domingo, 9 de marzo de 2025

Frases memorables: El arcano y el jilguero

El arcano y el jilguero, de Ferran Varela, es uno de mis libros favoritos del mundo mundial. Y he venido hoy aquí para convenceros de que lo leáis ya mismo. Podría hablar de todas las reflexiones que hay sobre moralidad, de cómo el autor logra que empatices con un protagonista completamente deleznable que comete todo tipo de atrocidades o del rico folclore del mundo fantástico que construye. En su lugar, dejaré que la poesía de sus palabras os convenza. Es una novela muy oscura escrita con una prosa tan bella que se te saltan las lágrimas. Podéis encontrar mi reseña en el blog, así como algunos fragmentos más. Por mi parte, os dejo a continuación mis citas favoritas. Os animo a leerlas en voz alta y con voz pausada, fijándoos en la cadencia de la prosa.  

«Las historias no se narran para relatar unos hechos concretos o para enseñar una lección mediante una moraleja. Es verdad que también pueden utilizarse para estos fines, pero no son el verdadero objetivo. Las historias se tejen para hacer sentir cosas que no se han experimentado y para hacer recordar momentos que se creen perdidos en el olvido. Expanden los límites de la imaginación, sacian el hambre de la mente.»

«Me incliné hacia ella para protestar, mas no encontré las palabras que buscaba. No las había. Cuando un sentimiento alcanza cierta magnitud, las palabras dejan de ser sus alas para devenir cadenas que le impiden remontar el vuelo. A veces, el problema estriba en que el idioma no cuenta con los términos oportunos para expresar lo que uno quiere transmitir; otras, uno es consciente de que ni en un millón de lenguas hallaría los adecuados»

«¿Oyes la voz de la playa? Suena a calma y a arrullo, a nana y a sal. Sisea secretos a las rocas cada vez que las besan sus olas. Lame arenas mancilladas y les devuelve la virginidad perdida. El rumor y la resaca renuevan el mundo a cada latido. Pequeños principios y finales concatenados en una melodía infinita. Su tempo es el palpitar del corazón del océano —le digo con el susurro más armónico que consigo entonar y pausando el ritmo para adaptarme al murmullo del agua—. Concéntrate en su canción, deja que la espuma del mar arrastre tus pensamientos a la deriva y despeje tu cabeza. Entrégate al sosiego del olvido y, a cambio, recibirás el descanso de una mente blanca, pura y vacía.»

«Me lamo el índice y el pulgar y apago la vela. La noche nos engulle. Su negrura se me antoja el lienzo ideal para pintar un escenario digno de un hijo de Tirvo. La madera cruje, el viento silba; una música envidiable para acompañar a la obra. El vaivén de las olas nos mece la cuna y el rebramar del océano nos marca un tempo quedo y tranquilo. Nara y yo estamos aislados del resto del mundo, a solas, en una burbuja de tinieblas. Espectadora y cuentacuentos cabalgando a lomos de etéreos hipocampos por la tenue frontera de los fiordos oníricos. Somos en parte sueño, en parte delirio. Somos poesía en la oscuridad. Sonrío, aclaro la voz y abro el telón del teatro de las historias.»

El protagonista, de la novela, el Arcano, pese a todos los rumores que circulan sobre él, no posee ningún tipo de magia, más allá de un dominio absoluto de las palabras. Su leyenda y el temor que inspira se basan, en su mayor parte, en historias que él mismo ha inventado y difundido. Para él, la razón de ser de un relato va más allá de dar un mensaje o comunicar una información. A mí me gustan las obras con moraleja, siempre y cuando esta no sea muy directa, pero coincido con el personaje en que, a veces, las historias están ahí para ayudarnos a empatizar con otras personas, para acercarnos a emociones que no hemos experimentado, para rememorar recuerdos y para desarrollar nuestra imaginación. Todas esas funciones me parecen muy necesarias para mejorar nuestra relación con el mundo, nuestras habilidades comunicativas y para conocerse mejor a uno mismo.

En el caso de la segunda cita, me gusta mucho cómo expresa la impotencia que sentimos al enfrentarnos a una situación o sentimiento que nos supera. A veces, simplemente, no hay palabras. En más de una ocasión (casi siempre funerales) me he encontrado con que el otro necesitaba consuelo, pero su dolor era tan grande que no me veía capaz de decir nada para apoyarle. Creo que en esos casos, más vale dejar de lado las palabras vanas y las frases manidas y dar un abrazo a la otra persona o compartir con ella el dolor. Que conste que no todo es negativo. Alguna vez he sentido un amor tan fuerte por alguien que eso también me ha dejado sin habla. De nuevo, en esos casos, creo que es mejor que hable el cuerpo.

Las dos últimas citas realmente no tienen un mensaje, pero me gustan por lo poética que es la prosa y lo bien que suena todo. La primera de ellas es una narración del protagonista para que la otra persona coja el sueño. En el caso de la segunda, el protagonista se prepara para empezar a contar una historia e intenta que el ambiente y el entorno acompañen el momento.

Y hasta aquí la entrada de hoy. Espero que os hayan gustado las citas y que os haya convencido para leer la obra.

1 comentario:

  1. Hola
    No conocía esta historia, me traes cositas por descubrir, me llama lo que dices del protagonista (al final el mismo se hizo su historia). Curioso y me gusta. Apuntado
    un bes💕

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"Sabes que has leído un buen libro cuando al cerrar la tapa después de haber leído la última página te sientes como si hubieras perdido a un amigo." Paul Sweeney