Navidad. Es un concepto tan bonito en nuestra mente... Basta pensar en ella para que
rápidamente una sonrisa se instale en nuestros corazones. Pensamos en la nieve
que atesta las calles; en la multitud de familias felices y parejas cogidas de
la mano que pasean despreocupados; en las risas y las conversaciones alegres.
Pensamos
en el reconfortante fuego de la chimenea, en nuestra taza de chocolate caliente
en la mano y en el acogedor sillón donde nos gustaría quedarnos a pasar
eternidad.
Recordamos
las alegres cenas familiares, con niños correteando aquí y allá, los abrazos y
reencuentros, las charlas que perduran hasta altas horas de la noche.
¿Y
la cabalgata de reyes? Eso era lo más. Estábamos tan emocionados por ese evento
como lo están ahora cientos de adolescentes antes de un concierto. Veíamos
maravillados esas suntuosas carrozas; los pajes, lanzando caramelos aquí y
allá: y los reyes, a los que mirábamos con ojos emocionados: sólo nos faltaba
arrodillarnos ante ellos, tal era nuestra admiración.
Algunos miran el hueco de la chimenea, donde
de niños colgaban un calcetín. Otros recuerdan esas tardes de infancia donde
golpeaban al tió (tradición catalana).
Algunos pensamos en ese belén de nuestra madre; de esas figuritas que
por unas semanas pasaban a formar parte de nuestros muñecos de acción; y de esa
figura en especial que cayó al suelo sin querer y nos causó llantos y más de un
castigo. Otros, vemos el árbol de navidad, un árbol que a mitad de diciembre
echaba raíces repentinamente en nuestro salón; que decorábamos con luces y
adornos hasta que nadie podía vislumbrar el verde; que lograba reunir a toda la
familia durante la tarde entera.
Esas
tardes interminables donde sufríamos ante la disyuntiva de elegir una Barbie
nueva o un bebé que lloraba de verdad; donde hacíamos más caligrafía que
durante toda nuestra etapa escolar; donde escribíamos cartas de varias hojas
cargadas de nuestras esperanzas y sueños. Cartas, que luego entregábamos
recelosos a los pajes, con miedo a que fueran a extraviarse.
Unos
escribían a Papa Noel. Otros a los Reyes Magos. Y los más ambiciosos, a los
dos. Pero todos, lo hacíamos con la misma ilusión.
¡Y
qué decir de cuando llegaba el momento de abrir los regalos! ¡Parecía que un
tornado había irrumpido en mitad de la casa! Las lágrimas resbalan de mis
mejillas al recordar aquella locura. ¡Qué ir de fiesta ni que chorrada! ¡Nada
puede competir con el frenesí de abrir los regalos!
Al
principio, es el estupor, la calma que precede a la tormenta. Ese silencio casi
reverencial, muy impropio de los niños, que tiene lugar al descubrir los
montones de regalos. Luego, viene el caos. Gritos por aquí, risas por allá.
Papeles de colores volando por todas partes. Y de tanto en tanto, una pequeña
lágrima por el juguete que se había olvidado.
Pero
al hacer este escrito, me doy cuenta de que todo lo que he dicho son tópicos,
que cada uno vive la navidad a su manera.
Aún
así…¡qué bonita época aquella! ¿No os sudan los ojos al recordarlo? Y es que ahora
a mí la navidad me vuelve irritable, pues me hace recordar la inocencia que
tenía y que no regresará. Ahora, ha perdido el brillo, la magia emanaba
de ella, y sobre mí se ha cernido una realidad bien diferente.
Para
empezar, aquí casi no nieva. ¿Casas blancas cubiertas de nieve? ¿Muñecos de nieve en el
jardín? ¿Carreras de trineos? ¡Ya me conformaría yo con tener ni que sea el
jardín para poner el muñeco de nieve! ¡Pero si es que la mayor parte de la
población vive en pisos!
Y
es que todo es influencia americana. O quizás es cosa nuestra, que en España
somos muy sosos. ¿Nieve? ¡Eso es un mito! Aunque hay algunas ciudades en que nieva de verdad (creo que existen aunque yo no las haya visto), normalmente sólo podemos encontrar un blanco embarrado, si es que es nieve y no
espuma de afeitar.
Además,
estamos en crisis, ¿no os habéis dado cuenta de que llevan poniendo las mismas
luces de navidad desde hace diez años? Y claro, como se estropean y no se
compran de nuevas pronto nos encontraremos las calles decoradas con
fluorescentes. Y es que en navidad se distingue perfectamente cuál es la casa
de un extranjero: es la única que parece la entrada del Polo Norte.
Por
no hablar del mal tiempo que hace continuamente. ¿Preciosos paseos envueltos en
un abrigo? Otro mito. ¡Si todo el día está lloviendo! Yo creo que en Navidad
Dios aprovecha para hacer limpieza: cuando llueve tanto que parece el diluvio
universal, es que está fregando el suelo (y de paso ayuda a los barrenderos a
limpiar las calles) y cuando sopla tanto viento que parece que nos está
absorbiendo un agujero negro, es que pasa la aspiradora. ¡Esperemos que no
cambie la rutina y decida hacer limpieza en verano!
Y
claro, luego normal que la gente vaya como vaya por la calle: con la marcha
cinco y sin frenos. Creo que para caminar por las aceras en navidad deberían
poner normas especiales de circulación. Es que vamos todos corriendo, cargados
como la mula del belén, con tantos paquetes que no vemos nuestro carril,
entonces nos encontramos a otra persona de igual forma que viene en dirección
contraria y…el choque es inevitable. ¿Por qué si no creéis que hay tantos
accidentes en navidad?
Por
eso, muchos piensan que lo mejor es quedarse tranquilamente en casita, junto al
fuego, en el sillón. ERROR. Para
empezar, sigue habiendo una mayoría invisible, que no dice nada para disimular,
que no tiene chimenea, sino calefacción. Creo que en unos años las chimeneas
solo existirán en América. Y si se extinguen las chimeneas, Papa Noel también
va a desaparecer, porque no sé yo cómo explicarán los padres a los niños que
Santa Claus se cuela por la rejilla de la calefacción.
El
sillón, en cambio, no es un invento que esté nada mal. O al menos, si no te
quedas allí dormido toda la noche con la tele encendida, porque, en ese caso,
si quieres volver a levantar cabeza, antes tendrás que ir al hospital. ¡Con lo
malos que son los sillones para el cuello! Yo no sé que les deben poner los
fabricantes a los reposabrazos, pero el cuello se te queda allí pegado que ni
el Superglue. ¡La de operaciones que se habrán realizado para separar la cabeza
del reposabrazos!
Pero
aunque logres sobrevivir a los accidentes de tráfico y a los sillones asesinos
hay algo de lo que nunca te puedes escapar: las cenas familiares.
¿Tranquilas
veladas de conversación amistosa? ¿De qué planeta vienes? En las cenas
familiares hay dos tipos de personas: los que comen y los que no llegan a
comer. Si eres de los primeros te llenas el estómago, sí, pero usualmente te
toca escuchar la perorata de la persona que está a tu lado. Y es en ese momento
en cuanto de percatas de por qué solo ves a ciertas personas en navidad: hay
cosas que sólo se pueden sufrir una vez al año. Por otra parte, si eres de los
segundos, adelgazas, pero no sólo porque no comes, si no porque no paras
quieto. Primero preparar la comida, después de haber conseguido todos los
ingredientes (y haber ido corriendo al Mercadona para descubrir que está
cerrado, y luego haber ido a otra tienda, para descubrir que ese día nada está
abierto y que incluso en el 24h está cerrado), poner la mesa, servir la comida,
retirar la comida, lavar los platos e irse a dormir. En una comida familiar,
para cuando has terminado de lavar los platos ya es hora de ir a dormir, y es
que hay tantos que no basta ni con cinco botes de Fairy.
Aunque
si hay algo que todo el mundo espera con ilusión en Navidad no son los regalos,
sino las carrozas de los Reyes magos. Con la edad, te das cuenta que lo que
antes te parecían carrozas de princesa, ahora son más bien calabazas. Pero aún
así, sigues yendo a la cabalgata. ¿Por qué? ¡Pues para coger todos los
caramelos!
Cuando
eres pequeño, recoges los cuatro caramelos medio aplastados del suelo, pero al
crecer, te basta con estirar la mano para tener caramelos a puñados. Pero
claro, los pajes no son tontos y por eso han ideado una técnica llamada
“proyectil de caramelo”, que consiste en lanzar los caramelos a matar. Quizás
hacen una apuesta y quién ha hecho más heridos durante la cabalgata, gana. Yo
he llegado a la conclusión que eso que lanzan no son caramelos, sino piedras
disfrazadas. ¡Si te da en un ojo te quedas ciego! Además, eso justifica que
luego no tengan sabor a nada… ¿Y esos son los tipos que se van a colar por la
noche en tu casa para ponerte los regalos? Pues si vienen de parte suya yo creo
que no voy a pedir nada, no sea que me encuentre una bomba entre el carbón y
destruyan el árbol.
Y
es que el árbol de navidad…En los demás países, como son tan guays, usan abetos
de verdad, pero aquí como somos tan tacaños ecológicos, usamos árboles
de plástico. Da igual si luego contaminamos con el plástico, lo importante es
que hemos salvado talar un bosque.
¡Pero
lo que cuesta montar el árbol! Al principio esta tan prensado que es como si le
hubiera pasado por encima una apisonadora. Pero eso se empieza a estirar, una
rama por aquí, otra por allá, hasta que llega un momento en que te planteas en
sacarlo a la calle para hacer un árbol comunitario. ¿Problema? El árbol no pasa
por la puerta, te darás más prisa si vas a buscar una apisonadora y lo prensas
de nuevo.
¡Y
eso si no haces el Belén! Eso sí que es un imposible, porque aunque nos
empeñemos en que no es así, los belenes son de usar y tirar. Cuando haces el
Belén, pierdes la mitad de las piezas durante su construcción y la otra mitad
se las traga el agujero negro que hay en tu trastero. Y claro, como te da mucha
pereza comprar nuevas figuras, al final terminas usando latas de cocacola:
Pero
de lo que más cansada estoy es de las felicitaciones navideñas. Y realmente es
a esto a lo que quería llegar (pero pasa que llevo un tiempo sin escribir y os
ha tocado el turno de leer mis pensamientos) antes de enrollarme a hablar de la
navidad.
Hace
dos días que en los blogs que sigo no paran de felicitar la navidad. ¡Y es que
ya estoy harta! Pero no es solo por internet: llamadas telefónicas, visitas
inesperadas, mensajes, correos…¡estoy saturada! Y es que incluso las
conversaciones que antes hablaban del tiempo, ahora son un grupo de coletillas
navideñas que no significan nada:
-
¡Feliz navidad!
-
¡Buen año nuevo! ¿Cómo estás?
-
Bien, te deseo paz, amor y salud en estas
fiestas
-
Gracias, a ti también. ¿Cómo lo llevas?
-
Genial, espero que tú también tengas muchos
regalos.
-
¡Eso espero! Qué la luz ilumine tu navidad
-
Adiós, próspero año nuevo.
-
Igualmente, besos y abrazos de Laura y familia
-
¡Por cierto! Postada: no comas demasiado turrón
Y es que es siempre lo mismo, una y otra vez. Cuando veo que alguien felicita a sus
seguidores, yo es que no sé qué decir: me siento mal por no comentar nada, pero
tampoco quiero repetirme y parecer un loro, siempre dejando los mismos
comentarios.
Vamos, que tampoco quiero ser menos. ¡También quiero
desearos feliz navidad! ¿Pero qué hago para parecer original? ¿Cuelgo una
imagen graciosa? ¿Pongo el dibujo de una postal? ¿Un iconito? ¿Escribo Feliz
navidad en MAYÚSCULAS Y CON ROSA FOSFORITO? ¿O grabo un vídeo divertido?
¿Quizás me he de colgar en youtube cantando un villancico? Todo son ideas,
aunque esta última no la recomiendo.
En fin, no me gusta buscar imágenes y todo lo demás me
parece o soso o demasiado trabajo, por lo que haré lo que el resto: desearos
una feliz navidad, un próspero año nuevo y todo el bla, bla, bla que se os
ocurra. ¿Alguien tiene una respuesta original?
PD: Aquellos que hayan leído Contra el viento del norte
se darán cuenta que esta última pregunta ya se discute en el libro…^^
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Felices fiestas para ti también! te ha quedado genial la entrada!
ResponderEliminarUn beso!
Muchas gracias, un beso y feliz navidad^^
Eliminar¡Felices fiestas guapa! Preciosa y cierta entrada :)
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, feliz navidad a ti tmbn! :D
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