No me hubiera acercado a este libro si no hubiera sido por
la reseña que hizo Patt en su momento. Y es que los libros infantiles no suelen ser muy de mi estilo. Hace unos tres años que está en mi lista de pendientes, y allí seguiría si no fuera porque lo cogí de la biblioteca (justo antes de que esta cerrara). Pese a que no ha sido todo lo que esperaba, no me arrepiento en absoluto de haberlo leído. Os dejo con la reseña.
Título: La ciudad de los libros soñadores
Título original: Die Stadt Der Träumenden Bücher
Autor: Walter Moers
Traductor: Miguel Sáenz
Editorial: Maeva Young
Encuadernación: Tapa blanda
Número de páginas: 464
ISBN: 978-84-96231-91-7
Sinopsis:
Tras la muerte de su mentor, el joven poeta Hildegunst von Mythenmetz llega a la ciudad de los libros soñadores, donde espera encontrar al autor de un extraño manuscrito que tiene un don único, el Orm; se da cuenta de que las catacumbas de la ciudad son un lugar sumamente peligroso y poblado por insólitas criaturas obsesionadas con la literatura, libreros de viejo y coleccionistas de rarezas literarias, cazadores de libros capaces de matar por un manuscrito deseado y el temible rey de las sombras. Entonces Hildegunst deberá reunir todo su valor para adentrarse en este misterioso reino de los libro.
Por qué este título...
«Y allí estaban, los libros soñadores. Así llamaban en aquella ciudad las existencias de las librerías de viejo, porque, desde el punto de vista de los comerciantes, aquellos libros no estaban ya exactamente vivos ni tampoco exactamente muertos, sino que se encontraban en un estado intermedio, semejante al sueño. Habían dejado atrás su existencia real, tenían delante su descomposición, y por eso dormitaban, a millones y millones de millones, en todas las estanterías y cajas, en los sótanos y catacumbas de Bibliópolis. Solo cuando una mano curiosa cogía un libro y lo abría, cuando era adquirido y llevado, podía despertar a una nueva vida. Y eso era con lo que todos los libros soñaban»
Opinión:
Impresión: Quiero ir a vivir a Bibliópolis
Imaginad cómo sería la ciudad de la literatura, el Disneyland de los lectores. Una ciudad en la que se vive por y para los libros. Hay cafeterías en las que leer, bares en los que cada noche se interpretan recitales, papelerías de todo tipo, músicos que narran con música, lectores en voz alta que encandilan al público y actores que recitan y se disfrazan de tus personajes favoritos. Puedes dejarte caer por el cementerio de poetas y pedir que alguno te escriba algo o pasarte por el callejón de los críticos y conseguir hundir a tu rival. Levantas una alfombra, y de allí salen editores y agentes literarios a puñados. Y mires donde mires, hay librerías: de primera mano, de segunda mano, especializadas, de libros con el lomo amarillo, de autores zurdos, de clásicos, de libros encuadernados en piel,... cualquier libro que seas capaz de desear jamás. Bibliópolis es eso y mucho más, así que, a falta de palabras, dejaré que hable el propio libro:
«Bibliópolis contaba con más de cinco mil librerías de viejo oficialmente registradas y, más o menos, mil tiendas de libros en las que, además de libros, se ofrecían bebidas alcohólicas, tabaco, y hierbas y esencias embriagadoras cuyo consumo, supuestamente, aumentaba la alegría de leer y la concentración. Había un número difícil de estimar de vendedores ambulantes, que en estanterías rodantes, carritos de mano, bolsos en bandolera y carretillas ofrecían obras impresas en todas las formas imaginables. En Bibliópolis había más de seiscientas editoriales, cincuenta y cinco imprentas, una docena de fábricas de papel y un número continuamente en aumento de talleres que se ocupaban de producir tipos de imprenta de plomo y tinta de imprimir. Había tiendas que ofrecían miles de puntos de lectura y ex libris, canteros especializados en soportes para libros, carpinterías y negocios de muebles llenos de atriles y estanterías. Había ópticos, que hacían gafas de leer y lupas, y en cada esquina un café, casi siempre con una chimenea encendida y lecturas literarias las veinticuatro horas del día.»
Esta novela
se dirige a los amantes de la lectura, sin importar la edad. Solo para pasear por la ciudad y conocer sus entresijos, merece la pena. Bibliópolis es un sueño hecho realidad, la meta de cualquier lector.
He quedado embelesada con esta ciudad y también con la desbordante imaginación del autor. No solo ha sido capaz de crear un mundo sólido entorno a los libros, sino que crea dos: las Catacumbas.
A mí los libros que tratan el amor por los libros (
sin ser moralistas, ejem) me calan hondo. Y si a esto le sumamos
investigar unas catacumbas llenas de pasadizos que no ha cruzado nadie en centenares de años llenos de insondables estanterías de libros...que no se diga más, lo compro.
Pero qué es un mundo sin su gente y aquí el autor también se luce porque el libro está plagado de
todo tipo de criaturas y monstruos que se escapan a cualquier clasificación. La gran mayoría son
invenciones del propio autor: librillos, nebelheimerinos, trompebones, araññññas (se llaman así, no se me han ido los dedos), libros vivientes, gusano-tiburones, eideetas, aterradoras,... por no hablar de los que ni siquiera tienen nombre. Tratar de esbozarlos uno a uno sería demasiado complejo, pero os dejo con la descripción de uno de esos seres sin nombre:
«Aquel monstruo era con seguridad el más repugnante y repulsivo de todos los que había visto nunca. Imaginaos un cerdo adulto, al que acaban de quitar la piel, de forma que se le ve la carne con todos los tendones. Su cuerpo era transportado por cinco mangueras de un blanco lechoso, sin articulaciones, con ventosas al extremo. Por todo el cuerpo había repartidos docenas de ojos de facetas, e igualmente mandíbulas semejantes a picos de ave. Lo más inverosímil de la criatura era, sin embargo, que, con ayuda de ventosas, podía pasear como una mosca por la pared de cristal del frasco.»
Me ha parecido fascinante el hecho de que el autor fuera capaz de crear a tantos seres. Es cierto que
en general no están descritos en profundidad ni conocemos más que pequeños pinceladas de cada uno, pero aún así, es un trabajo loable. Es cierto que me hubiera gustado saber más a nivel de sociedad de los dragones, por ejemplo, puesto que el protagonista es uno, pero no voy a pedir más descripciones a un libro que es puramente descriptivo.
Sí, puede que os hayáis dado cuenta de que me lanzado de lleno a hablaros de la ambientación y me he saltado por completo la trama, pero no he sido la única a la que le ha pasado eso: al autor también se le ha olvidado. Y es que
la trama es lo de menos y todo lo que sucede también, una simple excusa para describirnos la ciudad de arriba a abajo, nunca mejor dicho.
La trama gira en torno a
Hildegunst von Mythenmetz, un dragón que viaja a la ciudad en busca del autor del mejor manuscrito que ha leído nunca y que, a causa de su encontronazo con el villano, termina deambulando perdido por las catacumbas de la ciudad. Con eso se resume todo el libro. Y ese ha sido uno de mis problemas, que
la trama es inexistente, una mera excusa, enseguida
la acción deja paso a la descripción. Todo es
previsible, no hay ninguna tensión y son pocas las sorpresas, por lo que lo he ido leyendo con calma.
Ni siquiera tengo nada que decir del protagonista, no me cae ni bien ni mal, porque pese a que la historia está contada en primera persona pasado, no sé nada de él. Y no solo eso,
la novela no ha sabido transmitirme. No sé para en ningún momento a analizar la psicología de sus personajes y
sabemos cómo se siente el personaje porque lo dice, no porque lo muestre.
Al hecho de que el libro no transmite y que
le falta emoción hay que sumarle que
la prosa me ha parecido muy inmadura. Es simple y funcional, no busca la belleza del lenguaje ni demuestra gran riqueza de vocabulario, algo que debería ser intrínseco de una novela sobre el amor a la literatura. En general me ha parecido
una prosa infantil, algo acorde con el público al que va destinado el libro. Y aún así, dudo que realmente los más jóvenes, sin tener en cuenta a los que son amantes de la literatura, puedan disfrutar de este libro porque no hay aventuras, no sucede realmente nada.
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El villano es terrible |
Que sea infantil se nota también en el hecho de que
no hay complicados juegos de palabras (más allá de los anagramas de escritores explicados al final) y también por eso
se desaprovecha la oportunidad perfecta para hacer crítica social, especialmente en torno al mundo de los libros y la publicación. Sí que podemos encontrarnos fragmentos como este (proferido por un agente literario), pero poco más:
«En mi profesión no importa saber qué literatura es buena o mala. La literatura realmente buena rara vez se aprecia en su época. Los mejores escritores mueren pobres. Y los malos ganan dinero. Siempre ha sido así. ¿Qué me importa, como agente, un genio literario que sólo será descubierto el próximo siglo? Estaré muerto yo también. Lo que necesito son nulidades con éxito».
Seguramente es inútil quejarse, pero una de mis pegas es que
el libro no es el libro que yo quería. Si tuviera una trama sólida e interesante, estuviera plagado de críticas al mundo editorial, si tuviera una prosa madura que transmitiera emociones y usara un vocabulario rico y cuidado, posiblemente hubiera sido una de mis mejores lecturas del año. Pero no se pueden pedir peras al olmo.
Para no dejaros con mal sabor de boca, quiero terminar hablando de
la edición, que me parece espectacular. No solo está muy
cuidada, sino que las
ilustraciones, del propio autor, me parecen muy acertadas y acompañan muy bien la lectura.
Además,
la idea del narrador es extraordinaria. Resulta que el autor "realmente" es Hildegunst von Mythenmetz, y Walter Moers lo que ha hecho ha sido "traducir" la novela del zamónico al alemán. Por eso, se permite la licencia de poner notas al pie aclaratorias sobre traducción. Divertidísimo y muy trabajado.
«N. del T.: Lo siento, pero por desgracia no puedo imaginar qué significa la palabra «rechimbar». Me la he inventado para traducir un verbo zamonio que me es totalmente desconocido, probablemente es dialecto de la Fortaleza de los Dragones. Parece bastante seguro que designa algo que sólo los dragones pueden hacer con los dientes, quizá producir un ruido de satisfacción. Me he pasado días enteros tratando de hacer con los dientes ruidos de satisfacción... pero no lo he conseguido.»
En cuanto al
final, previsible, como era de esperar. Es cierto que me ha parecido un poco abierto, me hubiera gustado saber qué pasaba después con el protagonista, pero
en un epílogo del "traductor" lo arregla de una forma muy original.
En conclusión,
La ciudad de los libros soñadores es un libro infantil, pero que gustará a los amantes de la lectura de cualquier edad. Se percibe el amor por la literatura en cada página y el libro está plagado de descripciones que exaltan la imaginación. Cuenta con una edición cuidada, ilustraciones muy adecuadas y un gran derroche de imaginación. Sin duda es una obra muy imaginativa y con una gran construcción de mundo, pero se queda solo en eso, pues es mucho más descriptivo que narrativo. Pese a la falta de trama y sentimiento, se lee con facilidad debido al lenguaje simple y querrás continuar solo por ver con qué novedad te sorprende el autor. Pese a no ser el libro que me hubiera gustado, no me arrepiento en absoluto de haberlo leído, y se lo recomiendo especialmente a
El aventurero de papel, sé que te gustará.
Cosas que he aprendido:
- La idea del autor-traductor mola.
- Descripciones de seres fantásticos de todo tipo.
- La palabra "apesdecir", que ya he añadido a mi vocabulario.
- Dónde quiero ir a vivir cuando sea mayor.
Y para terminar, os dejo con mi avance en
Goodreads:
PUNTUACIÓN...3'5/5!
Primeras Líneas...