«Éramos la primera generación de seres humanos que jamás podría ver nada por primera vez. Contemplamos las maravillas del mundo con ojos mortecinos, de vuelta de todo. Mona Lisa, las pirámides, el Empire State Building. El ataque de un animal selvático, el colapso de antiquísimos glaciares, las erupciones volcánicas. No consigo recordar ni una sola cosa asombrosa que haya visto en persona que no me recordase de inmediato a una película o a un programa de televisión. A un puto anuncio. ¿Conocen el espantoso sonsonete del indiferente? «Ya lo he viiistooo». Bien, pues yo lo he visto literalmente todo. Y lo peor, lo que de verdad provoca que me entren ganas de saltarme la tapa de los sesos, es que la experiencia de segunda mano siempre es mejor. La imagen es más nítida, la visión más intensa, el ángulo de la cámara y la banda sonora manipulan mis emociones de un modo que ha dejado de estar al alcance de la realidad. No estoy seguro de que, llegados a este punto, sigamos siendo realmente humanos, al menos aquellos de nosotros que somos como la mayoría de nosotros: los que crecimos con la televisión y el cine y ahora internet. Si alguien nos traiciona, sabemos qué palabras decir; cuando muere un ser amado, sabemos qué palabras decir; si queremos hacernos el machote o el listillo o el loco, sabemos qué palabras decir. Todos seguimos el mismo guión manoseado.»
No soy una persona a la que le guste mucho salir de casa, pese a la insistencia de mi madre. Siempre me anima a pasear por la ciudad, subir a la montaña, llegar hasta la playa o ir de excursión (a ir de viaje no me anima tanto, que eso es peligroso). Yo prefiero quedarme en la comodidad del hogar, viendo una película, leyendo un libro o trasteando con el blog. No comulgo por completo con la idea de que es mejor la experiencia de segunda mano, pero sí en el hecho de que no me compensa. Experimentar algo en la propia piel, sigue siendo muy distinto que leer sobre ello, pero también es cierto que muchas veces la realidad decepciona. Un paisaje que en Internet parece de ensueño, en la realidad está masificado por el turismo y acusa la falta de filtros. Sentimientos que parecen tan extremos en literatura, al experimentarlos resultan ser más anodinos. ¿Cuántas veces os habéis fiado de las fotografías de un restaurante y después la comida ha resultado una bazofia? Seguro que si buscáis imágenes de vuestra ciudad, os cuesta reconocerla. Nuestra visión del mundo se ve condicionada por las expectativas de la ficción.
Me apetece viajar y ver mundo, pero tampoco siento un interés desmedido. Desde que se popularizó Internet, tenemos el mundo en la palma de la mano. No hay lugar en el mundo que no haya hollado una cámara fotográfica. ¿Qué pasión hay por visitar sitios en los que centenares de personas han estado antes? ¿Hay lugar para la fascinación por lo desconocido en un mundo donde todo ha sido visto ya? ¿Qué valor tiene hacer cola para hacerse una foto en el mismo sitio que tantas otras personas y guardarla en una carpeta que nadie verá? Claro que me apetece visitar grandes monumentos y museos, pero, ¿voy a tener los conocimientos artísticos y culturales como para apreciar la diferencia entre verlo en persona o a través de la red?
Por otra parte, ¿de verdad no os habéis sentido nunca como si estuvierais en una telenovela? Con G muchas veces me siento como en una sitcom. Es como si todos siguiéramos un mismo guion, pues si nos enfrentamos por primera vez a una situación, a lo primero que recurrimos es a nuestros conocimientos sobre series, películas y libros. Ellos nos chivan nuestras líneas, y sabemos cuáles son las palabras correctas, o las que deberían serlo, en muchas situaciones que no hemos vivido. Nos creemos los estereotipos sobre los grupos sociales y, cuando pasamos a formar parte de alguno de ellos, los perpetuamos sin darnos cuenta.
Por último, me gustaría recomendar fervorosamente el libro del que he extraído esta cita: Perdida, de Gillia Flynn. Una obra maestra del thriller. Si ya has visto la película, no importa que sepas el giro, pues el libro no te decepcionará. No solo la trama está muy bien llevada, llena de giros, sino que además los personajes tienen mucha profundidad, muchas luces y sombras y debaten sobre temas muy interesantes. A eso hay que sumarle lo bien escrita que está la obra, con ese tono poético, a la vez que macabro. Aquí podéis leer la reseña
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Estoy de acuerdo en que muchas veces la realidad decepciona. Y otras muchas veces no. Yo soy de las que prefiere verlo, aunque haya leído un montón de cosas sobre ello, haya visto infinidad de películas o series... Y me gusta, y lo disfruto aunque esté atestado de gente. En mi caso es que disfruto saliendo de casa, lo reconozco. Si me lo pudiera permitir, yo creo que no me gana ni Willy Fog. Pero sí, es cierto que con tanta información como tenemos ahora nos cuesta sorprendernos. Todo lo relacionamos a alguna peli, a alguna serie, a algún libro...
ResponderEliminarSobre el libro, pues vi la película en su momento y no me animé a leerlo, pero ahora me has picado la curiosidad. Ese fragmento qeu has puesto es muy bueno.
Besotes!!!
¡Hola, Margari!
EliminarCoincido en que, pese a todo, merece la pena darle una oportunidad a la realidad, pero también es cierto que da una pereza.. Yo es que no soy muy de salir de casa y viajar a lugares lejanos (la capital ya me parece un lugar lejano) me produce mucho estrés.
Sobre el libro, está recomendadísimo, pese a ya conocer los giros, especialmente si disfrutas de la prosa cuidada.
Un saludo,
Laura.