domingo, 24 de agosto de 2025

Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, de Pablo Tusset

Editorial: Lengua de Trapo
ISBN: 9788489618626
Idioma: Castellano
Número de páginas: 319
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 19/03/2001
Medidas: 22.0 cm x 15.0 cm
Autor: Pablo Tusset (pseudónimo)
Título; Lo mejor que le puede pasar a un cruasán

Sinopsis:
¿Qué ocurre cuando Pablo Baloo Miralles, treintañero inadaptado y vacilón, holgazán, misógino, prostibulario, además de pariente pobre y conocido filósofo en la Red, se topa de hocicos con el misterio en un barrio pijo de Barcelona? A bordo de un deportivo con aire de pantera Bagheera, y con un humor inteligente, excéntrico y mordaz, Miralles nos conduce por una intrigante trama salpicada de alegrías etílicas, escarceos venéreos y páginas Web de dudoso contenido: el esclarecimiento de la repentina desaparición de su hermano, The First, presidente de Miralles & Miralles, la próspera empresa familiar. ¿Una fuga con la amante?, ¿la venganza de algún competidor estafado?, ¿un secuestro? Siempre de la mano de este tan impresentable como simpático Baloo de entre siglos, conoceremos a muchos personajes pintorescos: Gloria, la cuñada alcohólica con veleidades literarias; el patriarca Miralles, «difícil síntesis entre Winston Churchill y Jesús Gil»; el iracundo John, profesor de ontología en Dublín y coautor de una Teoría de la Realidad Inventada a medio postular; o la inefable Fina, heroína naïf de busto meritorio, cuyas aspiraciones románticas sobreviven a cualquier desaire. Pero lo que empezó como una misteriosa desaparición irá adquiriendo calidades oníricas y terminará llevando a nuestro Pablo Baloo hasta la Fortaleza: una invisible ciudadela incardinada en la entraña misma de esta nueva Barcelona de los prodigios.

Por qué este título...
"Lo mejor que le puede pasar a un cruasán es que lo unten con mantequilla; eso pensé mientras rellenaba uno abierto por la mitad con margarina vegetal de oferta, me acuerdo. Y me acuerdo también de que estaba a punto de hincarle el diente cuando sonó el teléfono".

Opinión:
Impresión: Raro

Este libro lo leí por recomendación de G, a quien le había volado la cabeza. O al menos, eso creía: resulta que no lo había leído, solo le había parecido curioso (me siento engañada). Es lo que pasa cuando pones un libro en pendientes y no lo tocas hasta muchos años después: una olvida qué le impulsó a comprarlo.

Lo de arriba parecen fresas. No sé qué pintan
Lo de arriba parecen fresas.
No sé qué pintan
No me arrepiento de haberlo leído, pero no repetiría... si no fuera porque a G le gustó tanto este autor (?????), que me empujó a comprar otro libro suyo. Y ahora que ha dejado la lectura aparcada una temporada, yo soy su conejillo de Indias... Le daré una segunda oportunidad al autor; total, el libro está ahí. Eso sí, iré con pies de plomo y, si no me convence, no me lo pensaré dos veces.

Pasando a hablar de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán: bien, no sé quién diseñó la portada, solo sé que ese día no iba muy fino. Ni ese ilustrador ni ninguno de los que contrataron después, porque no hay ni una portada buena. Lo sé bien: antes de comprar el libro, intentamos elegir la portada más bonita (G quería tener a su autor favorito en la mejor edición [?]) y esto era lo más decente que había.

Esta está diseñada
 por el propio autor
El título sí que es llamativo (yo creo que a G le llamó la atención solo por eso), mientras que la premisa no es nada del otro mundo: a Pablo Miralles, un cantamañas de tres al cuarto, no le queda otra que espabilar cuando su hermano, principal fuente de ingresos, desaparece en extrañas circunstancias. Teniendo esto en cuenta, esperaba la típica novela de un investigador privado de poca monta que se encuentra ante un caso que le permite demostrar su valía y enderezar su vida. Nada más lejos de la realidad: Pablo va dando tumbos de aquí para allá, sin mostrar mucho interés por el paradero de su hermano, aprovechándose de la situación. Hay algunos momentos de investigación, pero no diría que estamos ante una novela misterio, ya que el argumento se centra, más que nada, en el día a día del protagonista.

La novela tiene un tono cómico, no hay ninguna duda; otra cosa es que a mí me haga gracia. Si tuviera que definirlo, diría que es un humor muy español, con situaciones distendidas, algo de comedia física, escatología y un lenguaje muy coloquial. Esto último ha sido para mí lo más destacado de la obra: el autor domina la jerga de la calle y hace un gran uso de los vulgarismos (gazuza, agramante, empapuzar, relojear, giñada, estozolar, acogotar, fistro). Normalmente, las obras que reflejan el lenguaje coloquial se limitan a algunas apócopes (pasao por pasado, ta por está) y al abuso de los insultos más comunes; aquí encontramos localismos hispanoamericanos y de zonas muy concretas de España. Tiene mucho mérito este dominio del lenguaje español por parte de un autor catalán, aunque al mismo tiempo es un poco extraño, porque el personaje vive en Barcelona y no parece de ascendencia latina: no tiene sentido que hable así.

Con el objetivo de mostrar que Pablo es de baja estofa, otra característica lingüística es la transcripción literal de los anglicismos (jevi, güindous, yacusi, jol del edificio, Suarsenaguer, crismas, flauers, pidsas, imeil, pásguor, sait, güìquén, jom-peich, rum, nic-neim, grin-pis). No es que cuando se publicó el libro estas palabras aún no estuvieran adaptadas, sino que es una decisión consciente para remarcar cómo lo pronuncia Pablo; si el anglicismo lo usa otro personaje, está bien escrito.

Todo este coloquialismo contrasta con el uso de tecnicismos y un lenguaje elevado en algunas ocasiones (condicionales contrafácticos, dentro de la compunción a la que las luctuosas circunstancias obligaban, retropucio, pacata, deletéreos). Pablo no es un vividor cualquiera, sino un vividor instruido, filósofo de afición. Por eso, la narración en primera persona va alternando entre un lenguaje más o menos formal según la situación. Con tanto palabro, he de admitir que me he sentido un poco perdida; pese a ello, he disfrutado de descubrir nuevas palabras.

Siento haberme tirado el pisto hablando de lengua (gajes de oficio): para mí es lo más interesante que tiene la novela, ya que todo lo demás ni me va ni me viene. En parte, eso se debe a la trama tan dispersa, pero también al escaso trabajo de personajes. Solo Pablo es interesante, y ni eso. Lo único que tiene a su favor es ser un personaje realista que retrata un sector de la población: hombres sin oficio, beneficio ni lazos sentimentales, enganchados a la bebida y a las drogas, que se limitan a vivir el día a día. Este tipo de personaje tiene poco protagonismo en literatura, ya que solo existe para mostrarnos que hasta las personas más miserables son capaces de cambiar. Con Pablo, esto no pasa. La mayoría de novelas nos dicen que si nos lo proponemos y se dan las circunstancias propicias, todos somos capaces de cambiar, aunque sea solo un poquito; eso no significa que todo el mundo esté dispuesto a ello, como bien nos muestra Pablo. Me parece necesario concienciar de la posibilidad del cambio, pero también advertir de que algunos no cambiarán nunca. Eso no significa que la obra defienda este modo de vida: a Pablo le salen las cosas bien, pero la obra nos muestra que su vida es sórdida y nos deja claro que el protagonista no es, en ningún momento, un modelo a seguir.

Los secundarios son tan estereotípicos y planos como el protagonista. La Fina es un ejemplo de cómo las mujeres también pueden llevar una vida como la de Pablo, vagando de aquí para allá sin madurar. Me ha gustado que, pese a los rumores, no salieran juntos, sino que solo fuesen buenos amigos que se comprenden muy bien; cualquier otra obra hubiera optado por un romance. Gloria, la cuñada, también me ha gustado, no solo porque sea un personaje femenino positivo, sino porque es una mujer fuerte que ha sabido sacar partido de sus circunstancias y montarse la vida lo mejor posible. 

Teniendo en cuenta lo comentado hasta el momento, puede que os preguntéis por qué seguí leyendo, ya que para palabras guachis podía leer el diccionario. Lo cierto es que fue por inercia: si la obra hubiera sido más larga, posiblemente la hubiera dejado. También es verdad que el tono ligero acompaña, que hay muchas escenas cotidianas y familiares, y que, pese a la jerga incomprensible, es bueno de digerir.

El final sí que me sorprendió, no porque haya un gran giro de guion, sino porque, en lugar de inclinarse por el idealismo, la obra prefiere ser coherente con el personaje que nos habían presentado. Me pareció un final valiente que no dejará contento a todo el mundo; sin embargo, prefiero eso a un cambio surgido de ninguna parte.

En conclusión: supongo que esta novela está siempre de segunda mano porque a nadie le interesa. La trama de tintes costumbristas y el tono humorístico hacen que la novela sea entretenida, por mucho que no vaya a ninguna parte. La combinación entre jerga de la calle y lenguaje intelectualoide está graciosa, pese a que puede hacer que a la lectura sea pesada. El protagonista es cuanto menos curioso, sin embargo, la época de los personajes planos pasó hace mucho. Seguro que la obra tendrá su público (G es un gran fan [?]) y que el humor encajará con algunos lectores, pero no es mi estilo. También hay que tener en cuenta que esta fue la primera obra del autor; quizás la otra que tengo me parezca más resultona.

Cosas que he aprendido:

  • Palabras guachis
  • Un buen ejemplo de conversación por chat
  • Reafirmarme en que la gente no cambia de la noche a la mañana

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads

:

PUNTUACIÓN...2'5/5! 

Primeras Líneas...

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"Sabes que has leído un buen libro cuando al cerrar la tapa después de haber leído la última página te sientes como si hubieras perdido a un amigo." Paul Sweeney