Nada más nacer, no somos nadie. Nuestra identidad se forja con el paso del tiempo, a raíz de las experiencias que vivimos y de la gente que conocemos. Soy la chica cuyos padres se inventaban cuentos para dormirla. La chica a la que siempre le han exigido que sacara las mejores notas y que se seguía esforzando porque nunca era suficiente. La que se prometió que sería tan buena persona como su tatarabuela.
No todas nuestras creencias se fundamentan en algo verídico: algunas se basan en historias que hemos repetido tantas veces, que se han vuelto reales. Como que es posible que crezca una tomatera en mi estómago (no como tomate, solo restregado si no hay semillas), que puedo morir desangrada con cualquier herida (me da aversión la sangre) o que mentir te convierte en mala persona (pero omitir la verdad no es mentir).
Todo eso es solo un parte de lo que somos. La ficción puede tener tanta impacto en nosotros como la realidad. Es por eso que las películas, la música, los videojuegos, las series y los libros también contribuyen a configurar nuestra personalidad. Rara vez una única historia nos marca tanta como para definirnos, pero a veces pasa. Si no fuera por La ladrona de libros, nunca hubiera desarrollado ese interés por los dramas humanos de la Segunda Guerra Mundial, no hubiera leído tanto de esa temática y no sería tan luchadora: mis padecimientos no son nada en comparación con lo que es vivir una época de guerra.
Por norma general, leemos historias que encajan con nosotros y con nuestra filosofía de vida, y, en un círculo vicioso, al leer muchas historias así, nos reafirmamos en nuestras creencias. A veces, uno decide experimentar, salir de su zona de confort y leer una obra que no defienda una ideología afín. Así es como nos estancamos en una forma de ser o evolucionamos. Creía que las relaciones amorosas siempre eran turbulentas, hasta que Yo antes de ti me demostró lo contrario. Las novelas de fantasía que he leído me han enseñado que si uno se esfuerza, puede lograr lo que quiera. Las novelas de misterio, que hay gente que es malvada por naturaleza. La novela histórica me ha mostrado que no hay que olvidar el pasado si no queremos repetir nuestros errores. La ciencia ficción que no hay que dejarse llevar por los prejuicios, que aunque el otro sea muy diferente, eso no significa ni que nosotros seamos mejores ni que los demás sean malos. Las distopías que he leído me han vendido la idea de que hagamos lo que hagamos, el futuro será terrible, así que más vale conformarse con lo que tenemos (aunque ahora ando en busca y captura de utopías que me demuestren que merece la pena luchar).
Estamos hechos de historias. De las historias que hemos vivido. De las historias que nos hemos contado. De las historias que hemos leído.
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Desde luego, estamos hechos de historias. Me encantó. Un abrazo
ResponderEliminarMe alegro de que te gustara^^
EliminarEs una reflexión muy interesante. Lo he podido notar en muchos campos que la gente prefiere reunir gente y materiales que reafirmen su posición antes que atreverse a exponerse a lo que les pueda contrariar (sobre todo lo veo en política), y es una lástima porque me parece realmente enriquecedor.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con "No todas nuestras creencias se fundamentan en algo verídico: algunas se basan en historias que hemos repetido tantas veces, que se han vuelto reales." de hecho, Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, defendía que una mentida contada mil veces se vuelve verdad. No literalmente, pero el insistir en la mentida hace que todo el mundo lo crea.
La gente, por ejemplo, solo sigue a gente con la que comparte gustos, y no suele atreverse a explorar nuevas perspectivas. Y muy buen ejemplo el de Goebbels, fíjate que hay negacionistas del holocausto precisamente por eso.
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