Annalise se hizo fan de la Maratón de Londres hace unos años, cuando estaba viéndola por la tele y se dio cuenta de que estaba hasta arriba de cuarentones atléticos y motivados que seguramente estaban solteros porque lo único que hacían era salir a correr, y sí, bueno, los cuarentones eran un poco mayores, pero ¿y el pedazo de sueldo que debían de ganar cada mes? Así que lleva ofreciéndose voluntaria como fisioterapeuta de urgencia todos los años. Se va directamente a los más atractivos y les da masajes en los gemelos o lo que sea mientras les clava esos ojazos azules y les dice que ella también ha apoyado siempre esa organización benéfica.

Aunque se nos quiera vender la idea de que la protagonista es independiente, no solo toda su trama gira en torno a los hombres (tanto Sam como su prometido), sino que sus aspiraciones e ideales son los que siempre se han asociado a la mujer. Aquí podéis ver lo que opina Poppy del matrimonio:

Ya sé que a algunas novias lo que más ilusión les hace es la música o las flores, pero a mí lo que más me emociona son los votos: «En lo bueno y en lo malo… En la riqueza y en la pobreza… Y además te doy mi palabra…». Toda mi vida he oído estas palabras mágicas, en las bodas familiares, en las escenas de las películas, hasta en los enlaces reales. Las mismas palabras, una y otra vez, como poemas transmitidos de generación en generación a lo largo de los siglos. Y ahora vamos a decírnoslas el uno al otro. Se me estremece todo el cuerpo de la emoción.

¿Por qué le emocionan los votos? Quizás porque se siente insegura y necesita oír a alguien que jure delante de todo el mundo fidelidad absoluta y le demuestre que merece ser querida. Esto lo digo yo, no la novela, donde no hay ninguna reflexión sobre la actitud y la mentalidad de Poppy. Mi problema no es que haya una mujer a la que le emocionen las bodas, mi problema es que, al tener solo el punto de vista y la opinión de Poppy, se nos da a entender que esa es la mayor aspiración de una mujer. Además, aunque la novela intenta desentenderse de ello, sigue perpetuando roles asociados a la mujer:
Magnus y Felix dijeron que iban a limpiarla esta tarde, pero la cocina parece un campo de batalla. La mesa está llena de cajas de comida para llevar y hay una pila de libros encima de la plancha-asadora e incluso uno dentro de una cazuela.
—Vuestros padres regresan mañana. ¿No deberíamos hacer algo?
Magnus se queda impertérrito.
—A ellos les va a dar igual.
Está muy bien que diga eso, pero yo soy la (casi) nuera que ha estado viviendo aquí y que cargará con todas las culpas.
El fragmento empieza bien: los hombres se van a encargar de la limpieza de la casa...  pero no lo hacen y termina haciéndolo ella, porque (ojos en blanco) si la casa está sucia, después le echarán las culpas a ella por no saber mantener la casa, cosa que es tarea de mujeres. Por no mencionar lo absurdo que me parece que tengan un libro dentro de una cazuela (otro estereotipo asociado a los académicos: dejan las cosas en cualquier parte).

Percibo un olor agrio en el aire y me doy cuenta de que la salsa boloñesa se está quemando. Wanda está ahí como un pasmarote, al lado de los fogones, hablando sin parar de Aristóteles, sin darse cuenta siquiera. Le quito la cuchara de madera de la mano con cuidado y empiezo a remover. Gracias a Dios, no hay que ser un premio Nobel para hacer eso.

En este fragmento pasa lo mismo. De nuevo, tenemos otro ejemplo de los estereotipos asociados a los académicos (Wanda está tan enfrascada hablando de temas intelectuales que está completamente disociada de la realidad), al mismo tiempo que se perpetúan roles de género: Wanda, una mujer, es quien está cocinando, pero como está despistada, es la protagonista, otra mujer, quien termina encargándose de preparar la comida.

Decidí decir basta en la escena del reencuentro de Poppy con sus suegros. Fui leyendo, completamente pasmada, incapaz de creerme cómo a cada página el menosprecio y las situaciones vergonzosas por las que pasaba la protagonista eran mayores. Con tal de que no descubran que ha perdido el anillo, llega al extremo de ponerse unos guantes navideños en pleno mes de abril, justificándolo con que se ha quemado la mano, y llega a plantearse seriamente tirarse agua hirviendo de verdad solo para seguir con su mentira:
Desastre total. Una auténtica catástrofe. Resulta que no venden guantes en abril. Los únicos que pude encontrar estaban en la sección de saldos de Accessorize. Viejos artículos de Navidad, y solo estaban disponibles en la talla S. No me puedo creer que esté planeando en serio darles la bienvenida a mis futuros suegros con unos guantes de lana rojos con renos que me quedan demasiado justos. Y con borlas, además. Pero no tengo elección. Es eso o entrar a mano descubierta.

¿Debería echar a correr escaleras arriba a ver si encuentro una cerilla? ¿Y un poco de agua hirviendo? Para ser sincera, creo que preferiría el dolor insoportable a tener que confesar la verdad…

¿De verdad que este es el modelo de mujer independiente que queremos imitar? ¿Una chica insegura, preocupada constantemente por el qué dirán, que se deja pisar por todos y que recibe los guantazos que le da la vida con una sonrisa, porque las mujeres a sufridoras no nos gana nadie? 

El colmo de esta escena es cuando su prometido le dice que le ha dejado un regalo para la noche de bodas en el vestíbulo. Ella lo abre y descubre un conjunto sexy que se pone de inmediato (pese a que es para la noche de bodas y en el comedor están esperando los suegros, a los que ni ha saludado). Al final de la cena sucede la catástrofe: era el cumpleaños de su suegra (algo que a su prometido ni se le había ocurrido mencionar) y el conjunto sexy era un regalo de su suegro a su mujer. El prometido de Poppy en realidad le había regalado ¡¿para la noche de bodas?! una taza que ponía "recién cazados". Entonces, Poppy, avergonzada, se levanta la ropa, enseña el conjunto a toda la familia de su prometido y pregunta a ver si el verdadero regalo era ese. Ahí lo dejé por el bien de mi salud mental.

No hay nada que esté bien en esta escena. Para empezar, la casualidad que da lugar a la confusión. En segundo lugar, la coherencia de que Poppy, en lugar de guardar la ropa, se la ponga. En tercer lugar, que Poppy (siendo una chica tímida) decida enseñar cómo lleva la ropa interior de su suegra, en lugar de, por ejemplo, admitir que se ha equivocado, que ha cogido el regalo sin querer y que lo ha llevado a la habitación. Pero claro, no tendría ninguna gracia: el único propósito de la novela es dejar a Poppy en el peor lugar posible. 

Paso ya a hablaros del final, que me sulfura tanto como esta escena. Por un lado, tenemos lo de la sororidad entre mujeres mal llevada. Como os comentaba antes, tiene unas grandes amigas que la apoyan (o eso dice la protagonista), pero que en realidad sienten envidia, cosa que perpetúa la idea de la rivalidad entre mujeres:
Lo que de verdad quiere [Annalise] es un tipo que parezca recién salido de un anuncio de Gillette, con un sueldazo y/o un título. Preferiblemente ambas cosas. Creo que por eso está tan enfadada por haber perdido a Magnus, puesto que tiene el título de «Doctor». Una vez me preguntó si sería catedrático algún día y yo le dije que seguramente sí, y se puso verde de envidia.
Al final, se entera de que el anillo lo tenía la organizadora de bodas, que en realidad era una exnovia del prometido de Poppy, con el que seguía manteniendo relaciones a sus espaldas (pese a saber cómo es el prometido y tener trabajo, la organizadora de bodas también depende de él, un hombre). Lo positivo, dentro de lo que cabe, es que Poppy no se enfada con ella, que la ha advertido de toda la situación (vamos a obviar que le ha robado el anillo), sino con su prometido, y ambas lo ponen a caldo (sororidad entre mujeres). Cualquiera diría que aquí rompe el compromiso y a otra cosa mariposa, pero no. El novio se disculpa, le dice que en realidad la quiere a ella y que le ha comprado otro anillo mucho más sencillo que le recuerda a ella. Eso ablanda a Poppy y decide seguir con la boda. Ya en el altar, se entera de que lo del anillo era mentira y que se lo había dado la suegra solo para que no le dejara (¿no nos habían dicho que esta señora estaba a favor de Poppy?). Cualquiera diría que eso es motivo más que suficiente para recogerse las faldas e irse, pero Poppy decide mantenerse al pie del cañón y solo en el momento en que su prometido decide saltarse los votos, estalla y le deja. Y como somos incapaces de tratar nada con seriedad, como ya está pagado el banquete, lo celebran de todas formas (con el ahora exprometido incluido) y con Sam que, faltaría más, llega en el último minuto para parar la boda (sin saber que la protagonista, que es MUY independiente, ya la había parado).

Reflexión final

Lo que más me duele (y mira que hay cosas que me han parecido insoportables de esta lectura) es que si la obra se hubiera tratado con seriedad, podría haber sido, como mínimo, buena. Que conste que no tengo nada en contra de la comedia, siempre y cuando su único propósito no sea ridiculizar a la protagonista. Por un momento, imaginad una obra en la que la protagonista se da cuenta poco a poco de lo falsas y tóxicas que son sus amistades y de que en realidad se aferra a ellas porque teme estar sola. En esta novela ficticia, se critica la ingenuidad de la protagonista y el resto de personajes la animan a formarse de verdad (la universidad a la que dice que ha ido debía ser la Universidad de Regalamos Títulos a Precio de Saldo) para evitar parecer ignorante en el futuro. Podría seguir siendo una chica histérica, a la que le hicieran notar que reaccionar de esta manera es perjudicial para ella, ya que le provoca ansiedad. Como colofón, no estaría mal que le abrieran los ojos respecto a su relación tóxica, que lo es no solo porque su prometido no quiere pronunciar los votos, sino porque no defender a tu pareja de las agresiones verbales de otros también es un tipo de maltrato. Al final, la protagonista podría descubrir que, en una relación, lo que importa no es que el otro sea guapo, rico, quiera casarse contigo o que solo te valore (esto último es lo que hace Sam), sino que las relaciones se basan en comprender al otro, en tener su apoyo incondicional y tener tantas cosas en común que puedes quedarte hasta la madrugada hablando con la otra persona. Eso es amor.

Tengo tu número, de Sophie Kinsella me parece que representa todo lo negativo de las novelas chick lit. Considero que en su momento, estas novelas supusieron un avance en la revolución feminista al poner como protagonistas a las mujeres de a pie, mostrando que estas no tienen por qué limitarse a ser amas de casa que esperan pacientes a sus maridos mientras cuidan de los niños, sino que también pueden ser mujeres más independientes que se pueden apoyar las unas a las otras. Además estas novelas contienen un mensaje positivo: levántate, por muchos golpes que te dé la vida. Al mismo tiempo, considero que este género ha quedado anticuado, tanto por los valores como por los mensajes subliminales que transmite: solo puedes sentirte completa con un hombre a tu lado (la única aspiración de la protagonista es tener pareja); solo puedes liberarte de una situación opresiva o de la inseguridad con la ayuda de un hombre (si Sam no estuviera allí, la protagonista se hubiera casado con su prometido tóxico); las otras mujeres pueden ser un apoyo, pero nunca dejarán de ser rivales (las considera sus amigas y a veces se preocupan, pero sienten envidia de su compromiso) y el matrimonio es la máxima aspiración para una mujer. Son novelas que también perpetúan de forma sutil roles de género (en este caso, la mujer es la única que sabe cuidar bien de la casa) y estereotipos (el comportamiento de los académicos), que exageran solo para crear humor, no una crítica. Al mismo tiempo, se usan estos estereotipos para empatizar con las lectoras (el único género literario dirigido exclusivamente a mujeres), ya que las protagonistas son mujeres mundanas como ellas, que cometen fallos como ellas, y para validar comportamientos negativos (por ejemplo, mirar correos electrónicos ajenos o mentir) que solo son malos si se llevan al extremo.

En la novela chick lit, no hay mujeres florero, sino floristas, cuya independencia sigue ligada a sus clientes, en este caso los hombres.