sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Quién no os ha felicitado aún estas navidades?

Navidad. Es un concepto tan bonito en nuestra mente... Basta pensar en ella para que rápidamente una sonrisa se instale en nuestros corazones. Pensamos en la nieve que atesta las calles; en la multitud de familias felices y parejas cogidas de la mano que pasean despreocupados; en las risas y las conversaciones alegres.

Pensamos en el reconfortante fuego de la chimenea, en nuestra taza de chocolate caliente en la mano y en el acogedor sillón donde nos gustaría quedarnos a pasar eternidad.

Recordamos las alegres cenas familiares, con niños correteando aquí y allá, los abrazos y reencuentros, las charlas que perduran hasta altas horas de la noche.

¿Y la cabalgata de reyes? Eso era lo más. Estábamos tan emocionados por ese evento como lo están ahora cientos de adolescentes antes de un concierto. Veíamos maravillados esas suntuosas carrozas; los pajes, lanzando caramelos aquí y allá: y los reyes, a los que mirábamos con ojos emocionados: sólo nos faltaba arrodillarnos ante ellos, tal era nuestra admiración.

 Algunos miran el hueco de la chimenea, donde de niños colgaban un calcetín. Otros recuerdan esas tardes de infancia donde golpeaban al tió (tradición catalana).  Algunos pensamos en ese belén de nuestra madre; de esas figuritas que por unas semanas pasaban a formar parte de nuestros muñecos de acción; y de esa figura en especial que cayó al suelo sin querer y nos causó llantos y más de un castigo. Otros, vemos el árbol de navidad, un árbol que a mitad de diciembre echaba raíces repentinamente en nuestro salón; que decorábamos con luces y adornos hasta que nadie podía vislumbrar el verde; que lograba reunir a toda la familia durante la tarde entera.

Esas tardes interminables donde sufríamos ante la disyuntiva de elegir una Barbie nueva o un bebé que lloraba de verdad; donde hacíamos más caligrafía que durante toda nuestra etapa escolar; donde escribíamos cartas de varias hojas cargadas de nuestras esperanzas y sueños. Cartas, que luego entregábamos recelosos a los pajes, con miedo a que fueran a extraviarse.

Unos escribían a Papa Noel. Otros a los Reyes Magos. Y los más ambiciosos, a los dos. Pero todos, lo hacíamos con la misma ilusión.

¡Y qué decir de cuando llegaba el momento de abrir los regalos! ¡Parecía que un tornado había irrumpido en mitad de la casa! Las lágrimas resbalan de mis mejillas al recordar aquella locura. ¡Qué ir de fiesta ni que chorrada! ¡Nada puede competir con el frenesí de abrir los regalos!

Al principio, es el estupor, la calma que precede a la tormenta. Ese silencio casi reverencial, muy impropio de los niños, que tiene lugar al descubrir los montones de regalos. Luego, viene el caos. Gritos por aquí, risas por allá. Papeles de colores volando por todas partes. Y de tanto en tanto, una pequeña lágrima por el juguete que se había olvidado.

Pero al hacer este escrito, me doy cuenta de que todo lo que he dicho son tópicos, que cada uno vive la navidad a su manera.

Aún así…¡qué bonita época aquella! ¿No os sudan los ojos al recordarlo? Y es que ahora a mí la navidad me vuelve irritable, pues me hace recordar la inocencia que tenía y que no regresará. Ahora, ha perdido el brillo, la magia emanaba de ella, y sobre mí se ha cernido una realidad bien diferente.

Para empezar, aquí casi no nieva. ¿Casas blancas cubiertas de nieve? ¿Muñecos de nieve en el jardín? ¿Carreras de trineos? ¡Ya me conformaría yo con tener ni que sea el jardín para poner el muñeco de nieve! ¡Pero si es que la mayor parte de la población vive en pisos!

Y es que todo es influencia americana. O quizás es cosa nuestra, que en España somos muy sosos. ¿Nieve? ¡Eso es un mito! Aunque hay algunas ciudades en que nieva de verdad (creo que existen aunque yo no las haya visto), normalmente sólo podemos encontrar un blanco embarrado, si es que es nieve y no espuma de afeitar.

Además, estamos en crisis, ¿no os habéis dado cuenta de que llevan poniendo las mismas luces de navidad desde hace diez años? Y claro, como se estropean y no se compran de nuevas pronto nos encontraremos las calles decoradas con fluorescentes. Y es que en navidad se distingue perfectamente cuál es la casa de un extranjero: es la única que parece la entrada del Polo Norte.


Por no hablar del mal tiempo que hace continuamente. ¿Preciosos paseos envueltos en un abrigo? Otro mito. ¡Si todo el día está lloviendo! Yo creo que en Navidad Dios aprovecha para hacer limpieza: cuando llueve tanto que parece el diluvio universal, es que está fregando el suelo (y de paso ayuda a los barrenderos a limpiar las calles) y cuando sopla tanto viento que parece que nos está absorbiendo un agujero negro, es que pasa la aspiradora. ¡Esperemos que no cambie la rutina y decida hacer limpieza en verano!

Y claro, luego normal que la gente vaya como vaya por la calle: con la marcha cinco y sin frenos. Creo que para caminar por las aceras en navidad deberían poner normas especiales de circulación. Es que vamos todos corriendo, cargados como la mula del belén, con tantos paquetes que no vemos nuestro carril, entonces nos encontramos a otra persona de igual forma que viene en dirección contraria y…el choque es inevitable. ¿Por qué si no creéis que hay tantos accidentes en navidad?

Por eso, muchos piensan que lo mejor es quedarse tranquilamente en casita, junto al fuego, en el sillón.  ERROR. Para empezar, sigue habiendo una mayoría invisible, que no dice nada para disimular, que no tiene chimenea, sino calefacción. Creo que en unos años las chimeneas solo existirán en América. Y si se extinguen las chimeneas, Papa Noel también va a desaparecer, porque no sé yo cómo explicarán los padres a los niños que Santa Claus se cuela por la rejilla de la calefacción.

El sillón, en cambio, no es un invento que esté nada mal. O al menos, si no te quedas allí dormido toda la noche con la tele encendida, porque, en ese caso, si quieres volver a levantar cabeza, antes tendrás que ir al hospital. ¡Con lo malos que son los sillones para el cuello! Yo no sé que les deben poner los fabricantes a los reposabrazos, pero el cuello se te queda allí pegado que ni el Superglue. ¡La de operaciones que se habrán realizado para separar la cabeza del reposabrazos!

Pero aunque logres sobrevivir a los accidentes de tráfico y a los sillones asesinos hay algo de lo que nunca te puedes escapar: las cenas familiares.

¿Tranquilas veladas de conversación amistosa? ¿De qué planeta vienes? En las cenas familiares hay dos tipos de personas: los que comen y los que no llegan a comer. Si eres de los primeros te llenas el estómago, sí, pero usualmente te toca escuchar la perorata de la persona que está a tu lado. Y es en ese momento en cuanto de percatas de por qué solo ves a ciertas personas en navidad: hay cosas que sólo se pueden sufrir una vez al año. Por otra parte, si eres de los segundos, adelgazas, pero no sólo porque no comes, si no porque no paras quieto. Primero preparar la comida, después de haber conseguido todos los ingredientes (y haber ido corriendo al Mercadona para descubrir que está cerrado, y luego haber ido a otra tienda, para descubrir que ese día nada está abierto y que incluso en el 24h está cerrado), poner la mesa, servir la comida, retirar la comida, lavar los platos e irse a dormir. En una comida familiar, para cuando has terminado de lavar los platos ya es hora de ir a dormir, y es que hay tantos que no basta ni con cinco botes de Fairy.

Aunque si hay algo que todo el mundo espera con ilusión en Navidad no son los regalos, sino las carrozas de los Reyes magos. Con la edad, te das cuenta que lo que antes te parecían carrozas de princesa, ahora son más bien calabazas. Pero aún así, sigues yendo a la cabalgata. ¿Por qué? ¡Pues para coger todos los caramelos!

Cuando eres pequeño, recoges los cuatro caramelos medio aplastados del suelo, pero al crecer, te basta con estirar la mano para tener caramelos a puñados. Pero claro, los pajes no son tontos y por eso han ideado una técnica llamada “proyectil de caramelo”, que consiste en lanzar los caramelos a matar. Quizás hacen una apuesta y quién ha hecho más heridos durante la cabalgata, gana. Yo he llegado a la conclusión que eso que lanzan no son caramelos, sino piedras disfrazadas. ¡Si te da en un ojo te quedas ciego! Además, eso justifica que luego no tengan sabor a nada… ¿Y esos son los tipos que se van a colar por la noche en tu casa para ponerte los regalos? Pues si vienen de parte suya yo creo que no voy a pedir nada, no sea que me encuentre una bomba entre el carbón y destruyan el árbol.

Y es que el árbol de navidad…En los demás países, como son tan guays, usan abetos de verdad, pero aquí como somos tan tacaños ecológicos, usamos árboles de plástico. Da igual si luego contaminamos con el plástico, lo importante es que hemos salvado talar un bosque.

¡Pero lo que cuesta montar el árbol! Al principio esta tan prensado que es como si le hubiera pasado por encima una apisonadora. Pero eso se empieza a estirar, una rama por aquí, otra por allá, hasta que llega un momento en que te planteas en sacarlo a la calle para hacer un árbol comunitario. ¿Problema? El árbol no pasa por la puerta, te darás más prisa si vas a buscar una apisonadora y lo prensas de nuevo.

¡Y eso si no haces el Belén! Eso sí que es un imposible, porque aunque nos empeñemos en que no es así, los belenes son de usar y tirar. Cuando haces el Belén, pierdes la mitad de las piezas durante su construcción y la otra mitad se las traga el agujero negro que hay en tu trastero. Y claro, como te da mucha pereza comprar nuevas figuras, al final terminas usando latas de cocacola:

Pero de lo que más cansada estoy es de las felicitaciones navideñas. Y realmente es a esto a lo que quería llegar (pero pasa que llevo un tiempo sin escribir y os ha tocado el turno de leer mis pensamientos) antes de enrollarme a hablar de la navidad.

Hace dos días que en los blogs que sigo no paran de felicitar la navidad. ¡Y es que ya estoy harta! Pero no es solo por internet: llamadas telefónicas, visitas inesperadas, mensajes, correos…¡estoy saturada! Y es que incluso las conversaciones que antes hablaban del tiempo, ahora son un grupo de coletillas navideñas que no significan nada:

-          ¡Feliz navidad!
-          ¡Buen año nuevo! ¿Cómo estás?
-          Bien, te deseo paz, amor y salud en estas fiestas
-          Gracias, a ti también. ¿Cómo lo llevas?
-          Genial, espero que tú también tengas muchos regalos.
-          ¡Eso espero! Qué la luz ilumine tu navidad
-          Adiós, próspero año nuevo.
-          Igualmente, besos y abrazos de Laura y familia
-          ¡Por cierto! Postada: no comas demasiado turrón

Y es que es siempre lo mismo, una y otra vez.  Cuando veo que alguien felicita a sus seguidores, yo es que no sé qué decir: me siento mal por no comentar nada, pero tampoco quiero repetirme y parecer un loro, siempre dejando los mismos comentarios. 

Vamos, que tampoco quiero ser menos. ¡También quiero desearos feliz navidad! ¿Pero qué hago para parecer original? ¿Cuelgo una imagen graciosa? ¿Pongo el dibujo de una postal? ¿Un iconito? ¿Escribo Feliz navidad en MAYÚSCULAS Y CON ROSA FOSFORITO? ¿O grabo un vídeo divertido? ¿Quizás me he de colgar en youtube cantando un villancico? Todo son ideas, aunque esta última no la recomiendo.

En fin, no me gusta buscar imágenes y todo lo demás me parece o soso o demasiado trabajo, por lo que haré lo que el resto: desearos una feliz navidad, un próspero año nuevo y todo el bla, bla, bla que se os ocurra. ¿Alguien tiene una respuesta original?

PD: Aquellos que hayan leído Contra el viento del norte se darán cuenta que esta última pregunta ya se discute en el libro…^^

4 comentarios:

"Sabes que has leído un buen libro cuando al cerrar la tapa después de haber leído la última página te sientes como si hubieras perdido a un amigo." Paul Sweeney