En
una entrada anterior,
alguien comentó (sí
Patt, estoy hablando de ti) que
los comentarios y las
respuestas iban a ser más largas que la entrada en sí. No me lo creía hasta que
la profecía se cumplió. Vaya, es sorprendente, de verdad, muchas gracias a
todos por vuestras palabras, ¡siempre es un placer hablar con vosotros!
Este hecho, hizo que
pensara en escribir una entrada haciendo referencia a ello…y este es el
resultado. Sí,
Patt, una entrada inspirada en unos comentarios, lo que faltaba.
Y ya me veo venir que aquí los comentarios volverán a ser largos…
Bien, aunque me gustaría
hablar de todos vosotros, solo voy a hacer referencia a
una entrada que publiqué hace poco y en la que, diversas personas, entre las que me encuentro, me llamaron, horrorizadas, cosas como “monstruo”, “maltratadora de
libros”, “descuidada”, “demonio”,... Para ser sincera, la mitad de esos
calificativos me los he inventado yo, pero sé que lo estabais pensando (qué
mala gente, con lo buena persona que soy…¬¬).
Así que nada, ahora vivo
con el miedo constante a que la policía llame a la puerta de mi casa y se
lleven todos mis libros “a un lugar seguro”. Por si acaso, estoy en proceso de
construir un doble fondo en la pared para esconderlos. ¡Pero soy inocente! Y
he
escrito esta entrada para defenderme de vuestras viles acusaciones y deciros
que vuestras librerías están a salvo (
Patt, puedes bajar el bate).
A ver, a ver, a ver: no
soy una maltratadora de libros. Que quede claro desde el principio. Me dio la
impresión que os escandalizasteis por nada. Simplemente, no soy tan cuidadosa
como muchos de vosotros. Pero en general mis libros están en buen estado. Mirad mis estanterías:
A pesar de que no trato los libros con tanto
mimo como vosotros, en realidad tengo pocos libros estropeados. Si recorro con
la mirada mi estantería…
…La emperatriz de los
etéreos, de Laura Gallego, tiene la sobrecubierta un poco rota, pero porque lo
he leído un par de veces, ha viajado mucho y ha pasado por varias manos.
…El ocho, de Katherine
Neville está un poco amarillento, como pude comprobar la última vez que limpié
las estanterías (y sí, casi me dio algo).
…Hay uno o dos con la
cubierta rota, pero porque son antiguos y ya estaban en mal estado cuando me
los dieron.
…Hay alguno con alguna
pequeña mancha (concretamente, hay uno que tiene una gota de sangre de cuando
me corté al girar la página) en alguna página (pero no puedo especificar).
…Oh, y también sé de uno
que tiene un pequeño desgarrón, pero porque era de páginas muy finas y al girar
la página (¡catástrofe!). Me he comprometido a no comprar más libros con hojas
así ¬¬
Pero, a ver, ¿quién no
tiene algún libro así, un poco estropeado? Los demás están perfectamente. Vamos,
todo lo perfectamente que puede estar un libro que se ha leído una vez (o dos).
Muchos tenéis libros tan nuevos que un día, si es el fin de mundo no
tenéis dinero, podéis montar vuestra propia librería y hacerlos pasar por
nuevos. No es mi caso porque ni aunque fuera el fin del mundo me separaría
de ellos.
A veces me da la
impresión de que se trata a los libros con un mimo excesivo. Hay algunas manías
muy curiosas que yo pensaba que eran cosa de una o dos personas, pero veo que
es general. Por ejemplo,
algunos abrís las páginas del libro lo mínimo
imprescindible para poder leerlo. Un poco más y
lo leéis cerrado (método inventado por la ALERTA, Agrupación de
Lectores Especialmente Reticentes a los Tomos Abiertos). Yo así no disfruto.
¿Qué mal puede hacer abrir el libro del todo (ojo, que tampoco hay que girar
las páginas 360º)? Sí, a veces se estropea el lomo, vale, cierto, y me molesta
mucho cuando eso pasa, pero no hay para tanto.
Yo los abro bien y de libros con
el lomo estropeado tengo muy pocos.
Lo que sí tengo es varios
libros con la sobrecubierta rota y es algo que me entristece mucho. La mayoría
son preciosas, pero son tan endebles que no puedo llevarlas a ninguna parte, y
por eso he cogido la costumbre de dejarlas en casa y no usarlas nunca, aunque
la portada sin la sobrecubierta sea de un color liso y sin ni siquiera el
título.
Otro tema, el de comer y
beber junto a los libros. ¿Por qué no? A ver, por experiencia sé que es muy
incómodo tomarse la sopa mientras se lee un libro (y cuestión de hacer
malabares), pero, ¿qué tiene de malo leer mientras se come un bocata? Sí, se
corre el riesgo de que se ensucie pero, ¿qué os imagináis que pasa? Si accidentalmente
aparece UNA mancha/gota en una página de un libro esta no va a extenderse como
virus letal por todas las páginas, a devorar las letras vorazmente y a reducir
el libro a papel mojado/manuscrito del siglo XII. No señores, simplemente
quedará allí y al cabo de unos segundos desaparecerá por arte de magia (o no se
moverá). Y aquí no ha pasado nada. Los libros son más resistentes de lo que
parecen.
|
No, esta no soy yo |
Y sí,
guardo el libro a
presión en el bolso si hace falta. Pero a ver, si no cabe, no cabe, ¡no lo
doblo por la mitad! Quedé asombrada cuando me enteré de que en caso de lluvia,
Viryse llevaba una bolsa de plástico para guardar el libro dentro del bolso. Bueno,
pensé, será
Viry, que es así de especial (❤❤), pero es que para mi asombro,
¡
Omaira dijo que hacía lo mismo con una bolsa de tela!
Pero vamos a ver,
chicas, ¿cómo es el tiempo en vuestra ciudad?
Aquí si llueve es a cuentagotas,
y normalmente los días de lluvia me quedo en casa. Además, en el caso de que
saliera con un libro, este lo guardo en el bolso/mochila que llevo en ese
momento, y además, ¡uso un paraguas! Vamos, que l
as posibilidades de que se
moje el libro son una entre un millón. Sí, cierto, puede que justamente el
único día en que llueve y salgo de caso con un libro haga un diluvio universal,
y puede que el agua inunde mi bolso/mochila, pero, ¿cuántas veces me ha pasado
eso en la vida? ¿Cuántas veces os ha pasado? Prometo que si me pasa alguna vez
me haré con
un cahivache de estos.
En cuanto a los
marcapáginas PARA MARCAR LA PÁGINA EN LA QUE SE INTERRUMPIÓ LA LECTURA (esto
iba para
Omaira) tengo muchos:
Ya veis mi colección. Y
la mayoría no sé de donde los he sacado (?). En fin, como veis, tengo muchos,
pero no los uso nunca porque cuando empiezo a leer los suelo dejar en cualquier
lado y luego los pierdo. “Al final me fan més nosa que res”. Así que tengo la
costumbre de buscar la página por mis propios medios. Estoy tan acostumbrada a
no usarlos que incluso cuando un libro tiene marcapáginas incorporado, olvido
usarlo.
Lo que no uso son los
marcadores. Sí, esa especie de cintas-pegatina multicolores. No he usado en mi
vida. Ni para mis apuntes de clase ni para los libros del colegio. Nunca. Es
por eso que no he cogido tampoco la costumbre de usarlos para marcar las citas
de los libros. Y sí, por eso doblo las esquinas de los libros. Como habéis
oído: DOBLO LAS ESQUINAS DE LOS LIBROS.
Lo hago para marcar páginas donde hay citas interesantes o algo que más
tarde quiero mencionar en la reseña. ¿Y qué tiene de malo? A mí no me da la
impresión de que el libro se estropee. Me da la impresión de que siguen tan saludables
como siempre.
Como mínimo no los subrayo! Eso sí que es un sacrilegio, ¿verdad? ¿Verdad?
Pues no. Subrayar un libro no tiene por qué ser un sacrilegio. Es más, si
cuando compro un libro de segunda mano veo que está escrito me llevo una
alegría.¿Qué hubiera sido
del pobre Harry sin las anotaciones en el libro de pociones de El príncipe
mestizo?
A mí, un libro con
anotaciones del lector me parece bonito. Es como hablar con otra persona acerca
del libro, me permite saber qué fue lo que más le gustó y cuáles fueron sus
impresiones. Es como hacer una lectura conjunta, como si otro lector me
susurrara al oído. Incluso si ese otro lector soy yo mismo, porque ya no soy la misma que la primera vez que lo leí. Pero como ya he dicho, no soy de las que subrayan los
libros, por la misma razón por la que no uso marcadores ni marcapáginas: no
suelo tener un lápiz a mano o si lo llevo, lo pierdo.
Soy así porque
aprovecho
cada instante que puedo para leer. De verdad. No puedo estar sin hacer nada.
Leo por las mañanas, mientras rasco unos segundos antes de ir a la parada del
bus. Luego, leo mientras el bus llega (y claro, me toca meter el libro en el
bolso a trompicones). Leo sentada en el autobús, y también de pie (y guardar el
libro con cuidado mientras la gente y tú misma tratáis de salir atropellados
por la puerta no es fácil). También leo
entre clase y clase, en la biblioteca, en la cafetería de la universidad. Leo
en la consulta del dentista, del médico, de la peluquería. Leo cuando voy al
baño, mientras dan los anuncios, mientras mi madre se encuentra a alguien por
la calle (y creedme, me da tiempo a avanzar con la lectura) o cuando vamos en
coche a una excursión familiar (el recuerdo de leer
Sinsajo en el coche en una
de esas excursiones será imborrable). No leo en la ducha, ni mientras hablo por
teléfono (demasiado difícil, pero no imposible), pero sí leo mientras espero
que mi ordenador se encienda y a veces mientras camino.
Puede que haya exagerado
un poco: no leo siempre en todas esas ocasiones, especialmente porque a veces
olvido el libro. Pero aprovecho todos esos instantes y araño cada segundo para
poder leer un poco más. Recuerdo de pequeña que leía mientras mi madre me
preparaba le plato de sopa y luego escondía el libro debajo del cojín de la
silla, para tenerlo más cerca. Esa imagen puede resumir perfectamente el
párrafo anterior.
Y a pesar de todo lo
dicho, voy a transigir y admitir que tenéis algo de razón. Me cuesta admitirlo,
pero es así. Ya está, lo he dicho tenéis UN POCO de razón. Y por eso, voy a
intentar cambiar. I promise.
Por un lado, quitar el polvo de las estanterías.
¿Con qué frecuencia lo hacéis? Yo dos veces al año. Como máximo tres. ¿Debería
hacerlo más a menudo?
Y luego lo de doblar las
esquinas. Sigo sin verle el problema, la verdad, pero si todos pensáis así por
algo debe ser. Intentaré usar marcadores de colorines. De verdad de la buena. A
partir del próximo libro.
Y ya está. ¿Estoy
absuelta de todos los cargos?